Cuando uno visualiza en la cabeza la idea de un padre de familia que se ve obligado a introducirse en una red de narcotráfico para ayudar a la DEA en un arresto y que así su hijo se pueda librar de una condena de diez años por posesión de drogas, el protagonista que aparece en la mente no puede ser Dwayne Johnson. Cuando uno ve esta película hecha realidad, El mensajero, siempre da la impresión de que la Roca, un auténtico armario, va a ponerse a pegar mandobles por doquier y a emplear armas de fuego tan grandes que hacen falta las dos manos para sujetarlas, como sucede en G. I. Joe. La venganza y tantas otras. Pero no es así. Un casting acertado es esencial para hacer creíble una película y éste no es el caso. Lo normal es que el propio Johnson haya querido interpretar este papel para evitar el riesgo de encasillamiento, pero aún así, y dado que no es precisamente un espléndido actor dramático, la película se le escapa por todos lados.
El mensajero, en todo caso, provoca dos sensaciones diferentes según el grado de benevolencia con el que quiera evaluarse. Por un lado, no pasa del clásico telefilme de sobremesa encabezada con esa a menudo desalentadora leyenda de "basada en hechos reales", con la única diferencia de contar con un actor conocido. Por otro, ofrece una parte central interesante, en la que se escapa de la rutina. Trillada, sin duda, pero al menos rodada con efectividad y solvencia. Ahí sí hay interés por ver qué le sucede a este padre de familia normal en una situación extraordinaria, toda vez que el arranque parece cargado de mensajes moralizantes no demasiado claros (tampoco son evidentes al final de la película) con un ritmo cinematográfico muy lento, y que el final acaba en el clásico desmadre de película norteamericana de acción pero con una realización del especialista Ric Roman Waugh más bien poco lograda, sobre todo en lo que tendría que ser su campo predilecto.
Ver una película con esa mencionada entrada de "basada en hechos reales" lastra en demasiadas ocasiones el resultado final... precisamente por no resultar creíble. No por el hecho en sí mismo que narra (no es difícil pensar en un cargo político aprovechándose de la necesidad de un ciudadano de a pie, como hace la fiscal interpretada con cierta desgana por Susan Sarandon), sino porque muchas cosas parecen forzadas en la historia de John Mathews, un hombre íntegro, divorciado, con un hijo en su primer matrimonio y una hija en el segundo y dueño de una empresa de transportes. Hay, sin embargo, un par de elementos interesantes en la película, como el desaprovechado papel del agente Cooper (¿un guiño al protagonista de Twin Peaks?) o el interesante dilema personal y familiar de Daniel (Jon Bernthal), empleado del protagonista al que recurre para conseguir contactos en el mundo del narcotráfico. El papel de Benjamin Bratt como gran capo de la droga, supuesto gran villano de la película, es tan breve que casi no merece ni comentario.
El mensajero no deja de ser la típica película de buenas intenciones, final feliz, hombre de carne y hueso protagonizando hazañas por su familia y realización demasiado modesta como para cubrir sus fallos. Podría haber sido mejor película de contar con un protagonista más adecuado, porque Dwayne Johnson es perfecto para repartir golpes y apretar gatillos pero se antoja complicado verle al borde del llanto, confesando sentimientos o incluso mendigando favores con cara de no haber roto un plato en su vida ante quien puede hacerlos realidad. Quizá también mejoraría el resultado final con una realización más ambiciosa. Pero El mensajero no tiene ni una ni otra cosa. Y aunque está lejos de ser un producto infumable, también se queda a gran distancia de ser una buena película. El rato se pasa relativamente a gusto, pero poco más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario