Que nadie espere en America Ultra una historia. No la hay y no la quiere. Lo único que necesita es una excusa que permita aceptar que el pusilánime Mike Howell interpretado por Jesse Eisenberg (uno de esos actores que después de una genialidad, en su caso La red social, se ha dedicado más a interpretarse a sí mismo que a crear personajes y que necesita ya cambiar de tercio), se convierte en una máquina de matar. Y se acepta, pero con muchas reservas, porque American Ultra es una película que se pierde en el detalle exagerado y violento porque entiende que sus bazas están ahí. Quiere también jugar la baza de las sorpresas, pero la ausencia de historia, de la que es plenamente consciente el filme, hace que no haya mucho margen para aceptarlas, e incluso alguna se antoja inverosímil incluso en el marco de esta descomunal ida de olla, que gustará a quien entre en su humor y seguramente no despertará mucho interés en el resto.
En realidad, no hay nada en American Ultra que no hayamos visto mil una y veces, y aunque haya un cierto paralelismo fácil con la saga de Bourne, el referente más claro es Wanted, por tono, por estilo y por violencia desbocada. La diferencia está en que en Wanted había una historia, una que tergiversaba y olvidaba elementos esenciales del cómic en el que se basa, pero una historia al fin y al cabo. En American Ultra no. Todo se basa en aceptar lo que hacen los personajes, Mike y su novia Phoebe (Kristen Stewart), los enfrentados agentes de la CIA Adrian Yates y Victoria Lasseter (Topher Grace y Connie Britton) y hasta algunos secundarios que van desde lo estrambótico a lo directamente irrelevante (John Leguizamo en el primer caso, Bill Pullman en el segundo). Si se acepta, igual se entiende la broma. Pero si no... Si no se acepta, esta no será más que otra película a olvidar.
Y la verdad es que se acerca mucho más a ese segundo terreno que al primero, precisamente porque no hay demasiado carisma en el reparto, ni tampoco una química demasiado interesante. En la película van pasando cosas, muchas, explotan sitios, se suceden peleas, hay sangre y golpes. ¿Pero adónde va todo esto? A un final más que previsible al que se llega después de unas cuantas escenas de ultraviolencia sazonada de comicidad que, a estas alturas, ya no aporta nada nuevo. Así que sólo queda la posibilidad de disfrutar del viaje de una forma confortable, algo que más que el envoltorio lo podrían proporcionar los actores. El único al que de verdad se ve metido en su tarea, con algún detallito de esta Kristen Stewart empeñada en mostrar algo diferente a Crepúsculo (y se agradece), es Topher Grace. No es que su personaje sea brillante o su actuación espectacular, pero sí destaca sobre el resto.
Cuando uno ve el cartel de American Ultra y descubre que la frase con la que se quiere vender es "todos colgados", sólo queda darle la razón. Todos colgados, desde su director, Nima Nourizadeh (es su segundo filme tras Project X) a su guionista, Max Landis (que saltó a la fama con Chronicle) pasando por muchos de sus actores. Todos colgados, sobre todo porque quieren estarlo. Y sin posibilidad de rendención en los 100 minutos que dura American Ultra, exactamente la película que quería ser sin ningún género de dudas (tan alucinógena como la secuencia de animación que sirve para los créditos finales) y prolongación inevitable de una interpretación del cine de acción que ha venido calando en los últimos años y que apuesta por la violencia por encima de la historia. Probablemente no sirva para mucho más que un rato de asombro y caiga rápidamente en el olvido, pero quién sabe.Quizá el pública la alabe y tengamos un American Ultra 2.
No hay comentarios:
Publicar un comentario