Cine. Puro cine. Eso es El apartamento. Una historia que tiene tantas lecturas como frases inolvidables, tantas interpretaciones memorables como escenas sublimes. Me tenéis que perdonar el tópico, pero es una joya de esas que ya no se hacen. Hoy la comedia ya no es lo que era. Pero es que la tragedia tampoco. Y la mezcla de ambos géneros, que tuvo unos cuantos genios durante el siglo XX, es algo que hoy parece que nadie sabe hacer. Y eso hace de El apartamento una tragicomedia absolutamente genial, única, irrepetible y que, por fortuna, nos ha llegado a todos aquellos que en 1960 no tuvimos la oportunidad de sentarnos en una sala de cine a contemplar esta maravilla.
Billy Wilder siempre defendió que El apartamento era una película optimista. No todo el mundo está de acuerdo, y no hay más que verla para darse cuenta de cuántas facetas oscuras tiene, empezando por el punto de partida de la historia: la infidelidad y la mentira generalizadas. Lo grande de esta película es que, probablemente, todos tienen razón. La mezcla entre los aspectos más amargos de la vida y los más hermosos que hace Wilder es simplemente mágica. Puedes pasar de la sonrisa al llanto de una facilidad asombrosa y al final, sólo al final, se puede decidir. ¿Tragedia o comedia? ¿Tristeza o felicidad? Para mí la historia es más trágica que cómica, pero también acaba siendo más feliz que triste. No conviene dar más detalles para que así cada espectador vaya tomando posición según se desarrolla la historia. Y es quizá El apartamento sea un espléndido medidor del carácter de cada persona que se ponga delante del televisor.
Jack Lemmon da vida a C.C.Baxter (las inciales significan Calvin Clifford, aunque todo el mundo le llama Bud), un hombre que tiene un más que curioso sistema para tratar de ascender en el escalafón de su empresa de seguros. Tiene acuerdos con sus ejecutivos para prestarles su apartamento con el fin de que éstos puedan ser infieles a sus esposas con la mayor comodidad posible. Y a cambio espera de ellos que se acuerden de él a la hora de promocionar a algún trabajador... Como él apenas tiene vida personal propia, ese acuerdo no es un impedimento más que cuando el frío y la lluvian arrecian en la calle. Sus vecinos, en cambio, piensan que tiene una ajetreadísima vida sexual y que va de fiesta en fiesta, cambiando continuamente su compañía femenina. Y C.C. sólo tiene ojos para una mujer, la ascensorista de su edificio, con la que es amable y cariñoso sin conseguir nada a cambio.
El punto de partida para esta película, según reconoció Wilder, nació después de ver Breve encuentro, quizá uno de los relatos más interesantes de la infedilidad conyugal, una película dirigida por David Lean en 1945. quince años antes del estreno de El apartamento. ¿Por qué tanta espera para realizar este proyecto? No hace falta más que ver la película para entenderlo. Años antes, la censura no habría permitido tantos comportamientos poco éticos en los personajes de la película. Y era necesario que fueran así, porque uno de los objetivos de la película es, precisamente, hablar de las máscaras que utilizan las personas en sociedad, en el trabajo y en sus relaciones personales. Un retrato que, analizado sin los tintes de comedia que tiene el filme, resulta lo más descorazonador de la película.
Jack Lemmon, todo un genio, fue el actor escogido por Wilder para dar vida a C.C.Baxter ya desde que comenzó a escribir el guión. El personaje está pensando para Lemmon y él borda el papel de este hombre solitario, ofreciendo una de las mejores interpretaciones de su carrera (hay quien piensa que Jack Lemmon fue sólo un buen cómico; para todos ellos, la recomendación indispensable es Días de vino y rosas, un demoledor retrato del alcoholismo firmado, por sorprendente que parezca, por Blake Edwards). Shirley MacLaine está igualmente espléndida en su retrato de joven angustiada, querida y utilizada a partes iguales por los hombres. Y sublimes los secundarios, empezando por Jack Kruschen, que interpreta al vecino doctor Dreyfuss, el hombre que pone las pinceladas de ética en la historia (el estudio trató de imponer para este papel a Groucho Marx, pero Wilder se negó).
Cuenta la leyenda (y lo corrobora Shirley MacLaine) que el guión se escribió en buena medida sobre la marcha, que muchas escenas se incluyeron durante el mismo rodaje, como por ejemplo la partida de cartas a un juego que la actriz estaba aprendiendo en aquellos días o el discurso sobre el amor que hace su personaje (cogido de una charla durante un descanso para comer que la propia MacLaine protagonizó). Y en el rodaje hay anécdotas tan bonitas como que la fiesta de Navidad que se ve en la película se rodó un 23 de diciembre. ¿Qué mejor forma de captar el ambiente festivo navideño? De esa escena, recordaba Wilder, sólo hubo que rodar una toma. "Ojalá siempre fuera tan fácil. Hoy bastaba con gritar 'acción' y echarse atrás", decía.
El apartamento consiguió cinco Oscar, y tres de ellos fueron para el propio Billy Wilder, los de mejor película, mejor director y mejor guión original (junto a I.A.L. Diamond). Las otras dos estatuillas fueron para la mejor fotografía y el mejor montaje. Ésta fue la última película en blanco y negro en conseguir el premio a la mejor película, hasta que 43 años después lo ganó La lista de Schindler (otra joya de la que habrá que hablar un día de estos...). No creo que nadie pueda llamarme exagerado si digo que El apartamento es una de las mejores películas de la historia del cine. Sencillamente inolvidable, totalmente imprescindible.
3 comentarios:
Menuda provocación, Juan. ¡Cómo no voy a escribirte un comentario a esto!
"El apartamento" es mi película favorita, no sólo por lo que es en sí misma, sino también porque al verla descubrí a Billy Wilder y me animé a ver más obras suyas.
No se puede decir si "El apartamento" es tragedia o comedia, porque es ambas cosas. Es una historia sobre personajes que viven en la tristeza pero contada con un gran sentido del humor. Para mí es una forma acertada de contar la historia, ya que esta en en gran medida una historia de doblez e hipocresía: los "maridos felices" que tienen querida; el trabajador trepa que cultiva "amistades" sólo para ascender de puesto; o la increíble ironía de que el doctor alemán crea que su vecino, el pobre Baxter, es un juerguista de primera...
Son muchos los momentos inolvidables de esta película, pero para mí destaca sobre todo el del espejo roto. NO sólo Shirley MacLaine se ve en él tal y como se siente, sino que a Lemmon también se le rompe el alma al mirarlo. Pero yo tampoco quiero explicar demasiado...
¡Gran elección!
Era una clara provocación, C.C.Buxter, je, je...
Lo del espejo a mí también me impactó mucho, ya lo destaqué en mi otro blog...
Vi "El Apartamento" por primera vez hace más de dos años... un desconocido me la aconsejó, y yo, que suelo hacer caso a los consejos, la vi... y volví a verla varias veces después.
No voy a volver a repetir lo que habéis dicho vosotros, porque estoy totalmente de acuerdo, pero lo que si voy a hacer es verla de nuevo esta tarde :)
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