Con la deslumbrante y sugerente filmografía que construyó Julio Médem en los años 90, que se perdiera con el cambio de siglo por caminos difíciles de desentrañar fue una de las peores noticias que pudo azotar a sus seguidores. El punto de inflexión lo marcó el polémico documental La pelota vasca, pero después no consiguió volver a ser el Médem de Los amantes del Círculo Polar, Tierra, La ardilla roja o Vacas. Desde Lucía y el sexo, Médem no volvía a ser Médem. Y Ma ma, que llega nada menos que catorce años después del filme protagonizado por Paz Vega, es el título que por fin nos devuelve al mejor Médem, aunque sea a retazos. Su poesía visual está ahí. Y la prolongación de su formidable universo femenino que supone Magda, esta mujer que se enfrenta a un cáncer de mama que está interpretada por Penélope Cruz, es igualmente atractiva. Sólo con eso ya bastaría para salir más que satisfechos de este regreso de Médem, pero hay más, aciertos y errores.
Empezando por lo primero, lo que sorprende negativamente es que la película no tenga en su arranque la naturalidad que caracteriza al cine de Médem. Los diálogos parecen forzados, incluso falsos, algunas situaciones también (algo que se extiende casi hasta el final con el exagerado e imposible papel del médico que interpreta francamente bien Asier Etxeandia) y eso hace que se tarde en entrar en el universo de la película, incluso aunque ya desde su primera escena quedé asentado todo lo que quiere ser. Es verdad que el impacto emocional que supone la historia, de idéntico nivel de dramatismo y realidad, oculta algunos de esos defectos de ritmo y tono que se puedan detectar, y eso mismo también hace plantearse algunas dudas. ¿Es Médem y lo que ofrece lo que provoca las emociones a flor de piel que hay en Ma ma o es la situación que describe? No se puede negar la influencia de lo segundo, pero lo primero cuenta de la misma manera.
Y es que Medem, con todo lo que ha hecho sufrir a su cine en la última década, sigue teniendo un toque mágico. Sus instantes oníricos, la forma en la que transforma la ambientación de una escena, la forma en la que juega con los sentimientos y las emociones son detalles que hacen que sus magníficas historias cobren una vida muy especial. Eso se vuelve a ver en Ma ma, como no se había visto en Caótica Ana o en Habitación en Roma, y es el principal motivo de gozo. Médem sabe entender al personaje de Magda, como también lo comprende Penélope Cruz, en una de las mejores actuaciones de su, la verdad, algo sobrevalorada carrera. Pero al mismo tiempo, y siendo lo femenino algo que marca tan profundamente el cine de Médem, sabe conjugarlo con la parte masculina de su universo, con un fantástico Etxeandia y un espléndido Luis Tosar.
Con los elementos que maneja, parece evidente que Médem ha arriesgado mucho más de lo que le permite el tema que trata. Sus imágenes van mucho más lejos de lo que el retrato de un cáncer de mama le habría permitido a un director que optara por un tono mucho más documental o telefílmico. Y es que Médem, y de eso hay que felicitarse, no es un director al uso. Por esos sus imágenes tienen tal poder de atracción, y por eso es capaz de conjugar su enorme talento visual con la narrativa que necesita una historia de esta índole. Ma ma es una historia dura y difícil, pero Médem ha sabido introducirla en su estilo, en su universo, entre lo que siempre ha querido contar a través de sus personajes femeninos, y dándole un envoltorio que siembra emociones de forma continua, y lo hace a través de un escenario mucho más complejo y vital de lo que se circunscribe al punto de partida de su historia. Esa siempre ha sido la grandeza de Médem, contar lo cotidiano desde una perspectiva inusual. Y ese Médem, aunque aún imperfecto, ha vuelto. Ya era hora.
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