En The Interview se habla de la manipulación mediática. De pasada, no es ni mucho menos un tema trascendental en esta comedia de Seth Rogen y Evan Goldberg, pero se habla. Y cuando se escucha ese diálogo y se recuerdan los ríos de tinta (y bits informáticos) que han corrido en torno a esta película, es hasta lícito preguntarse si no estamos ante una estudiada campaña de marketing. No por el ataque informático que sufrió Sony, por supuesto, sino por el propio concepto de la película. ¿Utilizan Goldberg y Rogen a Corea del Norte en su historia para generar un movimiento cuyas consecuencias se han escapado de las manos de cualquier de sus responsables? Quién sabe. Lo que sí está claro es que sin semejante maquinaria de márketing, voluntaria o involuntaria, The Interview habría sido una película más, una gamberrada que habría llamado la atención de los aficionados de sus responsables pero poco más. Ahora, lanzar un ataque informático por esta película equivaldría a que Lepe tratara de invadir España por los chistes.
Ridículo, sí, pero es lo que ha dado fama a una película que no pasa de ser lo que es, un divertimento gamberro, escatológico y desenfrenado que encaje perfectamente en las filmografías de sus autores y que tiene un público muy preciso. Con un desatado, histriónico y sobreactuado hasta el aburrimiento James Franco y un Seth Rogen que multiplica su responsabilidad en la película como director, guionista, productor y protagonista, lo que cuenta The Interview es la historia de un showman televisivo y su productor que consiguen cerrar una entrevista con el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-Un. La cinta se convierte así en una especie de sátira sobre los medios de comunicación, sobre la política, sobre el mundo de los espías y sobre lo que quieran Rogen y Franco, porque en realidad esto no es más que un show privado de dos personas (de alguna más, eso puede admitirse, pero los focos son para ellos) que hará gracia a quienes conecten con su humor y probablemente llegará a desesperar a quienes no.
Rogen, Goldberg y Franco no apuestan por el humor inteligente, sino por algo mucho más bruto, menos pulido. Ninguna sorpresa por ahí, claro, aunque eso no quiere decir que no haya grandes momentos. Lo cierto es que resulta difícil que en unos largos 112 minutos de película no haya chistes muy acertados. Lo malo es que casi todos se condensan en el primer cuarto de hora de la película (de largo lo mejor... cuando ni siquiera se ha planteado el tema central del filme y el que tanta polémica generó) y en el desatado tramo final. Y lo curioso es que lo que mejor funciona es el humor referencial, los cameos, las alusiones a personajes conocidos. El mejor ejemplo está en esa primera entrevista que aparece en el filme a un músico sobradamente conocido (nada de spoilers, mejor verlo en la película), con diferencia lo más hilarante y donde la exageración de Franco sí encaja con más acierto. ¿Suficiente? Probablemente no, porque todo eso se puede disfrutar en pequeñas dosis, como sketches, y no como parte de una película.
Pero el caso es que The Interview ha encontrado, por azar o por buscada polémica, una repercusión que no se corresponde con lo que ofrece. La gamberrada es obvia, plana y sincera, porque hoy en día son muchas las comedias que parecen más pensadas para divertir a sus artífices que a sus espectadores. Eso, desde luego, genera cierto efecto contagio en el espectador, no estamos hablando de una comedia sin gracia, pero sí una con un humor muy evidente. No hay más que repasar las filmografías de Rogen, Franco o Goldberg para saber si The Interview es una película que pueda gustar a cada espectador. No es ninguna sorpresa ni tampoco esconde nada revolucionario. Eso, que era evidente, queda enmascarado por la polémica internacional en la que se ha visto envuelto el filme, dejando una lección preocupante: incluso si no hay talento, molesta a alguien con poder y se hablará de tu película. Con lo fácil que era preparar una película que gustara a su grupo de fans más previsible.
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