Es difícil evitar la sensación de que No confíes en nadie no deja de ser un thriller de sobremesa con tres espléndidos actores encabezando el cartel. Su título en español, de hecho, alejadísimo en todo del original Before I Go to Sleep, lleva a ese referente. Y el caso es que hay buenas ideas en la película de de Rowan Joffe, sobre todo las que le sirven para exponer la trama de esta mujer que se despierta cada día sin recordar absolutamente nada de su vida presente como consecuencia de las lesiones sufridas en un accidente, pero la segunda mitad del filme va confirmando los agujeros en la trama (en realidad, la misma película parte de un escenario enormemente innecesario) y que no esconde demasiados elementos sorprendentes e innovadores. Funciona bien gracias a su lograda atmósfera de thriller psicológico, no aburre en ningún momento e incluso captura con acierto al espectador durante buena parte del metraje, pero sin su reparto probablemente sería una película mucho menos apreciable.
Los terrenos de la mente siempre son sugerentes para el cine. No confíes en nadie sabe interpretar las ventajas que le da ese escenario y aprovecha a sus actores para sacar partido de la trama. Nicole Kidman convence como la mujer amnésica que cada día tiene que enfrentarse a una vida que no reconoce, Colin Firth aporta matices interesantes a ese marido que día tras día tiene que explicarle a la mujer que duerme a su lado que es su esposa aunque no lo recuerde y Mark Strong aporta una muy agradecida calma en su papel de médico dispuesto a llegar al final para encontrar una cura al problema de su paciente. Cuando juega por ahí, No confíes en nadie es una película atractiva, bien rodada y montada, que genera la tensión necesaria para que ningún espectador se despegue de la historia. Pero si bien en este terreno la película funciona, no lo hace en cuanto se rinde a lo mundano, a lo cotidiano, a lo usual, porque eso es lo que desvela las trampas y los agujeros de la película.
Por supuesto, nada de eso se puede discutir en una crítica que no quiera hacer spoilers, pero sí se puede decir que hay demasiados elementos difíciles de creer que conforman un castillo de naipes que sólo se puede creer si no se sopla para derribarlo. Es decir, la película exige una credulidad excesiva por parte del espectador, desde la misma premisa hasta muchos de los detalles sobre las que Joffe construye el filme, del que también es guionista, hasta los detalles más pequeños, como la estratégica colocación física de los elementos que le van a ser útiles en algunas escenas. Si no se hunde, además de por la habilidad atmosférica de Joffe, es precisamente por la categoría del reparto. Ellos rellenan en muchas ocasiones los agujeros del guión para que el interés siga ahí, en realidad, hasta el largo epílogo de la película, quizás algo innecesario y todo un golpe al tono que iba llevando la cinta hasta ese momento.
De esta manera, No confíes en nadie es un thriller psicológico correcto, que no aprovecha del todo las numerosas e interesantes ramificaciones que plantea al problema de memoria que sufre la protagonista, pero es lo suficientemente satisfactorio por ese lado como para aunar una cierta originalidad (aunque los referentes de Joffe son inagotables) y una suficiente solvencia para que no se haga demasiado largo. Sin pensar demasiado en el detalle, incluso puede pasar por una película algo mejor de lo que es, sus trampas se pueden esquivar con más facilidad y las concesiones a lo convencional resultar algo menos molestas. Pero siempre y cuando quede claro que son los actores, Kidman, Firth (que, por cierto, coinciden de nuevo muy poco después de haber estrenado Un largo viaje) y Strong los que sostienen buena parte de lo que se nos cuenta. Ellos convencen mucho más que el conjunto de la película.
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