viernes, septiembre 21, 2012

'Mátalos suavemente', cuánto daño ha hecho Tarantino

Cada día que pasa y cada película como Mátalos suavemente que veo, lo tengo más claro: cuánto daño ha hecho Tarantino al cine. No lo digo por el hecho de que no soy precisamente un admirador del cine del autor de Reservoir Dogs, Pulp Fiction o Malditos bastardos, sino por la cantidad de imitadores, de una u otra forma, que le han salido. Viendo El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, la anterior película de su director, no hubiera pensado que Andrew Dominik podría entrar en esa categoría, pero así es. Lo que hace en Mátalos suavemente es mezclar la lentitud de su cine, que en esta ocasión sobrepasa en más de una ocasión el aburrimiento, con eso que para muchos forma parte de la esencia del cine de Tarantino, la violencia y los diálogos pretendidamente ingeniosos sobre cuestiones triviales. Y todo con ello con Brad Pitt de por medio en una película que, en el fondo, no tiene mucho que contar.

Y es que ahí es donde está el principal problema de Mátalos suavamente. Apenas hay una historia que contar. Hay una anécdota que se podría haber solventado en poco más de media hora, pero que se alarga hasta los 97 minutos. Hay una cierta indefinición. Y es que tenemos una película de Brad Pitt en la que el actor tarda casi 30 minutos en aparecer en pantalla (ya fue un problema vender El árbol de la vida como "película de Brad Pitt"). Lo anterior podría haberse resumido en cinco minutos, pero Dominik se obliga a estirar ese arranque para llegar a la extensión del largometraje. ¿Cómo? Con esos diálogos triviales que aquí se hacen más interminables que nunca. El tono lento y pausado de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford llevado a terrenos tarantinianos. Esos diálogos acaban cayendo en la repetición y no es hasta el último de ellos cuando se consigue algo de cierta transcendencia.

Entre tanto, Dominik, autor también del guión, quiere envolver su anecdótica historia con una especie de metáfora sobre la actual situación económica. Lo hace colocando de fondo, como una insistente melodía de fondo que sustituye a la música (que no a las canciones, otro rasgo del daño que ha hecho Tarantino a este tipo de cine, que repite machaconamente el modelo sin cuestionarse si está bien aplicado o si hay otras vías), frases reales de George W. Bush y Barack Obama, pues el filme se sitúa en vísperas de las elecciones presidenciales de hace cuatro años. La metáfora no funciona por ningún lado, a excepción, insisto, de ese diálogo final, el único que sí marca una diferencia. Tarde para que la película remonte el vuelo, pero al menos deja un buen sabor de boca.

Brad Pitt tarda en salir porque Dominik quiere explicar primero, y con demasiado detalle, por qué tiene que salir. Pitt interpreta a un asesino a sueldo al que encargan acabar con los responsables del atraco a una partida de póker millonaria y clandestina. Su misión es matar a los dos jóvenes que perpetran el atraco y a quien lo ha ordenado. Su intermediario es un espléndido Richard Jenkins, cuyas conversaciones con Pitt son de largo lo más entretenido de la película. Por un motivo que acaba resultando inverosímil e inexplicado, el asesino recurre a un colega, un mujeriego y alcohólico interpretado por un inspirado James Gandolfini, en un largo desvío de la historia de difícil encaje y de muy dudosa resolución. Y por el camino queda el organizador de la partida, un Ray Liotta interesante. De hecho, y asumiendo que esos dos atracadores (Scoot McNairy y Ben Mendelsohn) no tienen el peso del resto de personajes a pesar de que la película se base en ellos, el reparto es lo más destacado de Mátalos suavamente.

Desde que Tarantino hizo Pulp Fiction, da la impresión de que todo el thriller y el policíaco quiere seguir esa senda. Sólo David Fincher ha arriesgado lo suficiente (y más de una vez, con lo que su mérito es aún mayor) como para salirse de ese camino. Mátalos suavemente sufre por la escasa entidad de su historia y por el interminable desarrollo de unos diálogos intrascendentes... que buscan precisamente trascender. Dominik abusa de algunos recursos (la escena en la que Mendelsohn está colocado repite recursos una y otra vez), sorprende por lo inadecuados que parecen otros (el tiroteo a cámara lenta) y no consigue sacar partido de un notable reparto. Si se hacen tantas películas como ésta, será que pueden gustar al espectador medio. Yo no encuentro atisbos de originalidad ni elementos que me hagan disfrutar demasiado. Una película de asesinos a sueldo como ésta exige más ritmo, lo necesita, lo pide escena a escena. Y aquí no hay ritmo. Sólo lentitud.

2 comentarios:

Meg dijo...

Yo creo que por mucho imitador que se tenga eso no menoscaba la genialidad del imitado...Un abrazo!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Meg, no, no, por supuesto que no, no le echo la culpa de nada a Tarantino, pero si la relaciono con el inicio de este tipo de cine. Aunque ya sabes que a mí genio no me parece...