Si hay algo que el cine de terror busca con ahínco es el monstruo ideal. Babadook lo tiene. Ese es el enorme mérito de la primera película como directora de la también actriz Jennifer Kent, que encuentra el horror ideal para que los temas en los que profundiza tengan sentido. La película es un todo que suma sus partes con enorme acierto. No van por un lado ni la elección de los protagonistas, ni su situación vital cuando les acecha este monstruo surgido de entre la oscuridad y las páginas de un inquietante libro, ni las propias características de este Babadook, sino que todo está meticulosamente hilado. Incluso su final, aunque sea uno que tiene la capacidad de provocar mucha perplejidad, e incluso apartarse del desarrollo que la película está llevando hasta ese instante. Pero es difícil no pensar que estamos ante un monstruo perfecto, que se une a una brillante atmósfera de terror que se asienta con la misma fuerza en la base psicológica de sus personajes y a dos actores deslumbrantes que son un enorme acierto de casting, Essie Davis y Noah Wiseman, interpretando a una madre y a su hijo.
En realidad, Babadook no transmita muy lejos de lo que suele dictar el género. Un niño, una familia desestructurada, un problema personal de mayor calado, una situación alejada de la normalidad para el niño y una casa con recovecos tétricos de la que surge ese monstruo que desencadena el terror. Pero partiendo de esa base, el filme, escrito también por Kent, se convierte en una delicada y meticulosa pieza de introspección psicológica que huye de las convenciones más facilonas del terror para ser algo diferentes, fresco y original. Por eso se mueve con tanto acierto a la hora de mostrar (o no mostrar) a su monstruo, por eso el libro en el que se le ve por primera vez es más aterrador que la colección habitual de sustitos que pueblan el género (y que esquiva como norma pero que utiliza de forma muy puntual y, por tanto, inteligente) o los baños de sangre que surgen del gore, y por eso los personajes se convierten en sincero objeto de preocupación del espectador.
La atención de Kent se divide muy acertadamente en los dos frentes que hacen que Babadook sea una experiencia fantástica. Por un lado, la atmósfera, haciendo que la sencillez juegue a su favor, centrándose en un escenario, la casa en la que acontecen los momentos más terroríficos, pero sin obviar las posibilidades que le da el mundo real(algo que, además, es necesario por la propia historia que cuenta) . Por otro, los actores, porque tanto Davis como Wiseman son perfectos para el papel. La primera encaja como una mujer capaz de mostrarse fuerte y frágil casi sin solución de continuidad, lo que le da un juego inmenso especialmente en el tercio final del filme. Y Wiseman aporta una inquietante sinceridad, muy difícil de obtener en un niño que aborda su primer papel profesional. La mezcla, con un buen uso del sonido y una ausencia casi total de música, acaba resultando en un filme de terror modélico que aumenta los aplausos por su modestia, con un presupuesto de apenas de dos millones que le resultan del todo suficientes para lograr el terror que busca.
Es verdad que, tras el intenso clímax que demanda el género y que Babadook ofrece con talento, el epílogo final es cuestionable y coloca de nuevo al filme en una balanza que parecía haber superado ya con los enormes aciertos que colecciona en la hora y media que dura esta magnífica experiencia de género. Esa conclusión tiene una enorme carga metafórica, otro acierto descomunal de la película sea cual sea el veredicto del espectador sobre esa escena, pero es difícil de encajar en el mundo que había estado describiendo Kent hasta ese momento. Pero, ojo, no es un error de la película, sino una elección arriesgada, consciente de que no gustará a todos los espectadores, incluso aunque desde las varias interpretaciones que acepta sí haya que destacar que es coherente con los temas y con la historia que ha venido mostrando. En realidad, es un elemento más para el debate, y eso viene a confirmar que Babadook es una película espléndida, una sobresaliente muestra de género y un filme que acumula aciertos por encima de su capacidad económica. Y así da gusto pasar miedo.
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