Hablar de Carlitos y Snoopy. La película de Peanuts supone acercarse a una forma diferente de entender la animación, más próxima a Aardman que a las producciones de los grandes estudios del ramo, llámese Pixar, Disney o Dreamworks. Y ni siquiera eso, porque las tiras de Snoopy son algo que no se corresponde con nada de lo que forma parte del ideario colectivo de la animación actual. La propuesta de Steve Martino, máximo responsable de cintas como Horton o la cuarta parte de Ice Age, busca un espacio que nadie está ocupando en este momento. Quizá no sea una cinta para niños de hoy en día, y busque su público entre los adultos, entre quienes conozcan al personaje, quienes sean de su gusto por escribir una novela en la que se enfrenta al Barón Rojo o que los adultos tienen una jerga intraducible. Quizá. O quizá no haya más que probar. Porque Charles Schulz, creador de estos personajes, estaría satisfecho. Y él sabía cómo llegar tanto a niños como a adultos.
Esa fidelidad al original tiene su expresión más evidente en que la película está escrita por Craig y Brian Schulz, hijo y nieto de Charles y sin duda perfectos conocedores de todo el pequeños y extraordinariamente inteligente universo que creó su padre y abuelo. Tanto es así, que por momentos la película parece una concatenación de tiras para dar forma a una pequeña historia que lleva la película al terreno de la comedia romántica más amable. Eso se ve con claridad en las escenas que hay entre los créditos (la última, cuando acaban, es probablemente la más prescindible de todas, pero bien vale advertir de su presencia), pero también en muchos momentos concretos de la película, una formidable traslación de todo que se ha visto durante décadas en el trabajo de Schulz. Todo está en la pantalla, todo funciona, todo divierte, y es difícil pedir algo mejor.
Es verdad que esa misma fidelidad implica que la película asume muy poquitos riesgos, por no decir ninguno. Desde luego, no en lo argumental ni en el humor que se despliega a lo largo de sus 86 minutos. Lo más complejo es, probablemente, la técnica de animación escogida, que mezcla una moderna animación por ordenador con un aspecto que recuerda mucho más al 2D y que se muestra sobre todo en ojos, bocas y gestos faciales de los personajes, de aspecto mucho más arcaico. La mezcla da a la película una textura singular y muy diferente a todo lo que se viene haciendo, a ratos con similitudes hacia la animación stop motion pero sin abandonar el trabajo por ordenador que luce sobre todo en las escenas de Snoopy imaginándose en esos combates aéreos contra el Barón Rojo pilotando su propia caseta.
La tentación es decir que Carlitos y Snoopy. La película de Peanuts es un producto pensado para seguidores o, al menos, conocedores del trabajo de Schulz. Es evidente que ellos son los que más van a disfrutar con las andanzas de Carlitos, Snoopy, Woodstock, Lucy, Linus y compañía, pero al mismo tiempo es una de esas películas que dan ganas de confrontar con una audiencia que no sepa demasiado de este mundo. El encanto que tiene Snoopy es tan universal que casi resulta difícil pensar que la película podría aburrir. Probablemente sucederá en demasiados cosas, por desgracia, porque hemos acostumbrado a los niños (y a los adultos) a un cine infantil carente en demasiadas ocasiones de la inteligencia de Peanuts. Pero Carlitos y Snoopy es una de esas pequeñas maravillas que, con el mínimo de ingenuidad que requiere entrar en su mundo sin adultos, se disfruta de principio a fin con una sonrisa en la boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario