Que cada película que estrena Clint Eastwood es un motivo de celebración es algo que está ya fuera de toda duda. Lo será hasta que acontezca el triste día en el que no podamos ver nuevas películas suyas. La genialidad de un cineasta, sin embargo, tiene como elemento contraproducente que no siempre se puede brillar a la misma altura. Pero que nadie se asuste. J. Edgar, el retrato que Eastwood hace del primer director del FBI, Hoover, no es un borrón en la carrera del mítico realizador de Sin perdón, Bird o Mystic River. Pero sí es una película mucho más dispersa de lo que es costumbre en el viejo Clint. Fallan elementos que en otras películas recientes suyas sí funcionaban, empezando por algo que afecta a la credibilidad del propio filme que es la caracterización de los actores. Sí encaja, como siempre, la clásica forma de rodar de Eastwood. Y Leonardo DiCaprio ofrece una convincente y apasionada recreación de Hoover, imprescindible de honrar con el visionado de la película en versión original.
A priori, sonaba fascinante la posibilidad de ver qué podía hacer Clint Eastwood con la biografía de un tipo tan controvertido y fundamental en la historia norteamericana del siglo XX como J. Edgar Hoover. Menos encajaba la unión entre el cineasta y el guionista Dustin Lance Black, autor del libreto de Mi nombre es Harvey Milk y conocido defensor de los derechos del colectivo gay. La mezcla, en realidad, es parte de la dispersión que afecta a J. Edgar, que salta con demasiada facilidad entre los dos temas (la construcción del FBI por un lado y las tendencias homosexuales de su director por otro) y las cuantiosas secuencias que engloba cada uno de ellos en la película, de algo más de dos horas de duración. Sin hacerse larga, porque estamos ante un director que sabe rodar a la perfección, a veces se pierde la perspectiva del drama histórico en favor de la tragedia personal y viceversa, porque ninguno de los dos encuentra una definición tan precisa como cabría esperar de Eastwood.
La película explora dos líneas temporales. Por un lado, el presente, en el que un envejecido pero todavía en activo Hoover relata sus memorias y se enfrenta a la situación del momento, en la que Richard Nixon ha llegado a la Casa Blanca. Por otro, sus recuerdos a modo de flashbacks, desde que comienza a trabajar para el Departamento de Justicia y pasa a crear el FBI tal y como lo conocemos hoy en día, hasta sus casos más populares y su lucha contra el comunismo. Sin que se lleguen a entorpecer ambas líneas y con algún que otro gran momento de montaje, lo cierto es que no termina de haber fluidez entre ellas. No termina de haber una conexión emocional, al menos no hasta una secuencia final extraordinaria entre el propio Hoover y Clyde Tolson, uno de sus hombres de confianza en el FBI y a quien se consideró su amante. Es en esa escena donde sí llega la magia, donde se funden con maestría la historia y la ilusión, los hechos y los delirios de grandeza, las sensaciones de un hombre y su aplastante realidad.
La escena, además, y a pesar de llegar en el último cuarto de hora, es prólogo y continuación de las mejores secuencias políticas que incluye la película, precisamente las que se refieren a Nixon y, en menor medida, a los Kennedy. Lo que falla, ahí y en toda la película, es el maquillaje aplicado a los actores para mostrarles envejecidos. No parece creíble, saca de la historia con demasiada facilidad en casi todos los casos, incluso en el de Leonardo DiCaprio, que al margen de ese lastre no es capaz de coronar su gran trabajo interpretativo y vocal ofreciendo un tono de voz propio de un hombre de la edad con la que murió Hoover. Si se cierran los ojos, seguimos escuchando al Hoover más joven. La excepción en cuanto al maquillaje es Naomi Watts, que incluso con un personaje que a veces parece demasiado corto deja otra espléndida actuación como la secretaria personal de Hoover, creíble además en todos los estadios de edad, incluso más en sus últimos años.
DiCaprio, eso sí, consigue lo más difícil: convertirse en Hoover desde el principio e, insisto, a pesar de las flaquezas del maquillaje. La verdad es que le ha sentado fenomenal rodar con directores como Scorsese, Spielberg o ahora Eastwood para crecer como actor, y gracias a eso su presencia es magnética y poderosa durante toda la película. Si estamos ante una de esas películas que se basan en un retrato más o menos fidedigno de una importante figura política y DiCaprio sale triunfante, ¿qué falla entonces? Quizá que cuesta encontrar sentido a algunas escenas, incluso a algunos personajes (como la madre de Hoover, interpretada por Judi Dench). Quizá que no terminan de palparse en la pantalla la importancia de cada movimiento político y estratégico de Hoover, quizá que los saltos de uno a otro episodio son demasiado bruscos y por medio de una voz en off que no siempre funciona bien. La genialidad de Eastwood se sigue dejando ver como casi siempre (atención a la hermosa composición del plano final de DiCaprio), pero esta vez un peldaño por debajo de lo que nos tiene acostumbrados. Aún así, Eastwood siempre es mejor que la media.
3 comentarios:
La pelicula en Canadá tuvo mala rececpción y no duro mucho en cartelera y creo que la ausencia de DiCaprio entre los nominados al Oscar este año (lo hubiera preferido antes que Clooney), refuerza mi teoria que a DiCaprio "pocas veces se la crees" y verlo caracterizado de viejo en J.Edgar simplemente parece una satira de el mismo.
Me quedo debiendo tambien esta peli...
Has llegado ya a ver SHAME?
C., pues creo que es una de las mejores cosas que me podrías decir, es lo que pretendo siempre, que a la gente le apetezca ver cine...
Gallo, yo a DiCaprio me lo voy creyendo más con el tiempo, de verdad siento que le ha venido bien trabajar con Scorsese, Spielberg y ahora Eastwood. Aunque aquí, insisto, falla en las escenas de más edad, por la voz y por el maquillaje. Pero Eastwood siempre merece la pena. Y no, aún no he visto Shame.
No sé por qué, y mira que me encantan tanto Eastwood como Di Caprio, esta peli me da algo de miedo... en el sentido de que no sé yo por qué me parece que me va a ser un poco tostón...
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