Cuando ya se ha hecho la película definitiva sobre una temática, es difícil ser original al abordarla de nuevo. El exorcista es más que una película definitiva. Es una biblia, una guía de viaje, un manual de instrucciones sobre cómo hacer un film que hable de una posesión demoníaca. Y por eso es imposible mejorarla. O, mejor, digamos improbable, no vayamos a encontrarnos algún día con una sorpresa. El rito se encuentra demasiado cerca de lo que contaba El exorcista, y no se avergüenza de esas similitudes. Al contrario, casi se las toma con humor. Pero, al mismo tiempo, está demasiado lejos de lo que supuso la mítica película de William Friedkin. El cine de terror hace tiempo que dejó de provocar terror y El rito lo demuestra. No da miedo, y quizá ni siquiera lo pretendía, sabedor de que el género ha derivado a derroteros mucho más gráficos y para estómagos más curtidos. En todo caso, sí es un interesante relato sobre la fe. Quizá demasiado previsible y poco arriesgado con el material que tenía entre manos, pero al menos entretenido y bien interpretado casi siempre.
El rito no disimula lo más mínimo, aunque lo intenta con un cartel que le da todo el peso del proyecto a Anthony Hopkins. Pero su personaje, el padre Lucas Trevant, no es el protagonista de la película. Sí lo es el Michael Kovack de Colin O'Donoghue (un casi debutante en cine actor que ha trabajado en televisión y que se limita a estar correcto), un joven que huye de su futuro como embalsamador junto a su padre metiéndose a cura. Pero como no tiene fe, o al menos no la suficiente, decide renunciar antes de empezar. Para evitarlo, su superior le enviará a Roma para hacer en El Vaticano el curso de exorcista. Sus dudas se las tratará de resolver un cura de métodos poco ortodoxos, el padre Lucas. El cura protagonista de El exorcista también llegaba a su trance con el demonio desprovisto de fe. Si allí era su madre el centro de sus angustias, aquí es el padre. En aquella el centro de atención es una niña poseída, aquí sólo tiene unos pocos años más y es una quinceañera embarazada. Hay similitudes. Cuando el joven aprendiz de cura se asombra de ver su primera persona poseída, el padre Lucas le pregunta si esperaba ver cabezas girando y puré de guisante. Los autores de El rito saben que pierden en la comparación.
Una vez perdida la batalla de la originalidad, la táctica de la película para enganchar al espectador pasa por el carisma de Anthony Hopkins. Quizá por eso sorprende que la película tarde tanto en arrancar para él, pues hasta la media hora de las casi dos que dura el filme no se le ve en pantalla. Hopkins es un actor de prestigio y de categoría (cualidades que no siempre coinciden en un mismo intérprete) y le da al filme una pausa, una profundidad y un interés que posiblemente no tuviera con otro actor. En la escena final camina por la delicada frontera de la sobreactuación y no siempre sale triunfante, pero en general ofrece un trabajo más que interesante y lleno de matices. Si de carisma va la cosa, hasta que sale él es precisamente el carisma de los intérpretes que desfilan por la pantalla lo que sostiene la tensión del relato en su larga introducción. Rutger Hauer tiene ese carisma, y lo pasea desde que Christopher Nolan le recuperó en Batman begins. Al igual que Toby Jones (el espléndido Truman Capote de Historia de un crimen y uno de los protagonista de la maravillosa La niebla). Y también Ciarán Hinds (aparecía en Munich, de Steven Spielberg).
Pero ese carisma no parece tenerlo Mikael Hafstrom, director del filme. Especializado (¿encasillado?), probablemente para siempre, en el cine de terror (después de su fallido thriller oriental ambientado en los años 40, Shanghai), no ofrece muchas soluciones novedosas. Abusa del enfoque y desenfoque como si fuera su única alternativa para planificar lo que sucede en la pantalla y emplea, no siempre con acierto, muchos flashes a modo de flashbacks. La realización, en conjunto, queda demasiado efectista. Y eso quizá le hubiera dado mejor resultado si hubiera planteado una cinta de terror tramposa y llena de sustos (como lo era la correcta Lo que la verdad esconde, aquella historia de fantasmas protagonizada por Harrison Ford y Michelle Pfeiffer). Pero eso es justo lo que El rito no es. Su apuesta es (salvo en momentos puntuales en los que, casualmente y en contra de lo que parece burlarse, apuesta por el camino marcado por El exorcista) la del thriller psicológico, la del debate sobre la fe, la de la necesidad de las creencias. Esa apuesta, que funciona razonablemente bien durante 90 minutos, se pierde en el climax final, un climx cuya elección es difícil de comprender y cuyo desarrollo es muy previsible.
El rito es una película construída de forma más o menos correcta, con altibajos narrativos compensados por las buenas interpretaciones y que buscan esconderse detrás de la presencia femenina y de debate periodístico (ambas personificadas en la actriz Alice Braga; Predators, A ciegas, Soy leyenda). Aunque cargados de ingenuidad, los mejores momentos del filme pasan por las dudas en la fe de su protagonista. Ahondando en ese matiz central del personaje protagonista, El rito podría haber sacado mucho más partido de su materia prima, haber marcado distancias reales con respecto a su venerado referente y haber alcanzado el nivel de terror cuando uno sale del cine al que debe aspirar toda película de género. Con todo, no deja de ser otra muestra más de este cine de posesiones y exorcismos que parece haber vuelto con fuerza en los últimos años. Una con Anthony Hopkins de protagonista. Tampoco es poca cosa, si uno lo mira con la benevolencia que exigen este tipo de películas.
6 comentarios:
Me has acabado de convencer. Con el poco tiempo que dispongo, esta es una peli que no voy a ver. El tema me interesa poco, a pesar de que, en alguna frase de tu excelente disección he pensado que quizás podría ser. El exorcista es una peli que vi de pequeña y me provocó pesadillas. No soy gran amante del terror, y el que se hace ahora solo pretende fascinarme con imágenes que me porvocan dolor de barriga, y no con un guión como el de el exorcista. En fin, supongo que hay momentos para todo tipo de películas, pero te aseguro que el mío actual no incluye perder mi tiempo en historias como esta, jajaja
Besos. Ya estoy en casa!
Me dan miedo estas pelis,así,sin vergüenza ninguna te lo digo,me da mal rollo hasta el anuncio.
Por otro lado Anthony Hopkins me parece un actor sobrevaloradísimo.
Me parece muy interesante tu blog... me pasaré a menudo!!
Un saludo, y si quieres.. pásate!
Jo, claro, es que si no eres público objetivo del cine de terror está claro que ésta no es tu película... De todos modos, tiene su punto, ¿eh...?
Doctora, yo creo que tiene sus momentos. Hay películas en las que se le ve tan aburrido de lo que hace que asusta (y no precisamente como se pretende). Aquí está muy bien, hasta el climax, donde podríamos debatir si está bien o no.
Aroi, muchas gracias, espero verte por aquí cuando quieras, por supuesto.
No me apetece nada de nada... debe reconocer que no soy fan de este tipo de películas, el terror no es para mí.
Van, a mí el buen terror me gusta (por contradictorio que parezca, vaya...), pero hace años que no siento verdadera sensación de terror en un cine o en la tele si no es con un clásico del género...
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