Vaya por delante que esta edición de los Oscar no me resulta terriblemente emocionante. Hay películas interesantes, alguna verdaderamente sobresaliente, pero en general no hay experiencias absolutamente inolvidables, y sobre todo no entre las que tienen más posibilidades de vencer. Sé que muchos no estarán de acuerdo con esa afirmación, sobre todo por lo que se refiere a las dos grandes favoritas, Boyhood y Birdman, pero la explicación al arranque de estas líneas hay que buscarla precisamente en que esas dos películas no las sitúo entre las mejores de 2014, ni siquiera entre las nominadas. El duelo, en todo caso, parece claro. Quizá La teoría del todo sea la única cualificada para dar la sorpresa, pero sería un desenlace curioso que la ganadora de la noche no estuviera entre las películas de Alejandro González Iñárritu y Richard Linklater. Eso sí, ya va siendo hora de que la Academia se deje de absurdeces y nomine tantos directores como películas, porque sigue siendo un absurdo incomprensible que haya riesgo de que la mejor cinta de un año no cuente con, al menos, uno de los mejores realizadores.
El viejo enfrentamiento entre originalidad y clasicismo, ese manido tira y afloja de Hollywood en sus reconocimientos, va a tener este año como ganador al primero. Boyhood es una película pionera. Nadie ha rodado un filme a lo largo de doce años hasta Linklater. Pero eso no quiere decir que sea un gran filme. Estas secuencias extraídas de momentos no necesariamente esenciales del paso de la niñez a la edad adulta del joven Ellar Coltrane tienen sus méritos, pero no me llena. Es más, me sorprende el fervor que ha levantado. Necesariamente faltan claves, algunos de sus larguísimos 165 minutos sobran, y tiene un enorme aura de pretenciosidad, precisamente por su carácter pionero. Birdman es otra apuesta bizarra, insensatamente divertida, eso no se puede negar, pero a la que le falta un propósito claro, una trascendencia mayor. Es un retrato cruel de la profesión que precisamente le ha situado al borde del éxito en forma de premios, pero a veces se asemeja más al divertimento que a la trascendencia. La nominación de la divertidísima El gran hotel Budapest, aunque sin opciones serias, entra también en este grupo.
La ganadora estará ahí, y la única película de corte más clásico que amenaza este más que posible reinado es La teoría del todo. Los premios interpretativos y técnicos, como siempre, son los que pueden aportar consuelo a otras de las nominadas y hacer que el triunfo de los dos contendientes más claros por el gran honor sea más o menos claro. Whiplash será seguramente el caso más evidente de lo primero. Lo más probable es que sea J. K. Simmons quien se lleve el Oscar al mejor secundario, y eso satisfará a una película que habría merecido mucho más reconocimiento. Es, con diferencia, mi favorita de las ocho grandes nominadas. Y eso que Simmons no es secundario, sino protagonista, aunque ha caído ahí precisamente porque tiene más opciones de ganar. The Imitation Game está en una posición parecida, aunque apunta a ser una de las grandes perdedoras de la noche porque las posibilidades de Benedict Cumberbatch de llevarse el premio están mucho más discutidas. Bradley Cooper y Steve Carrell (cuyo personaje en Foxcatcher tiene muchas dosis de maquillaje) están un peldaño por debajo de Michael Keaton y el gran favorito, Eddie Redmayne, un fascinante Stephen Hawking en La teoría del todo. Y eso que falta un memorable Jake Gyllenhaal por Nightcrawler.
Entre las actrices, da la impresión de que Julianne Moore se llevará el de mejor actriz, por mucho que su trabajo forme parte de un telefilme amplificado por su presencia, Siempre Alice, que Marion Cotillard se haya llevado los mayores elogios por Dos días, una noche o que Rosamund Pike sea la última esperanza de reconocimiento para Perdida, el último trabajo del siempre ignorado David Fincher. A la hora de valorar las candidaturas de las actrices secundarias, se agradecería una mayor valentía generalizada para asumir que la enésima nominación a Meryl Streep es profundamente injusta, porque su papel en Into the Woods no es más que un divertimento fácil que ni siquiera es el más destacado de la película. Si hubiera que nominar a alguien por ese filme, Emily Blunt podría sentirse bastante despreciada en ese sentido. Así que, en realidad, el enfrentamiento es entre experiencia, la de la propia Streep, Laura Dern y Patricia Arquette, y juventud, la de Emma Stone y Patricia Arquette. La presencia de esta última servirá para medir, ya desde el principio de la noche, el alcance de Boyhood en el resultado final.
Hay más detalles a los que prestar atención. Los premios a los mejores guiones marcarán triunfos o reconocimientos forzados. La injustamente olvidada Nightcrawler, de Dan Gilroy, y (luego se quejan de que haya piratería) la todavía por estrenar en España Puro vicio, de Paul Thomas Anderson, pueden romper muchas quinielas, aunque, en realidad, no parece probable. El Oscar a la mejor película animada determinará si Hollywood apuesta de nuevo por Disney, con Big Hero 6, o por Ghibli, con El cuento de la princesa Kaguya. También si Alexandre Desplat consigue la estatuilla a la mejor banda sonora estando doblemente nominado por El gran hotel Budapest y la extraordinaria partitura de The Imitation Game, si Hans Zimmer logra su primer premio sin Disney mediante o si Johann Johansson da la sorpresa en su primera nominación por su gran trabajo en La teoría del todo. El reconocimiento a los efectos especiales servirá para decidir a quién corona la Academia como blockbuster veraniego. Y, por supuesto, habrá que ver si Relatos salvajes se hace con el premio a la mejor película de habla no inglesa.
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