Se están poniendo de moda los cuentos de hadas en el cine contemporáneo. O también películas que pretenden ser cuentos de hadas, que insuflan un contenido más o menos cercano a lo fantástico a historias cotidianas. Tim Burton ha coqueteado en varias ocasiones con ese particular subgénero del cine, M. Night Shyamalan lo llevó hasta la excelencia en algunas de sus películas, no sería descabellado entroncar algo del cine de Christopher Nolan en esta corriente. ¿Neil Jordan? Pues sí, Neil Jordan también con esta su última película, Ondine (película que por cierto no tiene todavía fecha de estreno en España a pesar de que se pudo ver ya en septiembre de 2009, hace casi un año, en el Festival de Cine de Toronto y se estrenó en Irlanda, su país de origen, en marzo de 2010). Y aunque en el fondo lo que Jordan ofrece no es más que una trampa, es una trampa bonita que engancha con la más sencilla magia del cine: con unos buenos actores, con un guión atractivo, con una hermosa historia y con preciosas localizaciones.
Me asombraba de que Neil Jordan se acercara al cuento de hadas, pero en realidad es una sorpresa relativa. Y es que Jordan es un director inclasificable. En sus ya treinta años de carrera, ha hecho terror, drama, comedia o thriller, tanto le da sumergirse entre vampiros que entre personajes que han sido víctimas de las mayores tragedias sociales, ha trabajado con actores muy conocidos y con intérpretes poco reconocibles (pero normalmente de mucho talento). Es un todo terreno. Con desiguales resultados, sí, pero no se ha especializado en género alguno como para que sorprende verle dirigiendo cualquier película. Ondine, además, se desarrolla en su Irlanda natal, lo que hace que sea una historia cercana y personal. Y entronca con una frase que dijo una vez Jordan: "la única razón por la que quiero hacer películas es que haya personajes que tienen partes de sí mismos que no entienden". Y de eso va Ondine. De personas que no tienen claras muchas cosas de sus propias vidas y de su búsqueda por entenderlas.
El filme arranca con la parte de cuento de hadas. Un pescador irlandés saca sus redes del mar para encontrar en su interior a una misteriosa mujer, cuya voz de sirena atrae la buena suerte, pero que no quiere que nadie la vea. Hermoso y poético punto de partida que consigue atrapar al espectador, no hay duda sobre ello. Luego empiezan las trampas, pero esas quedan para el juicio de cada espectador, que se sentirá más o menos satisfecho por las explicaciones (o ausencia de ella) sobre lo que está viendo y por la mezcla (en realidad, también muy personal y dependiente de cada uno de nosotros) entre realidad y ficción. Lo que es indudable es que se trata de una bonita historia, bien llevada si no disgustan demasiado los atajos que a veces escoge Jordan (más como guionista que como director) y que presenta, como decía, un magnífico envoltorio en forma de actores y escenarios.
Colin Farrell tiene buena parte de responsabilidad en el notable acabado de Ondine. Y es que el irlándes, después de muchos años en los que tampoco ha demostrado demasiado, compone un personaje complejo y atrayente, lleno de matices con los que genera una empatía importante. No sé si sería descabellado decir que es su mejor actuación (el caso es que ha trabajdo con grandes directores como Steven Spielberg, Michael Mann o Terry Gilliam, pero no se le recuerda ningún papel en concreto) pero muy lejos no puede estar. Quizá, y sólo quizá, un flashback sobre su problema con la bebida le hubiera dado una dimensión mayor al personaje. La desconocida polaca Alicja Bachleda (aunque nació en México), la pequeña Alison Barry o la también irlandesa Dervla Kirwan completan un reparto muy adecuado, muy profesional y muy comprometido con la película. Los escenarios, todos del irlandés condado de Cork, se suman al reparto como un personaje más. Uno muy hermoso y muy acorde con la historia.
Ondine es una historia de amor, pero también una historia de cariño. Es una fábula, pero también un filme de intriga. Es un cuento costumbrista, y también un drama social. Esta amalgama funciona en las dos vías. Por un lado, se puede echar en falta una concreción en algo, un mensaje claro. Por otro, ofrece mucha riqueza, pone diferentes temas sobre la mesa y permite al espectador disfrutarla a muchos niveles. Y eso funciona, por lo que lo primero queda ligeramente en el olvido. Una buena muestra de cine europeo, de que, en el fondo, las rocosas estrellas de Hollywood también saben, a veces, ofrecer actuaciones de lo más estimulantes y de que, por mucha inocencia que se pierda, siempre habrá cuentos de hadas con los que maravillar a niños y adultos.
4 comentarios:
Pues la verdad es que me sonaba remotamente, pero claro, como todavía no se ha estrenado aquí no me había planteado verla. Pero leyendo tu crítica igual la veo, cuando una peli tiene otros elementos que juegan a su favor, no me importa que me engañen un poco o me hagan alguna que otra trampa.
Besos!
No conocía la existencia de esta película pero vero que te ha gustado. Me has abierto las ganas de verla aunque será complicado.
Las localizaciones, la fotografía y los actores son fundamentales para que una película funcione.
Gracias por compartir esta reseña y así aprender más de cine.
Un beso!
Me han entrado ganas de verla después de leerte. Una crítica muy completa y precisa como siempre! ;-)
Sonix, yo la vi por el nombre de Neil Jordan. Yo creo que merece la pena, pero advierto lo de las trampas porque no todo el mundo reacciona igual ante ellas...
María, sí, está francamente bien por lo bonita que es la historia. Que no se haya estrenado es un motivo más para justificar que Internet sea el mejor vehículo para ver otro cine. Gracias a ti por leerla.
Van, muchas gracias por tus palabras, de verdad. Si por casualidad la ves, ya sabes, acuérdate de que fui yo quien te puso sobre la pista, je, je, je...
Publicar un comentario