jueves, febrero 03, 2011

'El discurso del rey', magnífico y moderno clasicismo

El discurso del rey es una de esas películas que pide a gritos un enfoque clasicista. Con el foco en la realeza, narrando acontecimientos históricos, con actores sobresalientes pero alejados del estrellato hollywoodiense y con producción y director ingleses. Y resulta que no. O, al menos, que no sólo es eso. El discurso del rey, empujada por caminos diferentes y algo inusuales por Tom Hooper (ese director que clamaba por el reconocimiento con la espléndida y por desgracia muy ignorada The damned United), es una película moderna y actual, pero respetuosa con el ambiente y las exigencias de su fondo. En la historia abraza con fuerza ese clasicismo, pero en el envoltorio se revela como un filme propio de su época, rodado con grandes angulares, con encuadres diferentes, con distintos niveles en el plano. Y todo ese conjunto, rico y sensible, completado con maestría por un cuadro actoral formidable, supone una película espléndida a todos los niveles. Espléndida y sorprendente. Emotiva y hermosa. Un muy logrado guión de superación personal en un marco inverosímil (por elitista).

Después de sólo tres películas, ya se puede afirmar que Tom Hooper es un director sin miedo y un nombre que hay que tener muy presente para el futuro. Se desenvuelve como pez en el agua en historias humanas desarrolladas en los contextos más diferentes. No le importa tratar con ciudadanos comunes o con figuras históricas, con reyes o con entrenadores de fútbol, con blancos o negros, con hombres o mujeres. De todo ahí ya en su filmografía después de Tierra de sangre (una historia sobre el apartheid sudafricano) y The Damned United (la etapa más controvertida de la carrera del entrenador de fútbol inglés más reconocido de su época). Pero si por algo destaca es por los retratos dobles, la relación entre dos personajes protagonistas, siempre colocados en los lados opuestos del espectro de personalidad. Y lo hace, ojo, sin repetirse, lo que tiene un mérito aún mayor. El discurso del rey se está vendiendo como la película de Colin Firth y la primera gran sorpresa que depara es que no es así en absoluto. En los títulos de crédito ese nombre aparece al mismo nivel que el de Geoffrey Rush. Y es que la película trata sobre ambos.

Quien la vea desprovisto del peso de la maquinaria publicitaria, se dará cuenta enseguida de que es así. De que tiene tanto peso Rush como Firth, a pesar de que la Academia de Hollywood haya decicido colocar al primero en la categoría de actor secundario. No se entiende la historia sin él, es tan esencial ver con su familia o recitando a Shakespeare a este hombre dedicado a solucionar problemas del habla como el rertato íntimo que hace Hooper del rey inglés Jorge VI. Y ahí radica buena parte de la grandeza de El discurso del rey, en una radiografía doble del alma humana, de sus miedos, de sus logros, de sus aspiraciones y, sobre todo, de su amistad (si alguien duda de que ese es el tema esencial de esta película, que lea cuál es el último mensaje sobreimpresionado que aparece en la pantalla antes de que desfilen los créditos finales). Firth y Rush, sublimes ambos (aunque el esfuerzo vocal del primero le dé una aparente ventaja), protagonizan unas interpretaciones excepcionales gracias al conjunto que les rodea. Helena Bonham Carter, Derek Jacobi, Guy Pearce o Timothy Spall (normalmente infravalorado a causa de esa vis cómica que tanto explota) ayudan a que el cuadro dual sea inigualable.

Y es que es en las largas escenas de conversación, preparadas hábilmente con el papel clave del resto de intérpretes (no sobra nada), entre ambos donde estalla una magia que se intuye en muchas secuencias. Se intuye porque la primera sensación que deja es que el aspecto formal de la película es diferente. Esa imprevisión del espectador ante el espectáculo que contempla le puede incluso hacer dudar en algunos momentos sobre lo acertado de la elección, aunque esa incógnita se despeja poco a poco con planos magistrales (el final de la conversación en los jardines dejando a uno de los personajes desenfocado y unos pasos por detrás, la colocación contrapuesta a un lado de la pantalla de Firth y Russ en el plano-contraplano de una de sus conversaciones) y con espléndido uso de todas las armas de las que se puede valer una película, desde una fotografía preciosista hasta una música sublime del genial Alexandre Desplat (es aquí donde surge la única decisión difícil de explicar: ¿porque no es música de Desplat sino de Beethoven la que ilustra el clímax final que da título a la película?; la magia se rompe aquí, pero sólo mínimamente porque la escena, su montaje y sus interpretaciones están a un nível sobresaliente).

Quizá haya quien afronte El discurso del rey con miedo a encontrarse con un relato lento y plomizo. No lo es. En absoluto. Al contrario. Es un retrato vigoroso de un personaje esencial de la historia británica moderna, que avanza con firmeza gracias a unos diálogos magníficos (menos rápidos aunque igualmente mordaces en más de una ocasión que los de La red social, otra película que jugaba con un fondo clásico y un envoltorio moderno pero algo más agudizado). Y para quien crea que sólo va a asistir a un destacable trabajo de actores, ver esta película atendiendo a los detalles ajenos a la interpretación será una delicia. Porque ésta es, además y sobre todo, una película de Tom Hooper, quien realiza una magnífica labor de dirección y otorga un sello muy personal a un filme que, sobre el papel, corría el peligro de perderse en un mar de títulos intercambiables. No era una película fácil de hacer. Quizá era más sencillo interpretarla que dirigirla. Y el triunfo colectivo de todos los involucrados es lo que hace de El discurso del rey un título imprescindible. Moderno y clasicista. Hermoso e inspirador en cualquier caso.

7 comentarios:

VAN dijo...

Como siempre, tu crítica no puede estar mejor ni más completa! Aún no la he visto, pero tengo unas ganas... y después de leer esto aún más!! ;-)

Jo Grass dijo...

Pues yo disfruté muchísimo con la película y ahora he vuelto a hacerlo con tu reseña. Estoy convencida que ese Oscar es para Colin Firth, porque su interpretación es impecable y está cargada de matices,(una vez más, reivindico la necesidad de escuchar su voz en la VO. El doblaje desmerece totalmente su brillante trabajo interpretativo)y además, es una de esas historias que agrada a crítica y público a la vez!

Besotes. Me ha encantado tu crítica!!!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Van, como siempre, muchas gracias por tus palabras... Saca tiempo para verla, porque merece mucho la pena. Y, como dijo Jo, mejor en VO.

Jo, es que es una película para disfrutar, ya lo creo (lo de mi reseña menos, ¿eh?, je, je...; pero te lo agradezco igual). Y, sí, películas como ésta hacen crecer la importancia de la versión original.

Estela dijo...

No la he visto todavía pero es una peli que me llama mucho la atención y después de leer tu crítica más!
Una de mis primeras pelis a ver este finde será esa!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Estela, ¡qué ilusión volver a verte por aquí! Espero que laveas y que la disfrutes, ya me contarás...

Sonix dijo...

Esta es de las pocas que me faltan por ver de las candidatas a los Oscar, y cada vez que leo una reseña (sobre todo si es la tuya) me animo más. Aún así no quiero tener demasiadas expectativas por si acaso.
A ver si "cae" esta semana o la próxima!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Sonix, que caiga antes de los Oscars, sí, porque ésta es de las que merecen la pena... Ya me contarás...