Spectre tenía a priori todos los elementos para convertirse en el mejor filme de 007 protagonizado por Daniel Craig. El espléndido resultado de Skyfall, el retorno de la mítica organización criminal de película pretéritas y el añadido al reparto de nombres como Christoph Waltz, Monica Bellucci o Léa Seydoux invitaban a pensar que en esta segunda tentativa Sam Mendes podría convertirse en el título definitivo de James Bond. Pero la enorme ambición que tiene la película, por escenarios, por tramas y por duración (a dos minutos de las dos horas y media) queda finalmente insatisfecha. Spectre es una película fácil, poco valiente, previsible en demasiados aspectos pero también, eso sí, muy entretenida. En muchos aspectos, es puro Bond. Pero un Bond más clásico y casi humorístico, lejos del tono que se había asentado en la saga con la llegada de Daniel Craig en Casino Royale. Es, probablemente, un buen cierre de ciclo, pero se pierde la posibilidad de ver algo mucho más imponente.
Con Spectre se pretende redondear la saga, eso es obvio. Se quiere conectar Casino Royale, Quantum of Solace y Skyfall, y eso se hace de una manera no siempre inteligente (la forma en la que se explica la misión de Bond es facilona y casi absurda; el juego de las fotos en el clímax casi parece de opereta de serie B). Con todo, es un cierre satisfactorio. No brillante, pero sí suficiente. No sería justo decir que Spectre aburre, aunque tiene valles demasiado profundos que invitan a pensar que le sobran algunos minutos a su montaje, porque al final sí se pueden encontrar muchos elementos que invitan al disfrute habitual de las películas de James Bond, empezando por el cada vez más arrollador carisma de Daniel Craig, que se amolda a los tonos más oscuros de estos filmes como también, aquí, se ve, a los más joviales.
De hecho, la película arranca con suma brillantez, con un prólogo excepcional, que parte de un maravilloso plano secuencia en el Día de los Muertos mexicano, pero el mismo final de esta larga escena, exageradamente espectacular para lo que acostumbra Bond (sobrepasando incluso las temeridades que sí funcionan espléndidamente bien en Misión imposible), ya indica que Spectre va a sobrepasar límites que no benefician al resultado final. Sucede con todo, y afecta a la película porque resulta facilísimo anticiparse a casi todo lo que va a suceder. Spectre, intentando resucitar el espíritu clásico, se apropia también de una ingenuidad que Skyfall no tenía y que, con la entrada en juego de la organización criminal que da título al filme se antoja innecesaria. Hay tanto de eso, que al final la película se olvida un poco de sí misma, se da por satisfecha con acumular escenas de acción en escenarios exóticos y tópicos de Bond, y se olvida de sus personajes.
El más perjudicado es el de Christoph Waltz, un actor que, todo hay que decirlo, ha decidido instalarse en un registro inamovible que ya roza lo aburrido, pero también el de Léa Seydoux, que acumula tópicos y pierde personalidad por el camino. En realidad, la película se mueve en un terreno tibio. Nada destaca especialmente (a excepción del plano secuencia inicial), pero nada descarrila de una forma flagrante. Es, simplemente, que Spectre no enamora. Da la impresión de que Mendes, y de paso Craig, se han querido sacudir la presión de Bond con una película relativamente fácil, poco arriesgada y que no continúa, en realidad, el tono con el que finalizó Skyfall. Es satisfactoria como un filme más de Bond, pero escasa viendo la escalada de la franquicia. Y si Skyfall fue una nolanización de 007, para esta despedida también se puede decir que le ha sucedido a Mendes lo mismo que a Chistopher Nolan al despedirse de Batman: con todo a su favor, falló más que en el filme anterior. Sólo que El Caballero Oscuro. La leyenda renace es bastante mejor que Spectre.
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