Quien espere ver en Blancanieves un cuento de hadas, se ha equivocado de película. Aquí ni hay hadas ni hay magia, casi no hay ni cuento, porque todavía no he sido capaz de encontrar qué quiere contar la película. Lo que hay es comedia. Pura y dura. Y, para ser francos, comedia más bien normalita tirando a triste. Tarsem Singh se embelesa él solo con el aspecto visual tan característico de sus películas y se olvida, una vez más, de cuidar una narración repleta de altibajos, de momentos perfectamente olvidables e incluso de cambios en la historia casi pensados para enfadar al más purista de los aficionados al cuento original o a su versión más popular, la de Walt Disney. Blancanieves, la primera de las versiones de esta historia que veremos este año, es un título totalmente prescindible, en el que nada nuevo hay que rascar y que es, desde ya y sin necesidad de comparar el resultado con la adaptación que veremos próximamente, una rareza difícil de explicar.
Viendo Blancanieves es complicado entender qué ha motivado a los prácticamente desconocidos Melissa Wallack y Jason Keller para crear un guión como el que escriben. Cogen Blancanieves, dispersan sus detalles más significativos a lo largo de sus páginas, pero lo hacen sin demasiado sentido, lo que demuestra que en el fondo les da igual ese cuento, porque lo mezclan sin rubor con La Bella Durmiente, Caperucita Roja o incluso con la leyenda de Robin Hood (porque, claro, ¿qué sería de Blancanieves si durante cinco minutos de película, sólo cinco minutos, no robara a los ricos para dárselo a los pobres?). Qué más da, el caso es hacer algo extraño y que llame la atención. Y a eso se suma el particular estilo visual de Tarsem Singh, que en este caso ni siquiera es tan personal como cabría parecer. La influencia de la olvidable Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, cuyo éxito es seguramente el origen económico del lanzamiento de esta Blacanieves, es más que evidente. Ni historia ni diseño cumplen su función, así que esta película está ya tocada desde su origen.
Es una comedia. Eso es más que evidente. Y la comedia gana terreno a la historia en todo momento. Se busca más el gag que la narración coherente. Y lo peor es que tampoco se consigue hacer reír. Blancanieves es una comedia, pero no una película divertida. Puede que algún momento de esos enanitos tergiversados y rebautizados sí sea simpático, pero ya. De hecho, el personaje más gracioso de Blancanieves es la Reina que interpreta Julia Roberts, la única actriz de todo el reparto, puede que junto a un Nathan Lane que en el fondo suena muy repetitivo, haya entendido el tono que quería tener la película. Al mismo tiempo, eso supone que la malvada reina es de todo menos malvada. ¿Inspira terror? En absoluto. Entonces, ¿qué razón de ser tiene el personaje? Difícil de encontrar. Y más teniendo en cuenta la nula química que hay con su supuesta antagonista, una sosa Lilly Collins, que en ningún momento parece creerse el personaje de Blancanieves.
De alguna bizarra forma (y el también disparato final musical no hace más que acentuarlo), da la impresión de que esta Blacanieves quiere ser un Shrek de imagen real, una especie de variación cómica del cuento de hadas. Desde luego, le falta el cinismo del primer Shrek para cumplir ese objetivo, pero también un guión mucho más acertado, unos personajes más carismáticos y unas interpretaciones más sólidas. Blancanieves casi parece que, sabedora de que no consigue una entidad propia en ningún momento, va recortando detalles de otras historias, incluyendo un cameo final que inevitablemente recuerda demasiado al de Sean Connery en el Robin Hood. Príncipe de los ladrones de Kevin Costner. Quizá el único detalle atractivo y original de esta revisión del cuento clásico esté en lo que da título original a la película, Mirror, mirror, y es el juego dimensional de espejos que, por desgracia, tampoco está bien explicado o aprovechado en el montaje final. Un montaje en el que sobran tantas escenas que, de haberse recortado todas, tendríamos a lo mejor un digno cortometraje.
Blancanieves se me queda en un error a todos los niveles. Si no quiere ser un cuento de hadas, es absurdo coger la historia de Blancanieves. Para hacer una comedieta infantil en la que lo más gracioso sea ver a un príncipe comportándose como un cachorrito, a una doncella que lejos de estar en apuros pelea con espada y recibe cachetes en el trasero mientras aprende a hacerlo, o que los enanos lleven zancos no hacía falta buscar una historia tan conocida. Si a eso añadimos que el estilo visual de Tarsem Singh (Immortals está muy reciente; sus otras dos películas son La celda y El sueño de Alexandria) a mí nunca me ha llenado y aquí es mucho más dibujo animado que nunca, lo que queda es un disparatado despropósito difícil de entender. O igual es que para mí un cuento de hadas es otra cosa.
2 comentarios:
Sin verla, pienso que esta peli la han hecho exclusivamente para que Julia Roberts se diera el gustazo de hacer de "mala", animados como señalas por "Alicia en el país de las maravillas" de Tim Burton.
Lo que no sé es si en EEUU esta mujer todavía le cae bien a alguien, porque aquí fans no le quedan muchos creo yo.
Doctora, no sabría decirlo. En realidad, a mí Julia Roberts nunca me ha parecido nada del otro jueves. Pero, sí, aquí es la reina de la función.
C., pues me sumo a ese club de los sin gracia, pero es que no recuerdo reír ni una sola vez. Alguna sonrisa con los enanos, pero nada más. Todo lo demás me pareció aburrido y anodino.
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