Aunque hoy parezca increíble, Blade Runner no fue un éxito en 1982. Ni de
taquilla ni, realmente, de crítica. La cinta de Ridley Scott, un caos absoluto
durante su rodaje y un continuo cambio en la sala de montaje hasta muchos años
después de su estreno, se convirtió poco a poco en lo que es hoy, una cinta de
culto y clásico absoluto de la ciencia ficción de los años 80. Esa condición y
este interminable revival que vivimos convertían a su secuela en un plato muy
apetecible para casi todos. A diferencia de otros proyectos, que tanto se nota
que nacen con la vocación única de hacer dinero, que no es malo pero no puede
ser suficiente, Blade Runner 2049 nació con un aura de calidad. El respeto al
original y la presencia en la silla de director de Denis Villeneuve convertían
la película, a priori, en uno de los platos más apetecibles de los últimos
tiempos. Y el resultado está, por desgracia, lejos de lo esperado. Que nadie
piense que estamos ante una mala película o un desperdicio, ojo, pero no colma
las expectativas.
Es difícil ver en la película de Villeneuve una continuación natural de
Blade Runner. Es complicado sentirse dentro del mismo mundo, por mucho que haya
paralelismos que casi nos pueden hacer pensar en lo que J. J. Abrams hizo con
El despertar de la Fuerza para convencernos de nuevo de que Star Wars es lo más
grande. Y es casi inevitable, por sacrílego que pueda parecer, recordar lo que
Ridley Scott firmó en Prometheus, una obra tan absurda en su guion como
deslumbrante en lo visual. Blade Runner 2049 es, en muchos sentidos, mejor que
el intento de Ridley Scott de explicarnos el mundo de Alien, pero a la vez es
una cinta mucho más vacía de lo que parece, tanto en su historia, sencilla y
casi intrascendente por momentos, y que en su poesía queda lejísimos de su
referente, como admite cuando claudica en su formidable banda sonora y recurre
a Vangelis para ilustrar uno de los momentos álgidos del viaje que nos cuenta.
No será aquí donde se desvelen los secretos de Blade Runner 2049, pero sí
se puede decir sin miedo que Villeneuve busca un respeto tan reverencial que es
difícil ver la línea entre la secuela y el remake, sobre todo porque este
Deckard de Harrison Ford apenas conecta con el que ya conocíamos y cede el
protagonismo a un Ryan Gosling al que ya hemos visto antes en estas lides sin
necesidad de ser un replicante. Porque del mundo del Blade Runner original
apenas nos queda una mínima pincelada de historia. Los replicantes han
cambiado. La caza no es la misma. El discurso sobre la vida y la muerte ha
desaparecido. Y lo que sí encaja, como por ejemplo el personaje de Ana de
Armas, en realidad tendría que ser la guinda para entender la evolución de este
mundo cyberpunk y no lo más destacado de este regreso a una sociedad que se
antoja menos violenta, menos radical y menos oscura que la que ya conocíamos, a
pesar de que en teoría el escenario es peor.
Villeneuve, desde luego, es un artista visual de los que hay pocos ahora
mismo en el cine actual. Y eso, probablemente, consigue un efecto hipnótico que
oculta algunas de las carencias de su película, seguramente y en todo caso la
más impersonal de su filmografía. El problema quizá esté ahí, que no termina de
ser Blade Runner ni tampoco termina de ser Villeneuve puro. Y en esa
indefinición hay muchos tiempos muertos. El ritmo lento era previsible, pero no
que haya escenas superfluas (como el regreso de un viejo conocido) o instantes
que rozan el aburrimiento, sobre todo durante su larga primera mitad. No da la
sensación de que las mejores ideas de la cinta, como el sistema de control de
los replicantes o la manera en la que la inteligencia artificial se ha colado
en la vida emocional incluso de estos seres artificiales, logren elevar la
película al nivel que cabía esperar. Sin ser un tropiezo, tampoco es la joya
que podría haber sido.
1 comentario:
Muy bueno el blog, me llama la atención el cine y pienso que es lo mio decidí estudiar esta fp producción de audiovisuales y espectáculos creo que es una buena opción, que opinan de esta metodología de estudios a distancia?
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