miércoles, junio 19, 2013

'Un invierno en la playa', la deliciosa reescritura de la vida

Un invierno en la playa es una película sobre la reescritura de varias vidas interconectadas, las de una familia de escritores y aspìrantes a serlo. Es una pequeña película de corte independiente y reparto deslumbrante (más allá de los nombres más conocidos, destacan también los más jóvenes, lo que da una frescura muy agradable) que se gana la complicidad del espectador desde el principio. Quizá con algunos lugares comunes y estrategias narrativas demasiado repetidas en el cine que se rueda lejos de los grandes estudios, incluso con un guión que deja cabos sueltos y ocasiones perdidas, pero con una deliciosa empatía que hace que los personajes traspasen la pantalla y, aunque sólo sea durante poco más de hora y media, sean el padre, la madre, el hijo, la hija, el hermano o la novia que todo el mundo podría haber tenido. Y es que Un invierno en la playa es un precioso pedazo de vida, que conecta además con la maravillosa capacidad de escribir.

Bill (Greg Kinnear) es un escritor divorciado de Erica (Jennifer Connelly), que se marchó con un hombre más joven. Ambos son padres de dos hijos, a los que él ha ido educando para que sean escritores como él. Samantha (Lily Collins) no cree en el amor, y así se lo intenta hacer ver a Lou (Logan Lerman) a pesar de sus intentos de que le conceda una cita. Rusty (Nat Wolff) sí cree, es un romántico idealista que convierte a Kate (Liana Liberato), una compañera de clase, en el ángel de sus poemas. Hay en Un invierno en la playa media docena de razones para disfrutar: su reparto. La comicidad humana y realista de Kinnear sigue siendo tan divertida como cuando se coló hace ya 16 años entre Jack Nicholson y Helen Hunt en Mejor... imposible. Y la versatilidad de la espléndida y quizá a veces algo infravalorada Jennifer Connelly encuentra aquí un papel espléndido para demostrar lo gran actriz que es. Pero hay más.

Porque aunque Kinnear se erija en protagonista de la película, lo cierto es que ésta crece gracias a la frescura de sus rostros más jóvenes. Lily Collins es la que más peso aguanta, y lo hace con una simpatía y un realismo al que no apuntaba precisamente en la insulsa Blancanieves que protagonizó. Logan Lerman confirma las buenas sensaciones que apuntó en Las ventajas de ser un marginado, porque incluso para interpretar a dos adolescentes con ciertos puntos de conexión se pueden incorporar matices diferentes. Aunque tiene ya algunos papeles en su filmografía, el descubrimiento de la película es Nat Wolff. Y junto a él está Liana Liberato, una joven actriz que deslumbró en Trust, una película incomprensiblemente inédita en España. Lástima que su personaje y el de Kristen Bell queden algo desdibujados, sobre todo al final, siendo estas inconsistencias en un guión en general bien llevado el principal problema de la película, escrita y dirigida por el debutante Josh Boone.

La impresión que deja la película es fantástica por todo lo relatado, porque enlaza momentos tiernos, divertidos, personales y dramáticos con soltura y emulando a la propia vida real, pero lo del título es para ser analizado aparte. El que tendrá la película en España, Un invierno en la playa, es horrendo porque no se corresponde en absoluto con la película. En la pantalla, al inicio del filme, el que aparece es Writers, mucho más acertado aunque poco preciso. Y uno va a IMDB y se encuentra con que el título original de la película es Stuck in Love (algo así como Atascado en el amor, probablemente más acertado en plural), y que está traducido como El novelista, dejando los tres escritores que hay en la película en uno solo, se sobreentiende que el interpretado por Greg Kinnear. Así que no sé cómo llamar a la película, que parece condenada a ser la Greg Kinnear y Jennifer Connelly. Pero, aunque sea así, merece la pena por ser un fresco retrato realista sobre la familia, el amor y la posibilidad de reescribir nuestras vidas.

2 comentarios:

Doctora dijo...

Juro que cuando vi el cartel en los autobuses y leí el título pensé que era un anuncio de una agencia de viajes.

No me pega mucho Lily Collins como hija de Jennifer Connelly. La cosa es que podría ser, porque una tiene 24 años (e imagino que su personaje no llegará a los 20) y la otra 42, y además tienen rasgos en común, pero...

Juan Rodríguez Millán dijo...

Doctora, y te creo, te creo, que yo también vi un autobús con el anuncio y tardé en asimilarlo... A mí sí me convencieron en esa relación de madre-hija. Pero donde esté esa madre, que se quite la hija...