Una vez aceptado su juego, resulta difícil no cogerle cariño a Dredd. En primer lugar, porque es una película que ofrece exactamente lo que promete: acción a raudales, tiros y violencia. En segundo lugar, porque resucita las características esenciales de la serie B más gamberra y descarnada de los años 80, esa que había desaparecido entre la corrección política y la necesidad de que las películas sean para todos los públicos. Y en tercer lugar porque es una fiel (que no exacta) adaptación del cómic británico en el que está basada y porque supera ampliamente la versión que hace ya casi dos décadas nos había ofrecido el director Danny Cannon con Sylvester Stallone como protagonista. Pete Travis, a pesar de que en ocasiones se deja llevar con unos planos que sólo tienen sentido en la versión en 3D de la película, se apunta un buen tanto con este filme que no se esfuerza en ocultar sus limitaciones presupuestarias porque no le hace falta. Karl Urban, espléndido bajo el casco, hace disfrutar como este emblemático antihéroe, rudo, violento y salvaje que encuentra aquí una versión más que notable de sus aventuras.
Cuando oyen "serie B", algunas personas creen que ya estamos ante una mala película. Al contrario, la serie B es necesaria, y más en este tipo de cine. No todas las adaptaciones de cómic pueden (o deben) aspirar a ser Los Vengadores, The Amazing Spider-Man o El Caballero Oscuro. La leyenda renace, por citar las superproducciones de este año basadas en franquicias de viñetas. Hay docenas de personajes y universos de ficción que piden a gritos un acercamiento como el de Dredd (por citar dos fiascos superheroicos más o menos recientes, ojalá Lobezno o Ghost Rider se parecieran a esta adaptación), una serie B sin complejos, en la que no importe destrozar cabezas a balazos, en la que la sangre inunde la pantalla (literal e hilarantemente en el caso de la última muerte que se ve en el filme) y en la que la violencia sea un elemento no sólo imprescindible sino definitorio. Como es una violencia tratada con ese planteamiento y con leves dosis de humor negro, no es una violencia molesta o perturbadora, sino un elemento más del entretenimiento que proporciona Dredd.
Serie B implica un presupuesto menor y Dredd sabe lo que tiene y en qué liga juega, a diferencia de otros títulos como Legión o El sicario de Dios, que quieren ser mucho más de lo que son cuando podrían haber apostado descaradamente por la serie B con mucho más éxito. Dredd es una película de ciencia ficción, pero no enmascara lo que puede ofrecer con fastuosos efectos visuales o un diseño de producción que se lleve por delante la historia. Saca lo justo, lo que tiene. De hecho, es bastante alentador (y sorprendente, porque hacía tiempo que no se veía) entrar a la película con una escena de persecución en la que todo parece escandalosamente contemporáneo salvo la futurista moto que lleva el Juez Dredd o el arma que empuña. Y como hay poco presupuesto, la película acontece en un escenario cerrado pero amplio, uno de los bloques de viviendas de Mega City 1 (con 75.000 habitantes nada menos). Vista la suciedad de su mundo y la funcionalidad del vestuario, hay que olvidarse de los luminosos diseños del Juez Dredd que interpretó Sylvester Stallone en la más que fallida y superada película de hace casi veinte años. Este Dredd vive en un universo sucio, decadente, violento y oscuro. Es decir, en el universo del Juez Dredd del cómic. Esta es una película fiel al original, aunque le falte quizá algo de la mala leche sarcástica que lucía en el tebeo.
Puede parecer una tontería, pero la fidelidad de la película al cómic arranca de algo tan sencillo como que Dredd nunca se quita el casco en toda la película. En el cómic no lo hace y Stallone sólo tardó diez minutos en quitárselo en su película. Karl Urban (Eomer en Las dos torres y El retorno del Rey), en cambio, entiende que tiene que construir a Dredd desde el movimiento corporal y desde la voz. Lo hace con una eficacia sobresaliente y hace exactamente lo que se espera de él. Como el reparto en general. Olivia Thirlby (la amiga de Juno) es una más que interesante juez novata con poderes psíquicos y Lena Headey (300) una eficaz villana malencarada a la que, no obstante, quizá se podría haber sacado algo más de partido. La trama, sencillisíma. Dredd (Urban) y Anderson (Thirlby) van a detener a un asesino a un bloque de viviendas y la mala de la función lo sella a cal y canto y ordena a todos sus habitantes que maten a los dos jueces. Directo y efectivo.
Aunque había fundados temores de que Dredd pudiera ser un fracaso, lo cierto es que triunfa por su honestidad. Su acción está bien planificada y rodada, es fácil seguir la acción, que no se pierde en giros de cámara imposibles como suele ser tan habitual en el cine moderno de acción, aunque Pete Travis a veces se queda demasiado embelesado con tomas de 3D que pierden todo el sentido en 2D. Sus personajes están bien construidos ya desde el guión pero parecen incluso mejorados por los actores, que desbordan carisma a pesar de no ser precisamente estrellas de Hollywood. Los pequeños detalles (¿por qué Anderson no lleva casco más allá de para mostrar a la protagonista femenina de la película?) encuentran explicaciones narrativas, algo que tampoco es habitual. El sabor a serie B se ve acentuado por una banda sonora que casi parece sacada de las viejas películas de John Carpenter, en las que él mismo era el compositor. Y el divertimento es continuo y sin complejos. La serie B es eso. Dredd es pura serie B, y por eso es una película muy, muy entretenida.
Aquí, otra crítica de la película en Suite 101.
2 comentarios:
A mi me ha gustado. La vimos en 3D y por fin vi cositas que valían la pena en este formato. Me gustaría una secuela en la que el presupuesto permita espacios más abiertos. Karl Urban está muy bien y hasta se me hizo simpático XD
CarlosXavi, la verdad es que parece que está gustando, y eso que no creo que nadie tuviera muchas esperanzas puestas en ella... A ver si hay suerte y eso da impulso, y dinero, a la secuela.
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