viernes, octubre 14, 2011

'Contagio', blando efectismo

Hay algo que me aburre de Steven Soderbergh. Cada película suya parece tener el objetivo de ser el título definitivo sobre un tema. Y desde esa perspectiva, tengo que reconocer que no le suelo ver cerca de esas pretensiones al revisar su cine. Estuvo muy próximo a alcanzar su propósito en Traffic, aunque las enormes y excesivas concesiones finales arruinaron en buena medida el filme. Aquí viene a sucederle lo mismo. Comienza Contagio, su pretendida historia definitiva sobre una epidemia vírica mundial (tejida indudablemente a raíz de los ríos de tinta escritos sobre la gripe aviar, de hecho bastante mencionada en el filme) con mucho morbo. Muchos planos escabrosos. Demasiados, largos y muy desagradables. Innecesarios probablemente, y más teniendo en cuenta la voluntad buenista que desprende la película, mucho más preocupada de que se vea la solución de los problemas que de plantear dilemas que dejen poso una vez se sale del cine. Por el camino queda una rutinaria historia coral que, precisamente por ese carácter, deja demasiado en el aire la mayoría de las vidas que plantea. Y sin esa necesaria empatía, Contagio sólo ofrece algunas pinceladas de interés.

El arranque de la película anuncia el final. Partimos del día 2 de una epidemia que se va extendiendo, luego con el orden cronológico que preside Contagio ya podemos estar más que seguros de que el día 1 cerrará la historia. Un movimiento extraño porque la búsqueda del paciente cero no adquiere verdadera consistencia a lo largo del relato, pero con cierta lógica para evitar el excesivo buenismo del que fue presa, por ejemplo, Traffic. En realidad, es que ninguna de las líneas paralelas de la historia adquiere demasiada fuerza y esa indefinición es el gran problema al que se enfrenta Contagio. ¿Es una película científica? No. ¿Es una historia humana? Tampoco. ¿Es una historia gubernamental? La verdad es que no. ¿Es una historia periodística? No de nuevo. ¿Es más un relato frío y documental o un relato de ficción sobre la condición del hombre? Ninguna de las dos cosas. ¿Pero sale todo esto en la película? Sí, todo sale. Todo se bosqueja, pero nada termina de dibujarse, con lo que la película se mueve en continuos altibajos que van abriendo posibilidades que Soderbergh no aprovecha. Y seguro que lo hace conscientemente, dentro del aparente deseo de ofrecer un mosaico ambicioso y, quizá por eso mismo, bastante más fallido de lo que le gustaría.

Soderbergh busca la incomodidad del espectador, lo hace con desagradables planos de enfermos y con una música machacona e irritante de Cliff Martínez, lo hace con la base de la historia y con algunos de los detalles que va dejando a lo largo del metraje. Pero no termina de enganchar. La historia humana es, quizá, su mejor baza. Beth (Gwyneth Paltrow, una actriz que siempre me ha parecido insulsa y demasiado plana) es el primer personaje al que se coloca en el epicentro de la epidemia. Su marido, Mitch (Matt Damon), es quien tiene que lidiar con los efectos del virus, los que podrían generar más empatía en el espectador. Pero la frialdad preside su historia, cuando tendría que abordar con fuerza el lado más sensible de quien vea la película. Hay más calor en la visión tremendista y manipuladora del periodista freelance Alan Krumwiede (un notable Jude Law), sobre todo en su enfrentamiento televisivo con el científico a cargo de la búsqueda de una vacuna, el doctor Ellis Cheever (un buen Laurence Fishburne, cuyo personaje acaba perdido por ese buenismo de Soderbergh a la hora de cerrar sus películas definitivas). Ni Marion Cotillard ni Kate Winslet consiguen aportar mucho más a la película que ir incluyendo episodios con la misma facilidad con la que pasan los días de epidemia.

Contagio no es fallida en todo momento, claro está, porque plantea muchas cuestiones de interés. Su pecado es que se queda en la superficie de todas ellas, cuando quizá la habría convencido apostar por alguna o algunas de las múltiples líneas argumentales que ofrece. No es una cuestión de complejidad o de facilitar la tarea al espectador, sino de dispersión narrativa. Soderbergh tarda casi una hora en hilar lo que presenta en los primeros cinco minutos de película sin mucho motivo para semejante dilación. Y cuando lo hace, recurre a lo más sencillo en todo momento. No hay profundidad ni tampoco misterio. No es fácil comprender el porqué de tanta espera para algo fácilmente deducible, ni tanta vuelta para explicar cosas que quedarían claras de formas mucho más sencillas. Soderbergh se lía y no acaba de demostrar qué quiere contar con la película, más allá de aprovechar de forma tardía la innecesaria psicosis mundial que generó la gripe aviar. Y es que eso es lo que parece buscar en el espectador: que sufra por la posibilidad de contagiarse de algo parecido durante las dos horas de la película. ¿Lo consigue? La verdad es que no (y él mismo, con un chiste cinéfilo interno, se encarga de recordar al espectador quién lo consiguió con un miedo muy diferente hace unos años).

Contagio no es la película definitiva de epidemias que pretendía ser y se queda a años luz, por ejemplo, del sincero entretenimiento que propuso hace casi quince años Wollfgang Petersen en Estallido. Soderbergh se rodea de un reparto estelar e internacional que, a falta de tanto espíritu en la película, se limita a cumplir con el expediente. Quizá sólo Jude Law y Laurence Fishburne sepan encontrar el tono justo de sus personajes, pero no sentir a ninguno de los dos como protagonistas absolutos de la película lastra las buenas sensaciones que dejan. Siempre he visto al director de Contagio como un realizador sobrevalorado, y su última película afianza esa sensación. Como documento puede ser interesante en algunos momentos y a algunos niveles, pero no parece que por ese detalle vaya a permanecer demasiado en la retina del espectador, ya que la película sólo se mueve a golpe de casualidad y reta continuamente la credibilidad de la historia. Los amantes del cine catastrofista la disfrutarán por momentos, pero al final se queda como un ejercicio blando de efectismo.

2 comentarios:

VAN dijo...

No me apetecía mucho y después de leerte... la dejaremos para ver una tarde para pasar el rato, pero no en el cine... Besitos xoxoo

Juan Rodríguez Millán dijo...

Van, yo tenía ganas por el tema y por el reparto, pero es que a mí Soderbergh no me suele decir mucho...

Cris, bueno, conozco gente a la que le ha gustado bastante. Ya digo que Soderbergh no es santo de mi devoción, así que igual te gusta... Ya me dirás si la ves...