La comedia tiene un futuro difícil de predecir. No vive precisamente momentos en los que salgan obras geniales y que perduren en el tiempo, vive muy lejos de los grandes maestros de la talla de Chaplin, Capra, Lubitsch o Wilder, pero normalmente la gente sale del cine al menos satisfecha cuando ve una, quizá incluso porque las expectativas no están ya demasiado altas cuando uno se acerca a ver una película así. Nueva York para principiantes encaja en esas premisas. No es una película que perdurará en la memoria, pero hace pasar un buen rato. Incluso tiene momentos en los que promete más de lo que finalmente acaba dando, y ese es el pesar final que queda, porque plantea asuntos interesantes, pero éstos acaban diluidos en el habitual cocktail de la comedia romántica más tradicional. Distrae, que no es poco, y permite trazar una radiografía, algo superficial, del cine contemporáneo, ya que es el mundo del cine (y de la prensa que se dedica al séptimo arte) el foco de atención del filme.
El título español, como suele suceder con demasiada frecuencia, distrae bastante de las pretensiones aparentes del film. Nueva York para principiantes sustituye al original Cómo perder amigos y alejar a la gente (How to lose friends & alienate people) y despista porque no es ésta una película en la que el escenario cuente de forma especial. Podría ser Chicago, Washington, Los Ángeles o Detroit, pero es Nueva York. Sólo una escena coloca a la ciudad en el centro de atención. Además, el título original se centra en lo que pretende contar la película, que no es otra cosas que las peripecias de un redactor británico con ínfulas de subversivo en una revista de variedades norteamericana perfectamente acoplada al star system y al trabajo de los publicistas. La película está basada en el libro autobiográfico de Toby Young que narra los dos años que pasó trabajando en Vanity Fair, libro al que se añadió para la gran pantalla la inevitable y previsible historia de amor.
Los momentos en los que mejor funciona Nueva York para principiantes son aquellos en los que se acuerda de sus pretensiones rompedoras, de relato del viciado mundo del espectáculo y del cine, su crítica no profunda pero sí ciertamente ácida de clichés como la edad de la actrices, la poca memoria de los integrantes de este mundillo o los méritos para avanzar en la profesión de actor o director. También funciona cuando se mueve por el amor al cine, y entremezcla chistes (El gran Lebowski, de los hermanos Coen, es el referente principal, aunque lo que es impagable es el cameo fotográfico de Clint Eastwood y la conversación en la que nuestro protagonista defiende que la mejor película que se ha hecho jamás es... no, no lo voy a desvelar, porque el shock es inmenso..) con sinceros homenajes (La dolce vita se convierte en parte integral de la historia en diversas escenas). Pero deja de funcionar cuando pasa al terreno más trillado de la comedia romántica. El final, tras una delirante escena de entrega de premios, es de lo más tópico, previsible y blando.
Dirige Robert B. Weide, un realizador que hasta ahora se había movido en el mundo de la ficción televisiva y del documental (fue nominado al Oscar en esta categoría en 1998) y que da con esta película su salto al mundo del largometraje. El protagonista de la función es Simon Pegg (Scotty en la nueva Star Trek de J. J. Abrams; por si alguien no la ha visto, su personaje es el que menos justicia hace al original, porque convierten al viejo ingeniero socarrón del Enterprise en un secundario cómico tópico y desmadrado del siglo XXI) y buena parte del éxito que tenga la película en cada espectador dependerá del grado de empatía que pueda trazar con él. Para mí no es cargante, pero tampoco es rotundamente brillante, cumple con su cometido y en sus mejores momentos de la película es capaz de provocar la esperada risa. Lo que se espera de él, en definitiva.
Cumplen igualmente Kirsten Dunst (Mary Jane en la saga de Spider-Man), Gillian Anderson (la agente Scully de Expediente X) y la gran mayoría del reparto, de donde se pueden destacar otros dos nombres. En primer lugar, Jeff Bridges. Aparece en pantalla más de lo que indica que sea el último actor en aparecer en los créditos y, sin embargo, da la sensación de que el suyo es un personaje desaprovechado. La comedia más típica se come los elementos de interés que podría haber dado el editor acomodado en el éxito pero con ganas de recuperar sus raíces arriesgadas (el motivo, en definitiva, por el que contrata al inglés protagonista: le recuerda a sí mismo de joven).
En segundo lugar, Megan Fox. Cuenta Weide que él descubrió a Megan Fox, que hizo el casting para su película antes de que Transformers se estrenara, pero que el adelanto en el asalto a los cines de la película de Michael Bay le dejó sin el mérito de ser su descubridor oficial. Lo cierto es que Megan Fox jamás va a encontrar un papel más a su medida que éste: interpreta a una joven actriz, físicamente espectacular (por si alguien tenía dudas, sí, sale en ropa interior), promesa de portadas de revista, con el cerebro más bien vacío y con interés por parecer una intérprete seria (ojo al trailer de la película que interpreta dentro de la película...). Ella misma y Paris Hilton parecen ser las inspiraciones de Megan Fox para este papel. Y con eso queda todo dicho.
Nueva York para principiantes, que se estrena el próximo día 24 de julio, distrae un rato, funciona a ratos como comedia (aunque no dejo de preguntarme si existiría la comedia moderna sin chistes relacionados con el sexo) y a ratos como crítica del mundo del espectáculo. Nada del otro mundo, pero con risas aseguradas. Quizá algo larga (cerca de las dos horas), pero con suficientes elementos de interés como para mantener la atención.
2 comentarios:
Pues yo ni siquiera había oído hablar de esta película. Y como lo más seguro es que no vaya a verla... así, entre nosotros... ¿cuál es la mejor película de la historia según Eastwood? :-)
Excelente reseña sobre una película que entretiene y en algún momento te arranca la risa, pero que desaprovecha la trama principal y la debilita introduciendo la historia de amor( que parece metida con calzador) para poder clasificarla como comedia romántica, que en términos de márketing tiene más tirón.
Estoy convencida que la novela original del tipo que trabajó para Vanity Fair la supera con creces, sobre todo porque intuyo una dosis más alta de ironía. El personaje de Jeff Bridges se merecía un dibujo tridimensional. En cualquier caso, es una opción simpática para un caluroso día de julio, sobre todo si no tienes en casa aire acondicionado, jaja. Un saludo
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