El éxito continuo en forma de críticas incondicionalmente positivas y premios de toda índole han hecho de Alejandro González Iñárritu uno de esos directores que han dando un salto de autoría y se consideran, con o sin razón, por encima de las convenciones habituales. Cada nueva película que presentan tiene que ser la mejor y se hace con esas pretensiones. Pero Iñárritu, a quien siempre se ha podido discutir con más contundencia de lo que se ha hecho hasta ahora (Babel o Birdman pueden ser los mejores ejemplos, sobre todo la primera), se ha sentido tan encumbrado que se siente capaz de todo. Y todo, en ese caso, es El renacido, una película sobre la lucha por la vida que, en realidad, es una lucha por el aburrimiento. Con una mínima excusa, monta una película que supera las dos horas y media excesiva en todo, técnicamente precisa pero narrativamente muy vacía, con enormes tiempos muertos y un montaje delirante en el que sobran planos y secuencias a patadas.
El renacido es, en este sentido, una de las películas que confirma que el nombre vende más que el talento. Esta misma película, si la firmara un director anónimo y no contara con grandes actores en el reparto, probablemente generaría apenas una atención mínima. Pero firma "el ganador del Oscar" y cuenta con el actor que lleva veinte años siendo ninguneado por la Academia, por lo que parece hasta ahora. Y, de esa manera, El renacido se convierte en una película casi obligatoria. Pero atendiendo a sus méritos, es una película muy limitada, que desde luego se queda muy lejos de justificar el ejercicio de estilo inflado que quiere ser. La excusa de la película no es más que una aventura de venganza. Y eso no llega hasta los diez minutos finales de los 156 de los que se compone la película. Lo demás es, en realidad, un infladísimo prólogo que comete un pecado capital: la reiteración. Es imposible rellenar tanta película con tan poco material si no se recurre a la repetición.
Iñárritu, no obstante, es inteligente. Sabe que no está contando gran cosa y por eso vuelca todo el énfasis en dos aspectos, que son los que destacan. Por un lado, el preciosismo técnico, muy acertado en el caso de la fotografía de Emmanuel Lubezki, que ilumina de forma memorable una colección de hermosísimos planos superfluos, fallido por inconexo en la música que firman Ryuichi Sakamoto, Alva Noto y Bryce Dessner. Por otro, las actuaciones, sobre todo de Leonardo DiCaprio y Tom Hardy. El primero muestra un descomunal calvario físico, y aunque procede admitir el enorme esfuerzo que le supone al actor, tan profesional como siempre, lo cierto es que tampoco deslumbra en comparación con algunos trabajos suyos previos, mucho más interesantes. Pero lo extremo llama la atención, de ahí la apuesta de Iñárritu por una violencia tan descarnada en algunos momentos. Hardy, por su parte, se está convirtiendo en un actor esencial para entender la importancia de la voz y, sobre todo, de la contextualización de los personajes mediante esa imprescindible herramienta.
El renacido arranca bien, con una buena secuencia de acción, rodada de una forma personal e inteligente. Y acaba bien, con el clímax de esa venganza que se va mascando durante toda la película, por mucho que Iñárritu pierda el foco para repetirse e incluso para repetir recursos que ya hemos visto en otras películas en las que se muestra la supervivencia de un personaje en situaciones adversas. ¿Pero entre ambos momentos? Mucho aburrimiento. Demasiado. La apuesta de Iñárritu era efectivamente arriesgada, porque deja durante muchos minutos en solitario a un personaje ya de por sí poco hablador y que, además, no siempre utiliza el inglés para hablar. Pero casi todo lo que vive en el intervalo entre el arranque y el final del filme se acerca demasiado a la paja, a un relleno con el que mostrar esos dos campos en los que se destaca, el técnico y el interpretativo. El renacido queda así como una de esas películas que responde al tópico de que cuando se habla de lo visualmente impecable que es un filme es porque, en realidad, el resto es muy aburrido.
2 comentarios:
La vi ayer y pensé que me daba un mal cuando llevaba dos horas y descubrí que aún me quedaba media hora más; excesivamente larga sin motivo.
Sí que es muy preciosista pero entre lo lenta que es, lo poco que pasa y toda la reiteración del esoterismo... cuando llegó la venganza yo ya estaba pensando en las abutardas
Puede matar a alguien del aburrimiento, lo digo muy sinceramente. Si la hubiera visto en el cine, hubiera molestado a toda la sala con mis ronquidos.
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