Una película mareante no parece una buena idea. Sin tregua lo es. El filme quiere apostar por un envoltorio creado por metraje rodado con cámaras de vídeo que llevan los personajes, dos policías de Los Ángeles. Aunque acaba haciéndose trampas jugando al solitario, la película escrita y dirigida por David Ayer sufre con esa apuesta, porque lastra por completo los indudables méritos en la construcción de unos personajes carismáticos e interesantes. Y es una pena, porque pesa más el recuerdo de tomas absurdas (ese plano fijo desde el parachoques del coche policial, que encima se repite), los puntos de vista de videojuego, y las escenas confusas por el movimiento excesivo de la cámara que los buenos diálogos o las magníficas interpretaciones de Jake Gyllenhaal, Michael Peña y Anna Kendrick. La modernidad a veces tiene estos efectos. Y aunque la película parece haber gustado, a mí no me ha convencido. Es más, precisamente por eso la considero decepcionante.
Quizá no sea lo mejor que puede decir alguien que se dedica como yo a juzgar películas, pero conviene desconfiar de esas frases de la crítica que aparecen en los carteles. En Sin tregua son extremadamente elogiosas y eso tiene el riesgo de generar frustración, más cuando se asocia con otros títulos como es el caso de este filme, muy vinculado a Training Day. Esta es una de las muchas cosas que a mi juicio hace mal la industria del cine. Porque quizá puedan convencer en un momento dado a un espectador a pagar una entrada, pero no ganarán adeptos para la causa. Al contrario, generarán espectadores decepcionados. Esa es la sensación que me ha dejado Sin tregua. El inofensivo y génerico título en español, por cierto, contribuye a esa sensación, porque ocupa el lugar de un original que sí dice algo sobre la película. Ahí lo dejo, no vaya a ser que haya alguien que lo considere un spoiler, pero es una pena que le haya caído un Sin tregua que podría haberse aplicado a docenas de películas similares a esta.
Porque la historia, efectivamente, la hemos visto millones de veces. La pareja de policías norteamericanos que son amigos, que lo comparten todo y que patrullan juntos, que hablan de la vida y la muerte y que forman un equipo policial insuperable. Lo novedoso es, además, lo más accesorio, y es su pretensión de grabar su día a día. Las películas rodadas cámara en mano se han convertido en un subgénero que presenta más inconvenientes que ventajas. No soy precisamente fan de El proyecto de la bruja de Blair, REC o Monstruoso. Llevar esa técnica a entornos más realistas como los de Sin tregua no mejora en absoluto el resultado. Además, como decía al principio, es una decisión tramposa porque la película no está compuesta exclusivamente con el material procedente de las cámaras de los dos agentes. David Ayer, que apenas sale del entorno violento y policial de Los Ángeles en su filmografía (guionista de Training Day y director de Dueños de la calle), se da cuenta bastante pronto de que con eso no puede llenar su película, e incluso le da cámaras digitales a los desdibujados villanos de su función. Y en los planos que podrían ser más convencionales se mantiene el movimiento nervioso y mareante.
Es Sin tregua una película que apuesta descaradamente por la forma. Lástima, porque el fondo tiene suficientes elementos de interés. Jake Gyllenhaal y Michael Peña marcan una diferencia. Dan realidad a sus personajes en todo momento. Gyllenhaal ha conseguido una capacidad camaleónica importante que le permite afrontar personajes muy diferentes con la misma profesionalidad. La comparativa no falla: pensar que este agente Brian Taylor coge el mismo rostro que, por ejemplo, el Robert Graysmith de Zodiac es fascinante. Michael Peña, siendo uno de los latinos por excelencia de toda película hollywoodiense (El inocente, Leones por corderos, Invasión a la Tierra), es también un actor capaz de dotar de características propias a los diferentes personajes. La química entre los dos es indiscutible. Y Anna Kendrick, la sorpresa de la sobrevalorada y creo que ya muy olvidada Up in the air, sigue siendo una presencia sumamente estimulante. Es una pena que su personaje no adquiera un mayor protagonismo en Sin tregua y, ya que estamos, que todavía no haya conseguido papeles de mayor importancia. Se los merece.
El lastre de la mareante técnica escogida por Ayer para Sin tregua es demasiado importante. Hay momentos en los que es bastante confuso seguir la acción y es también difícil de entender el trabajo de montaje que genera una excesiva acumulación de planos, lo que rompe por completo la estructura de película cámara en mano que se supone al principio que va a desarrollar, y de cortes injustificados, por ejemplo en la primera escena, desde la cámara del coche policial es un constante e injustificado cortar y pegar. Sí se le puede agradecer a Ayer el buen trabajo para construir diálogos y situaciones, aunque la historia sufre otro defecto importante en la configuración de la banda que se configura como némesis de los dos agentes protagonistas. Podrían ser otros, podrían no salir en la película, podrían tener más o menos importancia. En realidad no acaba de ser relevante. Esos defectos acaban devorando lo bueno que encierra Sin tregua, pero lo tiene. Al menos nos quedan sus actores.
3 comentarios:
No me mola que me mareén y estas pelis de polis patrullando no me gustan mucho, así que...
No me acaba de llamar, aunque presente novedades a la hora de contar historias ya muy repetidas :-)
Doctora, a mí tampoco me gusta lo del mareo, pero por desgracia es una tendencia imparable en el cine: cuando no saben qué hacer, cámara en mano...
Meg, el caso es que la película ha tenido buenas críticas, pero yo no le he cogido el punto...
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