miércoles, febrero 01, 2012

'Underworld. El despertar', intrascedente más de lo mismo

Hay un momento en el que Underworld. El despertar parece que va a ser algo diferente. Recapitulemos. Es la cuarta entrega de una saga en la que los vampiros y los hombres lobo mantienen un milenario enfrentamiento que tiene su último campo de batalla en nuestros días. Diferente no parece así de partida. Pero hay un momento, digo, y además llega bastante pronto, en que El despertar parece que va a aportar algo diferente. Pero no lo hace y se queda en una historia intrascendente. Lo diferente se queda en la escena de apertura de la película y se diluye para volver al mismo camino de siempre. Es un camino que sus responsables conocen y que aplican con la misma corrección que capacidad de olvidar o prever lo que se ve. Es decir, que entretener sí entretiene, pero no ofrece nada nuevo que degustar. Una heroína atractiva, mucha acción imposible, peleas entre vampiros y licántropos y un festín de efectos especiales que cada vez parecen más dibujos animados. Eso sí lo ofrece. Y el tan inevitable como superfluo 3D.

Decir de una película que es una cuarta parte suele retraer a quienes no hayan visto las tres primeras. Nada de que preocuparse por ese motivo, los primeros dos minutos de película son un resumen de las tres entregas anteriores. Y como así parece que tampoco es necesario saber nada más para lanzarse de lleno a esta cuarta parte, cabe preguntarse de qué sirvieron las casi seis horas anteriores, si en realidad todo era tan fácilmente resumible de esta forma. Lo mejor de El despertar está, además, en su prólogo, una escena contundente que podría haber abierto nuevos derroteros en la saga, acercándola, por ejemplo, a lo que supone X-Men para el cine de superhéroes. Pero no es el objetivo de sus guionistas (entre los que se encuentra J. Michael Straczynski, autor de cómics). Prescindiendo de contar lo que sucede en esa escena y lo que acontece a partir de ahí para no destripar nada, la película va de la pelea entre estas dos razas de criaturas sobrenaturales contada desde el punto de vista de la conocida Selene.

En los últimos años, el cine de acción de Hollywood ha intentado apostar por unas cuantas heroínas para protagonizar títulos que aspiran a romper taquillas. No lo ha conseguido, como tampoco una calidad sobresaliente, en muchos casos ni mínimamente decente (¿hacer falta recordar Catwoman o Elektra?) en este sector del género que compensara la práctica falta de cariño de los aficionados. Underworld es una pequeña excepción, y creo que su protagonista tiene mucho que decir en eso. Kate Beckinsale es la perfecta heroína de acción. Es sumamente atractiva, se beneficia de un disfraz de cuero negro que realza todas sus curvas, y tiene un personaje coherente en todas las películas. Dan ganas de ver a esta actriz en un filme que sí explote sus virtudes (¡ojalá hubiera conseguido ser Wonder Woman!). Y es que aquí no hay nada demasiado trascendente, porque en esta cuarta entrega, a pesar de las inmensas posibilidades abiertas, prima la acción descontrolada y el duelo con un villano (Stephen Rea) que tampoco termina de convencer demasiado. Pero Beckinsale se sostiene con dignidad por encima del andamiaje de la película.

Esta saga llega ya a su cuarta película sin haber ofrecido nada realmente memorable. El despertar lo intenta en algunos momentos en los que los lazos afectivos de Selene parecen encaminar la historia, pero rápidamente vuelve a lo de siempre, acción, vampiros y hombres lobo. No es que esté mal hecho, y para quienes no se hayan tragado las anteriores películas de la saga puede sonar hasta curioso (o casi una versión salvaje del Crepúsculo tan de moda), pero está muy visto. Y buscando que todo sea más grande que en las entregas precedentes acaba convirtiendo lo que antaño podía salvar una película como ésta, sus efectos especiales, en algo que juega en su contra. Llevamos años diciendo que el cine de animación está alcanzando unos niveles de realismo sublimes, pero con el cine de acción real pasa justo lo contrario: sus criaturas hechas por ordenador, con las excepciones que sí alcanzan el grado de excelencia, parecen cada vez más dibujos animados. Eso es lo que sucede con los hombres lobos de Underworld. ¡Si Lon Chaney Jr. levantara la cabeza o si Rick Baker viera esto!

Los suecos Mans Marlind y Bjorn Stein se hacen cargo de la dirección y entre lo poco que aportan, aunque dijeron que sería un filme diferente a los anteriores, está el movimiento. Demasiado. Y mucha oscuridad, lo que para el 3D es un enemigo de gran peso. El 3D, por cierto, encuentra aquí un nuevo argumento para sus detractores. No se puede justificar una película en este formato por tres o cuatro proyectiles disparados en dirección a la cámara. Pero se sigue haciendo y sigue colando. Así que a la hora de poner argumentos en la balanza, ganan los que juegan en contra del aprobado de esta película. El atractivo de Kate Beckinsale a muchos niveles, y no sólo en cuestiones índole sexual o de imagen sexualizada, pesa lo suyo, y tienen cierta gracia algunas soluciones a momentos de acción (ojo a cómo se libra Selene de un ascensor que le cae encima, sencillamente hilarante). Pero es que el guión es normalito y tiene inmensos agujeros. Los efectos son muy cartoon y el final abierto empieza a ser ya cansino en una película de género. Entretener, entretiene. Pero como tantas otras.

2 comentarios:

Jo Grass dijo...

¿Te puedes creer que no he visto ninguna de las cuatro?

Juan Rodríguez Millán dijo...

Jo, me lo creo, me lo creo... A mí tampoco me han llamado nunca la atención de forma especial...