Seguramente será una sorpresa para muchos descubrir que Reina y patria es una secuela. John Boorman estrenó nada menos que en 1987 Esperanza y gloria, un filme parcialmente biográfico que situaba la acción durante la Segunda Guerra Mundial y que fue nominado al Oscar a la mejor película. Esa parte del relato es a la que referencia el arranque de Reina y patria, una atípica y atractiva continuación de esta historia de Bill Rohan, ya un adolescente reclutado para el servicio militar, que es la etapa que describe esta película, de nuevo escrita y dirigida por Boorman. El resultado es más que agradable, irregular en bastantes momentos, eso sí, y sobre todo en su segunda mitad pero que en conjunto funciona como una acertada historia sobre el aprendizaje en la vida, que destaca sobre todo con una visión tan sarcástica como cínica de la vida en un campamento militar.
Realmente, eso es en lo que destaca Reina y patria, en su mirada hacia el ejército, que sabe moldear con sus dosis de drama y con sus dosis de comedia, mezclando los actores jóvenes que encabezan el reparto, Callum Turner y Caleb Landry Jones, con veteranos que le dan fuste a esas secuencias como David Thelis o Richard E. Grant. Pero, sin embargo, la película acaba adentrándose en un terreno complicado en el que no termina de acertar tanto cuando se aleja de ese recinto militar cerrado. La película, como era de esperar, se adentra en los más peligrosos terrenos de los primeros amores, de las relaciones familiares y algún que otro tema que es mejor descubrir en la propia película y que queda como muy en el aire. Ahí, probablemente, se ve el hecho de que sea un relato semiautobiográfico, sin tantas necesidades narrativas cinematográficas y sí pretensiones de satisfacer la propia memoria de Boorman.
No es que eso falle, es que la transición entre los diferentes escenarios no es fluida. La película pega saltos considerables que no siempre se pueden asimilar sin más. Escena a escena nada parece fallar, e incluso algunas de las conclusiones finales son emocionantes (sobre todo la del personaje de Thewlis, superior en rango a los dos chicos protagonistas y, de alguna manera, su principal antagonista), pero una vez pasada la primera hora el conjunto no es tan redondo. Sigue siendo interesante, pero le falta algo de cohesión y adolece de una narrativa más constante y firme, más decididamente cinematográfica, o que sepa aprovechar algunos de los elementos con los que juega, como por ejemplo la afición cinéfila del protagonista (heredera, obviamente, de la del propio Boorman) o la compleja relación que establece con el personaje de Tasmin Egerton (el juego de no saber su nombre es uno de los detalles más simpáticos del filme).
Reina y patria asume sin complejos su condición de episodio, con un brevísimo vínculo con el filme anterior, dejándose ver incluso sin haber pasado por Esperanza y gloria, y dejando abiertos muchos temas como para que sea plausible una tercera parte. El interés en los personajes, desde luego, queda al final tan intacto como lo está al principio de este nuevo filme de Boorman. Y como este es un director que sabe rodar con mucho talento, la película es muy disfrutable a muchos niveles, sobre todo en ese cinismo que desprenden muchas de las escenas militares, muy divertidas, también en la formidable reconstrucción histórica que hace el filme. No es perfecto, y quizá sus problemas narrativos hacen que sus 115 minutos sean algo excesivos, pero es una buena película, muy personal con la que a la vez es bastante fácil empatizar y en la que Boorman muestra un muy agradable sentido del humor.
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