Si una película quiere contar algo y no lo hace es que, por fuerza, algo se ha hecho mal. Con ese principio, en Legend se han hecho muchas cosas mal. Pero muchas. Y es una sorpresa muy negativa, una profunda decepción, que alguien como Brian Helgeland caiga en fallos tan asombrosos. Puede que la clave la dé el mismo cartel del filme, que publicita la autoría de Helgeland en el guión L. A. Confidential. Si lo que mejor se puede destacar es una película de 1997, mal vamos. Resulta evidente, a tenor de esa mención, que el tiempo no le ha sentado bien a Helgeland, porque Legend es un naufragio bastante importante. Es la tópica historia de dos gángsters reales, los hermanos Kray, que se supone que dominaban Londres en los años 60. ¿Se ve eso en la película? ¿Se siente ese poder mafioso? ¿Se tiene la sensación de que estamos ante dos criminales de altura? En absoluto. Y sin ese rumbo, la película no sabe ni lo que está contando.
Legend da la impresión de ser uno de esos filmes en los que hay una apuesta pública con la que ocultar los problemas. En este caso, el doble papel que interpreta Tom Hardy, al que no se puede negar un esfuerzo considerable por dar vida a estos dos hermanos gemelos, pero que bordea límites que afectan al tono de la película, siempre indefinido y tramposo. Hardy borda el papel de Reggie, pero asombra negativamente con el de Ronald. El mafioso sereno y sobrio sí, el psicótico no. La mezcla entre los dos, con una puesta en escena por parte de Helgeland que a veces es hasta vergonzosa para hacer que ambos coincidan en pantalla, acaba llevando a la película territorios muy peligrosos. Lo que al principio parece un filme de gángsters clásicos deriva en algo cercano a la comedia sin que se sepa muy bien qué aporta ese tono a la cinta y si es realmente algo que Helgeland quisiera que se sintiera en el espectador.
Como no se sabe muy bien cuál es el poder que tienen estos gemelos Kray, Helgeland se limita a encadenar secuencias sin demasiado valor por sí mismas, con una contención bastante incomprensible (sólo se desata al final, haciendo que se note mucho más lo mal que le ha sentado a la película no ver el poder amenazador de los Kray), y una narración torpe, que otorga el protagonismo al principal personaje femenino, Frances Shea, correctamente interpretada por Emily Browning pero que en absoluto tendría que haber sido la conductora de la historia, ni por la forma (¿estudiando mecanografía como una chica que quiere escapar del East End y hablando al espectador no como el personaje demanda sino como una licenciada en historia?) como en el fondo (porque su narración encierra una trampa enorme, la mayor de la película, que Helgeland resuelve, de nuevo, con bastante torpeza).
Como Helgeland no sabe escaparse de la tópica historia de ascenso y caída en el mundo de la mafia, Legend no tiene en su base nada nuevo que aportar. Como la ejecución de la película es bastante pobre, empezando ya por una escena inicial rodada de una forma torpe y anticipando las salidas fáciles que se han buscado para que Tom Hardy pueda interpretar a los dos personajes, no hay mucho que rascar por ese lado. Y si ni la historia ni la forma en que Helgeland la ha rodado convencen, parece obvio que Legend es un filme fallido. Y es una pena, porque resulta evidente que hay mimbres para haber hecho mucho más, empezando también por el reparto, por el talento que Hardy muestra al menos en uno de sus dos personajes o por las muy agradecidas apariciones de David Thewlis, de largo lo mejor de la película, o incluso de la presencia en piloto automático de Chazz Palminteri. Así, Legend queda como una ocasión lamentablemente perdida.
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