
Kick-Ass supone una especie de experimento multimedia y probablemente ésto sea lo único por lo que se recordará el título. La obra en cómic, de Mark Millar y John Romita Jr., ya tenía vendidos los derechos cinematográficos antes incluso de publicarse. La escritura del guión de la película se hizo de forma casi pararela al desarrollo de los ocho números de los que consta la serie en cómic, que terminó de llegar a las librerías apenas unas semanas antes del estreno del filme. No han sido desarrollos paralelos, sino colaborativos. Es decir, que las amplias diferencias que hay entre uno y otro producto no tienen nada que ver con diferencias creativas entre los responsables de ambos, no. Simplemente, los guionistas de cine han querido explorar otros caminos del mundo creado por Millar y Romita. En esencia, las dos son obras supuestamente irreverentes situadas en un mundo similar al nuestro pero en el que hay gente que se preguntan por qué no hay superhéroes y se lanzan a llenar ese hueco. Ni la novela gráfica ni la película me satisfacen, pero menos aún el filme de Matthew Vaughan.
Kick-Ass, la película, es una comedia adolescente que adquiere el disfraz de un cómic pretendidamente revolucionario. Lo que en las viñetas pretende ser una sátira sobre el cómic de superhéroes y, más concretamente, el perfil del aficionado adolescente y cómo influye en él la fantasía que consume, en la pantalla cae a un nivel de humor mucho más bajo, simplón y barato. Tiene momentos en los que es inevitable reírse, sí (cuando Kick-Ass y Bruma roja se suben al coche del segundo y suena la música de la radio es un momento impagable), pero el conjunto es absurdo. Pierde la noción de lo que quiere y de lo que podría ser. Si el original busca un anclaje en la realidad, la adaptación se pierde en eso, en el absurdo. ¿Violenta? Sí y no. Muertes, todas las que queráis. Sangre muy poca. Eso ya le pasó a Lobezno, que nos presentó a un sanguinario tipo con unas garras de un metal indestructible pero con el líquido rojo vetado en pantalla. Se nota tanto que las muertes son de mentirijilla, que en ningún momento cabe pensar en lo rompedor del invento.
El guión también se pierde en esas absurdeces que lastran la película en todo momento. Cambia ciertos elementos del cómic sin pies ni cabeza, con la única intención de que aparezcan calcos de viñetas (eso lo hizo mucho mejor 300 o incluso Sin City) y sin necesidad de que tengan ninguna justificación argumental, buscando quizá atrapar a quien disfrutara con la lectura. No creo que lo consiga. A mí, desde luego, los cambios me han confundido. No veo sentido a que sea Bruma Roja y no Kick-Ass quien se lance como un poseso al interior de un edificio en llamas, y lamento que se haya perdido el patetismo del motivo por el que entran. No entiendo el artificial dramatismo del que se quiere dotar a la historia de Big Daddy y Hit-Girl, que no sólo no encaja en el tono de la película sino que desvirtúa la idea original. No comprendo por qué hay que meter como sea a una chica joven y guapa en cualquier película, aunque el personaje sea un despropósito y los guionistas ni siquiera sepan qué hacer con ella al final. No entiendo nada. Es lo malo de ver un absurdo.
¿Los actores? Pues hacen lo que pueden, tampoco se les puede culpar de este desaguisado. La mayoría son desconocidos, muchos por su juventud. Quizá va siendo hora de que Nicolas Cage se aleje definitivamente del cine basados en cómics, porque nunca parece el actor indicado. Mark Strong, que había dejado dos grandes muestras de villanos en Sherlock Holmes y Robin Hood, bordea el ridículo en un papel sin pies ni cabeza. Vaughan venía de sorprender con su anterior película como director, la preciosa Stardust, pero ahora da un paso atrás, justo con una película de cómic y cuando está a punto de encargarse de la nueva entrega de X-Men. Kick-Ass no es algo demasiado alentador antes de acometer esa tarea. Ha habido polémica por la violencia, porque uno de los protagonistas sea una cría asesina y malhablada. Ni caso. No hay ni polémica. Simplemente es un extraño despropósito que igual sirve para echar unas risas viéndola en grupo, pero nada más.