Si se dice de Thor. Ragnarok que es un batiburillo no ha de entenderse como una crítica, porque es de lo que estamos hablando. Y no debe verse como algo negativo porque el resultado de este peculiar mix de superhéroes, ciencia ficción, luz, color, comedia, espectáculo y nostalgia ochentera funciona bastante bien. No de manera perfecta, por culpa de esa práctica, que casi siempre se muestra equivocada, de querer mezclar demasiadas historias y personajes, pero sí muy notable. Porque todo lo que hay en el filme es bastante acertado pero sí es verdad que en algunos momentos se puede sentir como escaso. La Hela de Cate Blanchett, por ejemplo, una de las villanas más brillantes del universo cinematográfico de Marvel pero que tiene menos tiempo en pantalla del deseado por la voluntad del estudio de mezclar a Hulk, igualmente brillante en este invento, o la Valkiria de Tessa Thompson pide a gritos ser, por qué no, la Wonder Woman de Marvel, con permiso de la Capitana Marvel.
A Taika Waititi se le ha dado un guion rompedor con la continuidad, que se ventila de una forma bastante peculiar el prometedor final que tenía El mundo oscuro y apuesta por un tono de comedia deudor del de los Guardianes de la Galaxia de James Gunn pero bastante magnificado, no solo por las bromas abundantes que llegan a convertir al propio Thor por momentos en un divertido bufón, sino también la colorista psicodelia que acompaña al filme desde el principio. Y esto, se conjunta con una fidelidad bastante superior al cómic, no al cómic oscurecido de nuestros tiempos, sino a una de las etapas más brillantes del Dios del Trueno marvelita, la de Walter Simonson en los años 80. Eso se pasa por el filtro de Planeta Hulk (qué pena que el cine ya no pueda guardarse las sorpresas que el márketing siente la necesidad de explotar) y queda un filme muy apañado.
Desde luego, es la mejor de las tres entregas de Thor, no porque las dos anteriores fueran tan malas como en algunos momentos se ha querido hacer ver, pero sí porque es la que consigue una apuesta más firme y completa. Falla a la hora de apostar por la épica, cuando está al borde de lograr sensaciones que podrían emparentar la película con la gloria fantástica de Las dos torres de El Señor de los Anillos, porque ahí se conforma con la comedia que tan bien sabe explotar por medio de Chris Hemsworth o Mark Rufallo, ni qué decir tiene que Jeff Goldblum o Tom Hiddleston se mueven ahí con mucha clase. Pero su apuesta es cómica y extravagante, se siente fuerte en ese terreno y la épica la deja para que los departamentos de efectos visuales se luzcan como suelen hacerlo en este tipo de producciones.
Thor siempre ha parecido la zona más débil del universo cinematográfico de Marvel, y Ragnarok sirve bien al propósito de redimir la franquicia, quien sabe si en lo que será su última película en solitario ante la ausencia de noticias de la futura fase cuatro. Si es así, la despedida es agradablemente delirante. Si no, lo que hace el filme de Waititi es abrir muchísimas puertas. Quizá se descarten, como pasó con ese mencionado escenario del final de El mundo oscuro. Pero si se hace con tanto convencimiento, ¿a quién le importa la continuidad? Marvel sabe que se trata de pasarlo bien. Y por muy planificado que parezca todo, Ragnarok demuestra que sabe adaptarse a los tiempos, incluso en un corto plazo de tiempo. Si Guardianes ha funcionado y Thor no, ¿por qué no fusionar sus estilos con un directos que entienda ambas cosas? Eso es lo que han hecho. Y la cosa, por mucha perplejidad que pueda provocar y provoca en algunos momentos, divierte de lo lindo.