Empieza a ser difícil no mostrar ya un evidente hartazgo hacia las series juveniles de fantasía y ciencia ficción, convertidas ya en culebras interminables, sagas que se estiran más allá de lo recomendable y de lo necesario con el único propósito de arrancar dólares de las manos de los aficionados, sin darles siquiera productos dignos. La serie Divergente, que ya se presenta a sí misma con esa pompa, como si realmente fuera algo trascendente y no el limitado producto de consumo que es, era un derivado light de Los juegos del hambre desde el principio. Y llegando a la tercera entrega, todavía con una cuarta en el horizonte, desgaje habitual del capítulo final de esto que siempre son trilogías, el cansancio es absoluto. En realidad es capaz de dar el entretenimiento que pide un público ya entregado, pero el resultado es malo por pura desidia. Da igual hacer una película coherente, para qué gasta el tiempo en hacer las cosas bien, si haciéndolas así ya ganan dinero.
Robert Schwentke tomó el testigo de Neil Burger en la segunda película de la serie, Insurgente, y lo mantiene para esta tercera, aunque no estará detrás de la cámara en el capítulo final, Ascendant. La verdad es que da igual, porque el estudio sólo requiere a alguien que ponga un poco de orden para que la película esté lista a tiempo. Leal, en ese sentido, no ofrece grandes novedades. Si acaso, como suele suceder en estas series, lo que ocurre en esta película empieza a ser aquello que desde el primer filme se intuía que podía tener algo de interés y que la maquinaria hollywoodiense actual conforma en series en lugar de condensar lo necesario en prólogos para contar historias verdaderamente atractivas. Como historia de ciencia ficción, Divergente tiene matices interesantes que ya han quedado arruinados por la larguísima exposición, que para colmo todavía no ha acabado, y por el escasísimo cuidado puesto, especialmente en la segunda y tercera partes, en los detalles.
Habrá quien quiera detenerse únicamente en las peripecias de Tris y Cuatro, interpretados por Shailene Woodley y Theo James, quien quiera ver la evolución de los personajes de Naomi Watts y Octavia Spencer, los clásicos nombres de prestigio con los que se suele adornar el reparto de estas cintas, o con la aparición del personaje de Jeff Daniels, del que es mejor no saber nada para comprender así lo previsible que es su desarrollo desde el primer momento en el que se le vea. A quien haga ese ejercicio, probablemente Leal sí le proporcionará el entretenimiento que espera. Pero como se quiera ir más allá, comienzan los problemas. No sólo porque en realidad no haya nada sorprendente en este festival de correctos efectos visuales, sino porque hay tantos atentados a la verosimilitud, a las leyes de la física y al desarrollo de los personajes, que en el fondo no hay por dónde coger lo que se está viendo.
Pero, claro, si uno está dispuesto a creer que un muro puede detener una lluvia roja y supuestamente contaminante, que unos tipos disparando ametralladoras contra dos personajes al descubierto no son capaces de acertar pero luego tienen una precisión de francotirador en un disparo más difícil, o que los malos malísimos siempre estén dispuestos a dejar a los buenos en situación de arruinar sus planes, entonces da igual lo mal que se hayan hecho las cosas en Leal. Eso son sólo ejemplos de lo que es cotidiano. Las series juveniles no quieren esforzarse. Les da igual que estén rodando eventos absurdos y comportamientos estúpidos, porque no quieren pagar guionistas para que piensen formas inteligentes de solventar situaciones. Quieren exactamente lo que se ve en la pantalla. Y eso les da dinero. Por absurdo que sea, tanto lo que pasa en la pantalla en las sucesivas películas de Divergente como que nos conformemos con esta forma de hacer cine juvenil.
1 comentario:
Me da una pereza esta peli que no veas, y mira que me he leído los libros. Ya me aburrieron Los juegos del hambre a partir de la tercera película y con El corredor del laberinto ya la segunda me ha parecido una mierda, así que creo que paso de gastarme más dinero en el cine viendo sagas juveniles. Y mira que lo tenían fácil para hacer algo decente todas ellas, pero es lo que tú dices, así ganan pasta igual así que para qué se van a molestar. Una pena.
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