viernes, marzo 27, 2015

'Cenicienta', Walt Disney estaría satisfecho

Cuando un clásico Disney de dibujos animados cobra vida en forma de imagen real, sobre todo uno de los que se hizo cuando el propio Walt Disney regía los destinos de su estudio, la mejor manera de evaluarlo es preguntarse si el genial creador estaría satisfecho con el resultado. Con Cenicienta, la aproximación de Kenneth Branagh al cuento infantil, la respuesta es claramente afirmativa. Si no hubiera un bagaje de décadas de dibujos animados y Disney hubiera producido desde el principio películas de imagen real, es bastante plausible pensar que habría hecho la película tal y como la ha realizado Branagh. Lujosa en su aspecto, fiel al relato tal y como lo conocemos en la tradición Disney y con las dosis adecuadas de azúcar y fantasía, se le puede discutir algún exceso de colorido o extravagancia que remite más a la caricatura que al dibujo animado, o incluso que no tome riesgo alguno, pero al fin y al cabo eso no está entre sus objetivos, que se ciñen a dar una nueva versión realizada con un respeto reverencial de lo que siempre ha hecho grande a Disney.

Como no hay más pretensión que esa, la de ofrecer un entretenimiento de factura impecable para toda la familia, buscarle más intenciones supone perder el tiempo e infravalorar lo que consigue dentro del terreno en el que se mueve. ¿Que esta versión no va a desbancar nunca a la de dibujos animados con la que han crecido varias generaciones? Por supuesto, y parece que hasta el propio Branagh es consciente de ello y no trata de marcar grandes diferencias. Incluso puede que eso haga que este filme caiga en un relativo olvido dentro de unos años, pero aquí y ahora cuenta con suficientes aciertos y esquiva con mucha habilidad bastantes de los problemas en los que se podría caer al rehacer el cuento como para no aceptar el sincero entretenimiento que proporciona. Y eso que Branagh puede parecer una elección inusual para esta historia, pero su filmografía ya le ha probado como un todoterreno alejado de sus casi exclusivas adaptaciones de Shakespeare que marcaron sus primeros años en el cine. Ahora es un director capaz de dar vida a los mundos más fantásticos, sean los de Asgard en Thor o los del cuento infantil más clásico en Cenicienta.

Pues a buscarle alguna pega, es posible que la pareja formada por Lily James como Cenicienta y Richard Madden como el Príncipe no convenza a todo el mundo por igual, aunque están bastante correctos y encajan mejor de lo que podría parecer en los papeles. No tienen un carisma arrollador, pero tampoco desentonan. En todo caso, nunca es fácil poner cara a personajes que han permanecido inmutables en la memoria colectiva gracias al trazo de un dibujo animado, y eso también hay que tenerlo en cuenta. Más si entre los secundarios se cuelan actores como la estupenda Cate Blanchet, que es quien se lleva buena parte de las extensiones del cuento clásico que propone esta versión, o Derek Jacobi, un habitual del cine de Branagh. Si a eso se le suma un fantástico diseño de producción, unos escenarios maravillosos o un trabajo de vestuario excepcional (aunque quizá sea ahí donde un exceso de color favorece más la caricatura que el homenaje a lo más clásico), la inmersión en el cuento es total si se ve la película con la mentalidad clásica y abierta que requiere.

Quizá esa sea la clave, entender la película como lo que es. Si se busca una actualización más moderna del cuento, que no lo es ni quiere serlo, puede haber decepciones, porque el respeto al relato más popular y reconocible es total. Sí hay que ampliar la historia con lo que Disney no había contado en su clásico filme de dibujos animados, hasta una nada exagerada duración de 112 minutos, y eso Branagh lo hace con un prólogo que explica la razón por la que Cenicienta tiene que convivir con tan horribles hermanastras, y dando algo más de sustancia al papel de la madrastra, porque si no es complicado atraer a una actriz de la categoría de Blanchett para darle vida. Pero por lo demás es justo lo que cabe esperar. Por eso, si uno quiere ver un cuento de hadas, con dosis de magia y fantasía (no sólo por la sorprendentemente contenida hada madrina de Helena Bonham-Carter y sus trucos, sino también por la presencia de animales de una cierta inteligencia), una factura irreprochable y el amor y la ilusión inherentes al género, sí que estamos ante una película más que recomendable.

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