viernes, marzo 27, 2015

'Focus', marear por marear

A fuerza de enrevesarse, Focus acaba por marear. E incluso mareados con tanto giro de guión sin que en realidad haga falta, en esta espiral moderna de buscar el más difícil todavía de forma reiterativa, es imposible no ver que Glenn Ficarra y John Requa, directores y guionista del filme, hacen trampa. Y lo que es más grave, es marear por marear. Haciéndole ya unas cuantas concesiones a la historia, la primera mitad del filme engancha. En realidad, buena parte de ese mérito está en el encanto que lucen Will Smith y Margot Robbie, guapos, carismáticos y muy metidos en sus papeles, hasta el punto de que llevan al disfrute de las escenas más imposibles. Y además en el guión de Ficarra y Requa hay alguna escena de gran intensidad, bien llevada y mejor interpretada. Pero cuando la película pega un salto temporal se acabó lo que se daba. Ahí la cosa va perdiendo interés de una forma progresiva porque ya todo depende de la sorpresa, hasta el punto de asfixiar las posibilidades del relato y dejarlas reducida a dos: lo más previsible o lo más tramposo.

Focus acaba optando ahí por lo más tramposo, haciendo que resulte inverosímil todo lo que ha venido sosteniendo durante la película, incluso admitiendo esas concesiones a su propia credibilidad por no arruinar el filme antes de completarlo. Es una moda bastante habitual en el thriller norteamericano esta de liar todo lo liable hasta puntos más allá de lo creíble y Focus cae de lleno en todos los errores que se pueden cometer en ese camino. Hay personajes menospreciados, como el millonario propietario de un equipo de automovilismo interpretado por Rodrigo Santoro, ninguneado en el final del filme, y hay opciones desperdiciadas, como ese mismo escenario automovilístico, poco útil en la película y a la que apenas se presta atención. ¿Por qué? Porque el foco está puesto en las dos estrellas. Es lo único que interesa, y por eso se trata de marear al espectador, para que el brillo les invite a mirar a la luz y no a los agujeros.

Will Smith es un cómico que ha ido creciendo, si no en calidad sí en profesionalidad, y Margot Robbie es un deslumbrante maniquí de enormes recursos. ¿Y qué tienen en común estos dos actores de tan diversa definición? Carisma. Gracias a ellos, lo inverosímil puede pasar desapercibida para algunos espectadores y las mejores escenas de la película cobran aún más fuerza. Y gracias a ellos hay siempre algo que ver y estudiar, por mucho que el guión les dé menos armas de lo que su exagerada y artificial complicación puede hacer pensar. Viéndoles en pantalla, da incluso más pena que la película deje un poso de decepción tan marcado, porque el envoltorio es tan lujoso, el glamour se extiende con tanta facilidad desde la imagen hasta el patio de butacas y se disfruta tanto del entorno que casi parece un pecado que Focus no encandile de principio a fin. Tendría que haberlo hecho y no lo hace. Quizá el hecho de que sus directores estén más habituados a la comedia implique que esta prueba les ha venido grande por el momento.

Y esto no quiere decir que Focus no entretenga, porque en realidad lo hace. Con trampas, pero lo hace. En sus 105 minutos hay bastantes momentos que uno está deseando ver cómo van a resultar, y destaca sobre todo la escena durante el partido de fútbol americano. Pero cuando la película ha encontrado por fin un tono, un escenario y hasta secundarios interesantes (ese Liyuan, apostador conpulsivo, es un personaje que casi merece una película propia), hace borrón y cuenta nueva y se encamina a esa trágica y ya mencionada elección entre lo previsible y lo tramposo. Ahí salen perdiendo Ficarra y Requa mucho más de lo que lo hacen Smith y Robbie, que sí se sostienen admirablemente incluso cuando parece que ya no pueden hacerlo (y el mismo final de la película es perfecto para explicar esa sensación), mientras que sus guionistas y directores demuestran que no han sabido llevar hasta el final una idea simpática, aunque trillada, y que no han conseguido que el brutal carisma de su pareja protagonista les ayude a hacer una película mejor.

2 comentarios:

Doctora dijo...

La he visto hoy.

Leí que el proyecto estaba pensado para Ryan Gosling y Emma Stone, y aunque no aceptaron al final te das cuenta viendo la peli que la prota estaba realmente pensada para Stone, para sus tics y su humor entre dulce y ganso (me ha gustado esto, lo usaré en la entrada que escriba en mi blog sobre la peli).

El resto es como dices, entretenidilla, pero muy tópica, salvo el final, que por querer ser original roza el surrealismo (aunque sin llegar a los extremos de "Ahora me ves").

Una pena que ese tipo asiático no salga más, y que Santoro tenga poster propio es flipante, pero al menos no se hace larga.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Doctora, en lo del asiático coincidimos, ¡para mí es el mejor personaje de la película! No, larga no, entretiene, es para lo que está pensada, pero yo la veo demasiada inverosímil, sí, y por eso cae en trampas y más trampas... Curioso lo del reparto original, oye...