La trayectoria de Neil Blomkamp, aunque todavía breve, le ha generado admiradores y detractores, desde la extraordinaria District 9 a su espléndida pero mucho más discutible y sobre todo discutida Elysium. Y probablemente su tercer filme, Chappie, haga esa brecha aún más profunda. Algo de injusto hay en estos juicios si son demasiado severos porque Blomkamp, en apenas tres películas, ha sido capaz de convertirse en uno de los más grandes autores de ciencia ficción del momento. Su capacidad para desarrollar conceptos de enorme interés y profundidad dentro del género y su maestría para llevarlos a la pantalla de una forma creíble son sus grandes armas. Es verdad que Chappie se le escapa ligeramente en el tramo final, cuando se centra en las disquisiciones sobre el alma y la conciencia, y le sucede porque se mueve en terrenos demasiado simplistas para la trascendencia que tiene el tema, pero es fácil perdonar sus flaquezas porque para entonces ya ha creado un mundo cuasifuturista tan fascinante y lo ha mostrado con un ritmo tan salvaje.
District 9 evidenció que Blomkamp se mueve muy a gusto en terrenos conocidos. Sudáfrica, para empezar. Y un futuro cercano, para continuar. En este caso lleva su historia sólo hasta el año 2016, aunque el uso de la robótica obviamente sitúa el filme en un claro escenario de ciencia ficción. Con ambas cuestiones, y aunque Elysium también trataba temas actuales en un envoltorio mucho más dependiente del avanzado futuro que mostraba, es lógico pensar que hay más cercanía con su primera película que con la segunda. No debe de ser casualidad que tanto en District 9 como en Chappie Blomkamp contó con la colaboración en el guión de su esposa, Terri Tatchell, mientras que Elysium la escribió en solitario. Chappie, en realidad, arranca como una derivación más realista de Robocop, con la que comparte no pocos elementos, aunque actualizados y adaptados a la particular mirada de Blomkamp. Y aspira a ser una de las grandes películas sobre inteligencia artificial, aunque ese camino no lo llega a recorrer del todo.
Quizá el planteamiento era demasiado ambicioso para lo que en realidad quería contar Blomkamp o para el tiempo del que dispone, y queda demasiado poco para explorar los terrenos más filosóficos después de presentar el mundo en el que se desarrolla la historia. Y en eso Blomkamp es un maestro. Rueda con un vigor brutal y sus escenas de acción son formidables, gracias también a que los efectos visuales de la cinta son portentosos. Lejos de la artificialidad que suele verse en algunas superproducciones hollywoodienses, Chappie muestra un manejo sensacional de la imaginería de ciencia ficción, realista y con un movimiento fluido. Dicen que el mejor efecto visual es el que no se nota, y si Chappie no fuera un robot sería casi imposible decir que estamos ante un trucaje visual o incluso de qué naturaleza. Su integración como personaje es total, y escuchando en la versión original a Sharlto Copley se comprende su importancia como actor, al nivel de Dev Patel, Hugh Jackman o la escasa pero agradecida presencia de Sigourney Weaver.
Blomkamp es un cineasta agresivo, la película de hecho es algo más violenta de lo que puede parecer en un primer vistazo (a ello ayudan los desmadrados personajes que interpretan Ninja y Yo-Landi, raperos que aparecen con sus propios nombres en la pantalla, cuyo acento y lenguaje corporal resulta impagable para situar la historia), pero también tiene momentos de extraordinaria ternura con los que Chappie se coloca ya entre los grandes robots del cine contemporáneo. District 9 sigue antojándose como la película más completa de Blomkamp, pero es indiscutible que Chappie aporta muchísimo a su particular universo, uno en el que la puesta en escena (impresionante la ayuda que da la música de Hans Zimmer en este aspecto) es tan importante como el desarrollo emocional de sus personajes. ¿Que no es una película perfecta? No, no lo es. Pero está muy por encima de la media de un género que arriesga poco cuando hay mucho dinero de por medio. Blomkamp es un jugador nato. Y por eso sus aciertos se celebran más.
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