Llevo años diciendo que el precio del cine es abusivo, exagerado, elevadísimo, que va en contra de la difusión de la cultura, que impide que se generalice aún más como forma de ocio en lugar de otras costumbres mucho más dañinas o peligrosas. Llevo años diciendo que es imposible para una familia costear cuatro entradas de cine para entretener a los más pequeños y enseñarles este maravilloso arte que es el cine. Llevo años diciendo que si hubiera alguna sala valiente que se atreviera a bajar los precios, poner la entrada a dos o tres euros, tendría llenos en todas sus sesiones. Hoy por fin tengo un ejemplo con el que avalar mis descabelladas teorías.
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Madrid es, junto con Barcelona, la ciudad más cara de España en lo que a las entradas de cine se refiere. La media nacional se sitúa en 5,22 euros, lo que no es poco. Pues en Madrid se puso en marcha hace unos meses una iniciativa, gracias al Ayuntamiento y la Comunidad: cine a un euro los martes para los mayores de 65 años. La campaña, que podría prorrogarse ante el éxito cosechado, acaba la semana que viene. Y según los datos que he visto publicados en El País, los cines que se adhirieron a dicha campaña han recaudado cada martes un 74 por ciento más que los cines que no se sumaron a ella. En Kinepolis, los cines más grandes de la Comunidad, se ha pasado de 1.200 espectadores diarios a 5.000. Por tanto, un aumento notable de la taquilla que se ha debido única y exclusivamente al precio reducido, no a las películas programadas. De hecho, el titular de la noticia es significativo: "¿Cine en coreano? Total, por un euro".
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Esta experiencia, como todo en la vida, tiene una parte negativa. Los gobiernos municipal y regional han aportado más de un millón de euros a modo de subvención a los cines que se han sumado a la campaña. Es una lástima que las buenas ideas se tengan que recompensar con dinero. Si aplicamos el precio de la entrada a los datos sólo de Kinepolis, tenemos que cada martes este cine ha ganado 3.800 euros que sin esta campaña no se habrían ganado. Y encima han recibido la subvención.
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Cuando vi la iniciativa me gustó. De hecho pensé que debería extenderse a los jóvenes, otro grupo que tampoco tiene tanto dinero como para gastarse siete euros en una entrada un viernes por la noche (luego, viendo cómo se comportan algunos jóvenes dentro de la sala, me arrepentí, pero el cinéfilo que llevo dentro siempre apostará por la difusión del séptimo arte por encima de todo). Y luego me planteé por qué diablos no puede un cine cualquier rebajar el precio de sus entradas. Supongo que aquí entran en juego los intereses de las distribuidoras y el yugo al que están sometidos los exhibidores, pero sigo creyendo que la reducción en el precio no implicaría perder dinero, sino más bien todo lo contrario. Iría más gente y la recaudación crecería.
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