La simple idea de tener a un mensajero en bicicleta por las calles de Nueva York protagonizando una película es delirante. Muy delirante, si la bicicleta es, efectivamente, tan protagonista como el propio mensajero. Delirante, sí, eso es Sin frenos. Y en ese delirio es donde está el gran acierto del ya más que inclasificable David Koepp, director y coguionista de la película, porque adopta un tono impecable, serio cuando debe serlo y abiertamente cómico cuando corresponde, colocando una historia tópica en un envoltorio tan extraño y rocambolesco que divierte, divierte mucho. Con sus golpes de efecto, quizá incluso con diálogos que no estaban pensando para arrancar risas y, sobre todo, con las interpretaciones de Joseph Gordon-Levitt y Michael Shannon. Es hasta gracioso ver que uno ha salido en la última película de Batman y el otro será el malo de la próxima de Superman. Si es que hasta eso es divertido en Sin frenos, una sorpresa entretenidísima, una idea descabellada de Koepp que funciona a la perfección a lo largo de los 90 minutos que dura.
Empieza Sin frenos y uno tiene la sensación de estar viendo la película oficial de Google Maps. O de cualquiera de esas aplicaciones para móvil con los mapas de una ciudad. Continúa el filme y parece que estamos viendo Matrix desde el punto de vista de un mensajero (porque tiene la capacidad de detener mentalmente el tiempo para ver qué ruta le interesa coger para no estrellarse en este Nueva York de locos que forman taxistas y peatones). Y sigue, y casi parece un French Connection en bicicleta, al menos en la escena de la persecución. Delirante todo, algo a lo que contribuye el grafismo de la película. Pero, de repente, te das cuenta de que te lo estás pasando bien. Que el delirio definitivo que se ha instalado en la pantalla te ha contagiado. Te ríes con los golpes de humor, incluso con los abiertamente sádicos (cuando esas visiones anticipadas de lo que le sucedería a nuestro mensajeros se asemejan a cualquier escena sacada del Carmageddon, ese juego en el que había que atropellar todo lo atropellable), te importa hasta la obligada historia de amor que salpica la película, te sientes identificado con la competencia que se establece entre los dos mensajeros y te intriga qué puede haber dentro del maldito sobre que dispara la trama.
Como ya he dicho, Koepp es un tipo inclasificable. Director de películas como El efecto dominó, El último escalón o La ventana secreta, guionista de Spielberg en Parque Jurasico, La guerra de los mundos, o el último Indiana Jones, de Ángeles y demonios, de la irremediablemente genial Atrapado por su pasado o del primer Spider-Man de Sam Raimi. Y ahora director de Sin frenos. Lo cierto es que se lo monta bien en este filme porque va acumulando motivos para que su película se vaya deslizando en el terreno de lo apreciable desde el delirio inicial. Lo hace, además, con notables técnicas cinematográficas, como los flashbacks que van rellenando los huecos de la historia, que permiten ver las escenas que ejercen de ancla entre los personajes desde diferentes puntos de vista. Y lo hace, sobre todo, con un perfil en sus personajes protagonistas que engancha con mucha más efectividad que el trasfondo social que se descubre en torno a la hora de película.
Que Joseph Gordon-Levitt es un actor más que interesante lo había probado ya Christopher Nolan en Origen y en El Caballero Oscuro. La leyenda renace, pero dar vida de forma creíble y humana a este tipo al que agobian los despachos y prefiere sentir la velocidad de la bicicleta es una tarea que aprueba con nota y que tiene su mérito, precisamente por el atípico envoltorio que tiene el filme. Michael Shannon, polifacético actor donde los haya, ofrece una nueva muestra de lo fácil que se le da cambiar de piel, desde el introvertido paranoico de Take Shelter al inquietantemente sincero personaje de Revolutionary Road. Los toques oscuros de su personaje hacen más deseable verle ya como el General Zod de El Hombre de Acero, el regreso de Superman a los cines del próximo año. Dania Ramirez, vista en la serie Héroes, consigue que su personaje tenga presencia a pesar de que parezca una mera excusa. Y todos juntos ofrecen tanto divertimento que se pueden perdonar las barbaridades que, en el fondo, contiene la película. Porque eso de hacer mountain bike sobre unos coches con varias costillas rotas parece ciencia ficción.
Sin frenos es una rareza. Parece que va a ser una de esas películas en las que el protagonista tiene que hacer algo que se muestra a tiempo real (y mientras lo parece recuerda a A la hora señalada, una película semiolvidada con Johnny Depp) y sus flashbacks hacen que sea mucho más que eso. Parece que va a ser una glorificación del mensajero en bicicleta, como si eso fuera necesario, y resulta que se convierte en una película entretenidísma y divertida desde el comienzo hasta ese último y casi imperceptible gag final sobre el tráfico de Nueva York. Recomendable por delirante y por diferente. Y una curiosidad. Después de la primera parte de los títulos de crédito finales, se incluye una toma de cómo quedó el taxi contra el que se estampó el propio Gordon-Levitt rodando la película. Para entonces, Sin frenos ya me tenía ganado sin remedio porque, por muy delirante que pueda ser y por muchos prejuicios que uno lleve encima a la hora de sentarse delante de la pantalla, me lo ha hecho pasar en grande.
4 comentarios:
La verdad es que sí parece entretenida, al menos el trailer tiene ritmo, y es original, no recuerdo otra peli sobre mensajeros en bici. Si además es corta me la apuntaré para verla en el futuro, porque hasta el mes que viene no voy al cine (seguramente veré a Joseph Gordon-Levitt, pero en "Looper").
Doctora, pues ya me contarás, pero yo creo que sí merece la pena, es una película delirante pero entretenida.
Tengo bastantes ganas de verla, veo que merece la pena.Un abrazo!
Meg, a mí, desde luego, me mereció la pena, y tampoco esperaba mucho de ella, así que...
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