El irlandés es una de esas películas pequeñas que dejan un indudable gran sabor de boca. Es una delirante mezcla entre un spaghetti western ambientado en Irlanda (e irlandés), mezclado con la clásica buddy movie de policías que Hollywood viene haciendo con frecuencia desde que Arma Letal convirtiera esta clase de historias casi en un subgénero.Con un guión tan rocambolesco como sorprendente y unos diálogos tan potentes como divertidos, El irlándes destaca por ser una mezcla de lo que se tanto se admira, sin que para mí alcanza los niveles de maestría que hay aquí,en el cine de Quentin Tarantino y en el de los hermanos Coen. Y es que a veces el talento no viene de donde tantos ansían encontrarlo. Por supuesto, sin el talento de Brendan Gleeson, uno de esos actores secundarios que casi nunca encuentran el reconocimiento que merecen, esta película no llegaría ni a la mitad de lo que realmente es.
Es El irlándes una película intensamente basada en su personaje protagonista. El sargento Gerry Boyle es un policía peculiar. Su respeto por la escena de un crimen es nulo, su afición a las mujeres le lleva a contratar prostitutas en su día libre, su trato a otros agentes de cualquier cuerpo deja mucho que desear y su socarronería ante la autoridad es evidente. Pero, al mismo tiempo, es inteligente y culto, un buen tipo que adora y cuida a su madre. Una vez vista la película resulta dificilísimo disociar esta descripción de Brendan Gleeson. Secundario en tantísimas películas, de Braveheart a Gangs of New York pasando por El reino de los cielos o la saga de Harry Potter, ofrece una actuación sencillamente perfecta, ya desde el arranque de la película.
Y ese arranque, es el que sienta las bases de lo que va a ser el resto. No sólo por el personaje, sino también por el tono. Evidentemente, una comedia. Pero también una película con más trasfondo del que pueda parecer. Y con un marcado tono de ejercicio de estilo, que remite con su música al spaghetti western. Interesante elección la de John Michael McDonagh, director debutante y guionista con anterioridad sólo de Ned Kelly, para crear este policíaco irlandés, sumamente original en su conjunto y rodado con fuerza. La apuesta estilística funciona a las mil maravillas. Los diálogos hacen el resto, cebándose especialmente en el contraste entre este sargento irlandés y el agente del FBI Wendell Everett, interpretado sólidamente por Don Cheadle. Es casi inevitable que surja la sonrisa en el espectador antes de que empiecen a hablar. Funciona ya sólo con verles juntos y la mezcla estalla, para bien, en cuanto nace la dinámica de diálogo. Liam Cunningham y Mark Strong ofrecen unos villanos correctos, quizá algo más convencionales que el resto de la película (y en el caso de Strong, un actor más que competente, suena a ya visto) pero no desentonan.
Lo curioso de El irlandés es que, a pesar de ser un producto más que satisfactorio, lo único en lo que parece innovar es colocar un spaghetti western en Irlanda. El resto bucea en territorios ya explorados con mucha frecuencia. Pero mientras las buddy movies actuales, en especial las de Hollywood, tienden al humor absurdo y algo chusco, ésta apuesta por la inteligencia y la ironía. Mientras las películas que explotan el choque de culturas optan por la absurdez imposible, El irlandés tira de situaciones más que realistas (que un agente norteamericano de raza negra intente hablar en inglés en una zona en la que tanto se habla el gaélico es, sencillamente, glorioso de contemplar). Y mientras la mayoría de los policíacos necesitan espectaculares escenas de acción para ser lo más original del año, este filme apuesta por la diversión narrativa, desde las líneas de diálogo hasta los hallazgos visuales (Boyle poniéndose su uniforme de gala con esa música de Calexico que homenajea sin pudor a Ennio Morricone).
Seguramente no convenceré a los fervientes seguidores de Tarantino y los Coen, que los tienen y muy numerosos, pero no consigo quitarme de la cabeza la sensación de que El irlandés explota lo que muchos alaban a ambos pero que para mí no consiguen casi nunca. Se ha elogiado hasta la saciedad la capacidad que tienen estos cineastas de crear situaciones absurdamente realistas con un trasfondo policíaco, considerándose sus cumbres Pulp Fiction por un lado y Fargo por el otro. Ni Tarantino ni los Coen me llaman hoy la atención, aunque es verdad que los segundos sí tenían para mí algo especial hasta El gran Lebowski, filme a partir del cual se acabó la genialidad. El irlandés trata de moverse por esos territorios. A la gente parece haberle gustado la apuesta, al menos en su Irlanda de procedencia, donde ha sido un filme de gran éxito. No creo que muchos hayan trazado este paralelismo con Tarantino y los Coen, pero para mí, sin duda, tiene mucho más ingenio El irlandés que cualquier película de aquellos. Y, por eso, sólo puedo decir que son 96 minutos de gran diversión con un pedazo de actor al frente.
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