Es difícil no cogerle cariño a El alucinante mundo de Norman desde el arranque, porque es ahí cuando proclama lo que es: un bonito homenaje al cine de terror, al cine de monstruos, y una divertida y entretenida cinta de fantasía juvenil. Que nadie se asuste (nunca mejor dicho) por la presencia de zombis, es una película apta para críos porque prima la aventura por encima del horror, eso sí, sin tratar a los niños como idiotas. Pero además de tener una buena historia, unos personajes carismáticos y un nivel técnico formidable, lo que al final deja mejor sabor de boca es que sea una película valiente en muchos aspectos (y hay uno que, siendo el más rompedor, no lo mencionaré para no destripar una secuencia). El primero y fundamental por abordar un género como el terror, que en demasiadas ocasiones se limita a sí mismo buscando las escenas más escabrosas y exageradamente crueles y olvidando que hay otras formar de abordarlo. Esto, aunque con otro tono, también es terror.
La primera secuencia de El alucinante mundo de Norman (más rocambolesco que el ParaNorman original) ya lo dice todo. Es un instante de una ficticia película de serie B (¿o de serie Z?) sobre monstruos que se presenta en el formato de 4:3, y no en el panorámico actual, con una música de sintetizador que alude directamente al cine de John Carpenter (si has crecido en los 80, imposible no sentir cierta nostalgia en ese momento). Norman, un crío de once años, está viendo esa película en televisión. Pronto comprobamos que Norman tiene un don y un problema: puede ver a los muertos. Eso le convierte en el clásico crío inadaptado y sin amigos al que nadie cree y todo el mundo toma a cachondeo. Su padre no le entiende, su hermana le detesta y en el colegio sufre las bromas del clásico matón. Y en esa situación que tanto le desanima, se encuentra con una misión que cumplir: impedir que se cumpla la maldición de la bruja que pesa sobre su pueblo, Blithe Hollow.
Decía que El alucinante mundo de Norman es una película valiente. Para comprobarlo no hay más que trazar una ecuación entre su público objetivo, infantil y juvenil, y el tema que trata, la muerte. Hay en su posición una naturalidad fascinante que se agradece, y más teniendo en cuenta que algunos de los protagonistas del filme son tan niños como sus potenciales espectadores. No hay nada truculento ni tramposo en el modo en que Norman afronta la muerte de seres queridos o de personas desconocidas. También destaca que sepa adaptar arquetípicos modelos de personajes a una historia moderna, en la que incluso se llega a abordar la sexualidad, aunque sea muy breve y sutilmente y desde es un esquema básico pero igualmente natural. En el uso del terror es cierto que es necesaria menos valentía porque la presencia de los zombis adquiere toques cómicos, pero la mezcla funciona admirablemente bien y el ritmo de la película va subiendo progresivamente hasta alcanzar un clímax formidable, sin duda lo mejor de la película.
Si argumental y temáticamente la película es valiente y más que notable, técnicamente es una pequeña maravilla. Acostumbrados al stop-motion de las películas de Tim Burton (Pesadilla antes de Navidad, La novia cadáver y la reciente Frankenweenie), olvidamos a veces que esta es una técnica que puede ofrecer películas que se parezcan pero tengan también cierta distancia. Esta tiene una textura muy diferente a aquellas y sobre todo un contundente andamiaje de animación por ordenador en fondos y algunos personajes, que dan al filme un tono visual formidable. Pero para que nadie olvide que los protagonistas son animados fotograma a fotograma, el filme de Sam Fell (que ya dirigió Ratonpolis o El valiente Despereaux) y Chris Butler (guionista del filme y debutante como realizador) finaliza con una pequeña secuencia, igualmente animada, que detalla la construcción del muñeco protagonista. Una gran delicia para acabar una buena película.
El alucinante mundo de Norman es una cinta muy entretenida y eso es su mejor tarjeta de presentación. Sin eso, ya podría ser valiente o visualmente atractiva, que no tendríamos demasiado. El filme funciona, su aventura juvenil es divertida y la historia fluye con mucha facilidad. Tiene sus limitaciones en los tópicos habituales de los personajes, pero lidia muy bien con este aspecto para que no afecte a la originalidad de la película, cuyo gran acierto está en la hermosa mezcla en el clímax de una parte visualmente espectacular y otra intimista desde el punto de vista de los personajes. Los amantes del cine de terror encontrarán un buen homenaje juvenil al género, los aficionados a la comedia de aventuras tienen 90 minutos realmente entretenidos, y los apasionados de la animación stop-motion un filme técnicamente irreprochable. Una más que agradable sorpresa en un año que termina francamente bien para la animación después de unos primeros pasos algo más rutinarios.
2 comentarios:
No tiene mala pinta, pero me llama más "¡Rompe Ralph!".
Sea como sea me la apunto detrás de "Frankenweenie" y por delante de "El origen de los guardianes".
Doctora, ha sido una sorpresa agradable. La verdad es que me han encantado las cuatro que mencionas... Creo que me quedaría con 'Frankenweenie', pero todas me han gustado muchísimo. Subo crítica de '¡Rompe Ralph' el martes, el día que se estrena...
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