
No es del todo justo que ambas películas caigan en el mismo saco, a pesar de su prodecencia en forma de viñetas y de no haber cumplido las expectativas. Y es que Jonah Hex es, directamente, una película infame, un filme anunciado a bombo y platillo durante su producción como uno de los títulos del verano y que, al final, llegará a España directamente en DVD tras su fracaso comercial en Estados Unidos. A pesar de que hay nombres a destacar detrás del título, ese fracaso es merecido. Es una mala película, es una mala adaptación de un cómic, es un mal western sobrenatural. Es mala. Punto. Se puede ver con más o menos cariño, tratando de pasar el mejor rato posible en los (afortunadamente) 81 minutos que dura, pero es un título insalvable desde todos los puntos de vista. Caerá en el olvido y muchos de los que participaron en ella la considerarán en un futuro no muy lejano como uno de esos errores que hay que cometer para hacer una carrera en Hollywood.
Dirige Jimmy Hayward, semidebutante en estas lides después de años de trabajo como animador en Pixar y de dirigir la cinta animada Horton. Viendo el resultado de Jonah Hex, se puede decir que poco se le ha pegado del trabajo cinematográfico de la casa animada, pues su primera película de acción real es un ejercicio torpe en todos los terrenos, un caro juguete de 47 millones de dólares que en Estados Unidos sólo recaudó diez en taquilla. El guión es torpe y malinterpreta los puntos fuertes del antihéroe creado por DC Comics, desperdiciando además los escasos buenos momentos que apunta y ofreciendo un climax final soso y sin garra. Ni siquiera técnicamente se puede destacar mucho, con unos efectos visuales ordinarios y un maquillaje rígido y poco realista para el rostro de Jonah Hex, una de sus características más visibles. La película encaja a la perfección en el prototipo de fracaso anunciado, con sus problemas durante el rodaje y sus retrasos en el estreno. Pero lo malo es que arrastra nombres decentes, empezando por el de su protagonista.
Josh Brolin es un buen actor, que ha dado la medidas de sus posibilidades, por ejemplo, trabajando para Oliver Stone en la segunda entrega de Wall Street o en W., pero aquí está perdido, trata de cumplir la papeleta con la mayor dignidad posible. Fracaso. Como John Malkovich, quien seguro que cobró un cheque con muchos ceros por su desquiciado villano. De Megan Fox casi es mejor no hablar. Dicen que es una de las mujeres más deseadas del mundo, pero su colección de malas películas es aún más impresionante que cualquier portada de revista que pueda protagonizar. Si algún día hace una buena (una película, se entiende), seguro que no será por su aportación. La nula química entre la pareja protagonista es la mejor explicación de por qué no funciona este filme. Y es que aquí la única química que hay es la que produce explosiones.

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La clave para asumir lo que cuenta Los perdedores es estar dispuesto a perdonar cientos de clichés y excesos, de vueltas de tuerca y de mucho ruido y movimientos de cámara. Si es así, Los perdedores entretiene. Es una diversión tonta y simple, sí, pero entretiene. Lo malo es que no es capaz de distanciarse de otros títulos similares y, por cercanías en su estreno, sale perdiendo en la comparativa con el título más similar que pudiera imaginarse: El equipo A. A los personajes de Los perdedores les falta el carisma que sí tenían los herederos de la serie de televisión de los años 80. Quizá con otros actores, quizá con otro tono, se podría haber ofrecido un producto más llamativo. ¿No es exactamente lo mismo que ofreció Stallone en ese llamativo revival de los 80 que era Los mercenarios? Lo dicho, demasiados títulos con la misma idea en la cabeza, los mismos arquetipos como protagonistas y la misma vía para resolver los conflictos del mundo a tiros.
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El reparto no ayuda demasiado tampoco. Hay nombres conocidos, pero de segunda fila. Jeffrey Dean Morgan (el Comeidante de Watchmen), Zoe Saldaña (Uhura en el nuevo y entretenidísimo Star Trek de J. J. Abrams), el español Oscar Jaenada (Camarón; aquí, por cierto, apenas tienes líneas de guión a pesar de que sí aparece mucho en pantalla), Chris Evans (la Antorcha Humana en Los 4 Fantásticos y el próximo Capitán América) o el histriónico (he aquí un eufemismo) villano que conforma Jason Patric (Speed 2, En el valle de Elah) son rostros conocidos, pero, como apuntaba más arriba, ninguno tiene el suficiente carisma como para elevar el nivel de una película correcta pero que se queda en el camino. Aunque raspa el aprobado (no lo hará para todos los espectadores), es quizá un modelo de cómo adaptar un cómic sin la pasión necesaria como para que funcione.