lunes, mayo 07, 2012

'Los diarios del ron', escasa radiografía del vicio exótico

Tenía ciertos alicientes esta Los diarios del ron, pero casi todos se quedan escasos. Apetecía ver a Johnny Depp en un papel alejado de sus Piratas y demás vicisitudes palomiteras, y más encabezando un reparto alejado del estrellato pero con nombres y rostros más que conocidos. Sin ser un director especialmente brillante, había curiosidad por ver qué hacía Bruce Robinson nada menos que veinte años después de su anterior película (Jennifer 8, de 1992). Y siempre parece atractiva la historia de un periodista, y más en los conflictivos años 60 y en un entorno exótico como es Puerto Rico. Pero la verdad es que la película se queda a medias en casi todo. Quiere ser una radiografía del vicio, de todo tipo de vicios (lo que quiere decir, alcohol, droga, juego y mujeres) y se queda en una simple historia más de un americano perdido en un escenario exótico, que no engancha ni enamora. Visible, pero lejos de ser lo que pretendía.

Investigando, uno puede encontrar fácilmente la historia de Hunter S. Thompson, un periodista que creó una nueva forma de reporterismo, la de introducirse en sus investigaciones hasta el punto de convertirse en protagonistas de las mismas. Desconozco el grado de fidelidad de Los diarios del ron con respecto al original literario, que Thompson escribió en los años 60 pero no consiguió publicar hasta 1998, o la autobiografía que pueda contener el libro, pero no se vislumbra en la película el interés que tiene esa definición del periodista, a pesar de tocar levemente esa concepción de la profesión. Lo que se ve, en cambio, es el retrato de un tipo en realidad bastante anodino y lejos del carisma, rendido al alcohol, malviviendo en Puerto Rico porque no sería capaz de estar en aquel momento en ningún otro sitio y con la inevitable sensación de que acabará inmerso en un triángulo amoroso que terminará por destruir lo poco o lo mucho que tenga construido en Puerto Rico.

Con Johnny Depp me sucede algo curioso. En los últimos años el mundo entero parecido rendido a su trabajo, y es justo ahora cuando menos interesante me parece. De sus colaboraciones con Tim Burton, me quedo con las primeras (Eduardo Manostijeras por encima de todas las cosas), no le veo la gracia a su Jack Sparrow de los archifamosos y para mí sobrevalorados Piratas del Caribe, y no me termina de convencer en prácticamente ninguna de sus películas más recientes (y, como ejemplo, la aburridísima The Tourist). Sí que es cierto que en algún momento consigue meterse de lleno en la piel de Paul Kemp, un escritor fracasado que se mete a periodista en Puerto Rico, pero también es fácil confundir al Depp de Los diarios del ron con el The Tourist, La ventana secreta o cualquier otra película en la que no tenga que llevar encima una gruesa capa de maquillaje. Con una interpretación memorable, Los diarios del ron podría haberse sostenido en su actor principal. Depp no consigue ese objetivo.

Y no lo consigue porque, en realidad, el guión es bastante tópico. Los personajes, más allá de ofrecer alguna rocambolesca y divertida situación (la recuperación del coche destrozado), se dibujan entre el estereotipo y la indefinición. Y no importa que el reparto lo formen interesantes actores como Aaron Eckhart o Richard Jenkins, que cumplen sobradamente con lo poco que tienen, porque no hay mucho que rascar. En realidad, lo único que parece funcionar es el atractivo sexual y la dinámica de seducción que ejerce el personaje de Amber Heard sobre casi todos los personajes y, por qué no decirlo, sobre el espectador. Tópico, desde luego, ya sea como motor de las ilusiones de Paul Kemp (sí que existe química con Johnny Depp) o como reclamo para el espectador (en su más que sensual baile con un portoricense), pero es de largo lo que mejor funciona en la película. También dentro del tópico y dejando una muy mala resolución para el personaje, pero funciona por momentos.

Pero es, insisto, lo único que acaba mereciendo la pena. Los diarios del ron va prometiendo casi en cada escena un avance de la historia que pueda enganchar pero nunca termina de ofrecerlo. Y así se queda en un mosaico de exotismo y vicio, que pasa de mostrarnos a un protagonista resacoso a otro enganchado a una mujer contra la que sus amigos le advierten, que nos lo enseña enganchado a las apuestas locales, las de las peleas de gallos, y ligeramente los problemas de integración en el país, que pasa de ser un tipo al que todo le da igual a convertirse en un periodista cargado de idealismo injustificado. Muchos vaivenes y poca concreción tiene esta película que, lejos de aburrir gracias a su insatisfecha promesa de algo mejor y algún que otro momento interesante, tampoco consigue engancharse en la memoria por encima del resto de historias de un americano intentando vivir en un lugar más o menos perdido o de cualquier película que plantee un triángulo amoroso en escenario parecido a éste.

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