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Veamos. En la película aparecen, entre otros, Jason Statham, Jet Lee, Dolph Lundgren, Eric Roberts y Mickey Rourke. A Jean-Claude Van Damme y Wesley Snipes les ofrecieron un papel. Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis protagonizan sendos cameos, y un tercero para Steven Seagal estaba planeado. El papel principal, el de director y el de guionista se lo reserva Sylvester Stallone, que hace 27 años que no dirige una película que no tenga al frente a Rocky o a Rambo. Estos nombres lo dicen todo, lo bueno y lo malo. Y hablando con franqueza es obligado decir que Los mercenarios es una mala película que tiene multitud de puntos en común con las malas películas de acción de los años 80. Pero, claro, si echamos la mirada a esos años nos daremos cuenta de que eran películas malas... que nos hicieron disfrutar. Así sucedió con títulos como Commando, Cobra o El último boy scout, por citar algunas de las principales nombres citados al comienzo de este párrafo. Y al final de Los merecenarios uno se da cuenta de que mal del todo no lo ha pasado, pero no queda más remedio que reconocer que es mala.
Y es mala porque el guión es horrible. No es posible, y sin embargo lo es, meter en apenas 90 minutos de película tantos y tantos tópicos. Es inverosímil, y pese a todo lo consigue, que todos los diálogos suenen huecos y conocidos. No puede haber dos personajes femeninos escritos de una forma tan plana. No hay actuaciones, porque en realidad no son necesarias. El único objetivo de la película es hacer explotar cuantas más cosas mejor y matar hasta al apuntador (un entretenimiento mientras se ve el filme puede ser contar los muertos en pantalla, la tarea promete ser ardua...). La única forma de entender Los mercernarios es como un canto nostálgico de los viejos rockeros a su cine de acción. Y como han pasado treinta años desde muchas de aquellas películas que convirtieron a los protagonistas de este revival en los reyes del género, eso le da un toque autoparódico probablemente no buscado (a diferencia de lo que sucedía en la mucho más entretenida El equipo A).
Ese toque paródico sólo se ve con claridad en una escena, la más divertida e interesante de la película, pero que tiene más valor personal que cinematográfico: la del cameo de Schwarzenegger y Willis. Son apenas un par de minutos, pero hay tantos mensajes anclados en la realidad que leer entre las frases del guión, que parece durar más de lo que se puede disfrutar. Stallone y Schwarzenegger son dos amigos que siempre se han picado en la pantalla con bromas ocultas (desde la burla de Arnie a los músculos de Stallone en Los gemelos golpean dos veces al poster ficticio de Terminator 2 con Stallone de protagonista en El último gran héroe, pasando por la broma sobre la presidencia de Schwarzenegger que sufre Stallone en Demolition Man), y esa labor de años encuentra aquí su cenit. Es, sin lugar a dudas, el mejor momento de la película, a pesar de que los poco avispados responsables de la promoción del filme decidieron incluír varios planos de esta escena en el trailer.
Dicho todo eso, lo normal sería llevarse las manos a la cabeza por el rotundo éxito que ha tenido la película, lo que, a pesar de que Stallone dijo que probablemente éste sería su último papel como actor, ya ha provocado el anuncio de que habrá una secuela. Pero el caso es que la película funciona como lo que es. Y es una mala película nostálgica de acción que ofrece justo lo que promete. Y no parece hecha hace veinte años por culpa de un frenético montaje (dicho esto en el peor de los sentidos) en bastantes momentos del clímax final, que la colocan entre el cine de acción más actual, repetitivo y, por qué no decirlo, prescindible. Quizá Los merecenarios es una de esas películas que son tan malas que acaban siendo buenas. Quizá es que hay que cerrar la mente para disfrutarla. Quizá. Y lo peor de todo es seguro que hay espectadores que mal no lo pasan viéndola, aunque uno no sabe si es por sus méritos o por sus deméritos.