Pasan los años, pasan las películas. Llegamos a la sexta entrega, Harry Potter y el misterio del príncipe, y sigo teniendo las mismas sensaciones que tuve allá por 2001, cuando se estrenó Harry Potter y la piedra filosofal y que se han ido confirmando según se sucedían las entregas. No ha cambiado mucho desde entonces, sin importar que los personajes hayan crecido, los directores cambiado y los diferentes actores entrado y salido de la escena. Harry Potter sigue ofreciendo lo mismo que en 2001, con leves matices entre película y película y un público objetivo que se centra especialmente y de forma clara en los lectores de la saga literaria. El misterio del príncipe es otra larga entrega más, que supera las dos horas y media, y que vuelve a ser un capítulo de transición hacia el final de la historia. Y es que esas parecen ser las dos características esenciales de la saga, la sensación de transición (primero hasta la aparición de Voldemort, ahora ya hasta el desenlace definitivo) y un metraje muy, muy largo. Harry Potter cuenta con legiones de fans. Yo no soy uno de ellos. Seis películas después, y sin haberme adentrado en el mundo literario del joven mago, sigo sin encontrar nada extraordinario en esta aventura.
Por lo que sé, los libros y las películas son tremendamente similares, no hay demasiado trabajo de adaptación y los filmes son en realidad una puesta en imágenes reales del universo imaginado por J. K. Rowling, además de un trabajo de selección de las escenas y personajes más relevantes de las novelas para su traslación a la pantalla. La media hora inicial de El misterio del príncipe obliga a tener muy fresco lo acontecido en el anterior capítulo, La Orden del Fénix (si se me apura, incluso en las cinco películas precedentes), lo que provoca el evidente riesgo de perder al espectador no iniciado, incluso aunque haya visto todas las entregas cinematográficas en su momento. Ese comienzo lastra muchísimo el ritmo de una película que es más plana en este sentido que sus predecesoras y no termina de despegar nunca (antes del clímax, apenas una escena con cierto movimiento y se trata de un partido de Quidditch, algo que ya vimos nada menos que en la primera película).
El avance en términos cinematográficos de El misterio del príncipe se puede entender en el tono de la película. Hace tiempo que Harry Potter abandonó el tono infantil y ha ido oscureciéndose progresivamente. Sí es cierto que el final de esta película presenta un drama algo más conseguido que el de la anterior (sorprendentemente frío, y el culpable debe ser David Yates, el mismo director de esta entrega y de las dos que quedan por venir), pero la atmósfera opresiva y aterradora que busca está lejísimos del mejor fragmento que hasta ahora ha dado la saga: el final de El cáliz de fuego. Aquel fue el momento en el que el espectador pudo ver por fin a Voldemort (un impresionante Ralph Fiennes), culminando una larga espera de tres películas y tres cuartos (que en ese momento se podían entender como una prolongadísima introducción), pero poco hemos sabido de él desde entonces. Ni La Orden del Fénix ni El misterio del príncipe nos muestran al gran villano de la saga, que está reservado para el capítulo final, con lo que, por muy relevante que pueda parecer lo que se nos cuenta en ellas, se quedan como meros episodios de transición para calibrar el papel que jugará (o no jugará) cada personaje en el desenlace. Han sido casi cinco horas que podrían haberse resumido en bastante menos.
Y quizá lo más discutible de todo ese tiempo se concentre en la primera hora de El misterio del príncipe. Puede que haya sido el afán de trasladar el mayor contenido posible del libro a la pantalla, y compensar así una de las críticas que se le hizo a La Orden del Fénix, que es la novela más larga y a su vez la película más corta. Pero el precio se paga en el ritmo de la película, que se resiente demasiado. No hacía falta toda esa hora para el posterior seguimiento de la historia o el desarrollo de los personajes. Sí, quizás, para satisfacer al fan que desea ver la escena descrita entre las páginas 34 y 39 del libro, pero no para quien se sienta en una sala de cine buscando un entretenimiento independiente. No pretendo tampoco decir que la película esté mal hecha, no lo está, pero parece más pensada como guía visual del libro, que incluso convendría tener en la mano durante su visionado para ver qué se ha incluído y qué falta, que como cine en sí mismo. En realidad, como decía al principio, es la misma sensación que me dejaron las cinco películas anteriores, que no me han conseguido acercar a los libros de Rowling.
La gran novedad del reparto de esta entrega es Jim Broadbent (Moulin Rouge, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal), que da vida a un viejo profesor que regresa a la escuela para ofrecer al espectador claves sobre la juventud de Voldemort. Y ausente el gran señor del mal de este universo de ficción, sólo queda recrearse en la breve presencia de una magníficamente desatada Helena Bonham-Carter, en el habitual estoicismo de Alan Rickman o en comprobar cómo los actores que mantienen sus personajes desde las primeras películas han pasado de ser unos niños que debían aparentar más edad de la que tenían a unos jóvenes que ahora tienen que meterse en la piel de adolescentes más jóvenes de lo que ellos son. Daniel Radcliffe y compañía se mantienen en el mismo nivel de entregas precedentes, son ya sus personajes y tienen una línea muy claramente delimitada de lo que pueden hacer y de lo que no.
Hay que reconocer que Harry Potter lleva toda una década llenando los bolsillos de sus creadores, pues cada libro y cada película han sido grandes éxitos. Esta lo será (para eso ha movido Warner la fecha del estreno, que estaba previsto para noviembre del año pasado y se pensé que en verano daría más dinero), y seguro que las dos entregas cinematográficas finales en las que se va a dividir el último libro (que se estrenarán en 2010 y 2011) romperán las taquillas. No es tarea fácil satisfacer las ansias de los fans de una saga literaria juvenil (algo de esto podrían decir los de La brújula dorada...), con lo que algo estarán haciendo bien sus responsables. Pero veo estas películas y con cierta rapidez sus escenas pasan a confundirse entre sí, en muchas ocasiones no me veo capaz de ubicar un acontecimiento en la película correcta y no encuentro diferencias entre una y otra porque el director no las marca, se limita a cubrir el expediente con cierta corrección de rodar lo que escribió Rowling y adaptó el guionista de turno. Y así Harry Potter no me llega al corazón. Aunque asumo que estoy en minoría.
4 comentarios:
Hola Juan
Enhorabuena por el centrado análisis de la saga Potter.
Me lamo Victor Trujillo y te quería proponer que formes parte de la comunidad de críticos www.muchocine.net
Para mi sería un placer tenerte entre nosotros y si quieres puedes escribirme a victor.trujillo@gmail.com.
Felicidades por el blog!!
Un saludo
Hombre, yo creo que la saga Harry Potter sí que muestra una evolución desde las primeras partes, más infantiles, a estas últimas. No obstante, esta evolución es mucho más marcada en los libros que en las películas, que son un reflejo a grandes rasgos de lo escrito por Rowling. Sí que es posible que en la adaptación al cine sí que se pueda observar más esa "transición hacia el final", puesto que en los libros los personajes no son tan esporádicos como en las películas. Y es que "Las Reliquias de la Muerte" te engancha desde el principio, no se anda con rodeos. Resulta tan intenso que, posiblemente por ello, tengan que sacar dos películas en lugar de una.
"El Misterio del Principe" (o el "Principe Mestizo", como sería su traducción literal), es entretenida pero toca muy por encima dos temas ,a mi juicio,claves en el libro. El primero es la historia de Voldemort, que en la película se reduce a la visita de Dumbledore al orfanato. No parece que vayas a leerte el libro (sino pasa al siguiente punto), así que puedo decirte que el libro explica los orígenes de Tom Riddle, descendiente directo del mago Baltasar Slytherin, fruto de una relación entre un muggle y una mujer-mago que lo embrujó. Riddle acaba odiando su origen mestizo de una manera casi hitleriana (antisemita) y por ello se va envileciendo. Y su historia la va conociendo Harry para que conozca a su inseparable enemigo y poder hacerle frente.
El segundo tema que no acaba de explotar del todo es el que da nombre al libro: El Príncipe Mestizo, que es Snape. El Libro de Pociones "prestado" está muy presente en parte del libro y acaba sacando un lado oscuro de Potter, que se acaba manifiestando con el uso del hechizo con el que destroza a Malfoy, que le hace pensar que no es tan buena persona como creía. Ademas, Potter comienza a conocer cosas de su padre, que le hacen ver que no era el héroe bondadoso que él creía, amen de ser la principal causa de la animadversión que siente Snape de él.
Muchos, demasiados, detalles se han perdido en la adaptación (que haberla, lahayla). Casi todos los aficionados a los libros echan de menos muchas cosas en las películas.Pero hay que reconocer que algo entretenidas son...
Si tienes alguna duda, pregunta a tu blog-amiga Mara. Es una experta.
Victor, mucha gracias. Ya te he contestado al correo que me indicas.
Reverendo, supongo que aquí entramos en el conflicto del fan contra el no fan, je, je, je... Hablo desde fuera (y siempre con todo el respeto hacia el fan; yo lo soy de otros títulos y por eso mantengo ese respeto) porque no he leído ninguno de los libros, pero la sensación es real. Desde la media hora final de El caliz de fuego no parece que haya pasado gran cosa y después de ver esa media hora tuve la sensación de que antes tampoco.
Una de las cosas que aspuntas me sirve para expresar la falta de feeling que tengo con la saga: el hechizo contra Malfoy y ese lado oscuro de Harry. No creo que la película lo muestre, como casi nada de lo emocional. Las cosas pasan y todo sigue adelante porque hay que llegar al siguiente libro, esa es mi sensación. Esto y el propio "olvido" de la trama del príncipe mestizo, claro...
No digo que no entretengan, pero no se quedan en mi memoria... Y siempre es un placer que aportes una visión distinta, eso siempre enriquece.
Se hace lo que se puede...
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