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lunes, abril 02, 2012

'Blancanieves', comedia sin hadas

Quien espere ver en Blancanieves un cuento de hadas, se ha equivocado de película. Aquí ni hay hadas ni hay magia, casi no hay ni cuento, porque todavía no he sido capaz de encontrar qué quiere contar la película. Lo que hay es comedia. Pura y dura. Y, para ser francos, comedia más bien normalita tirando a triste. Tarsem Singh se embelesa él solo con el aspecto visual tan característico de sus películas y se olvida, una vez más, de cuidar una narración repleta de altibajos, de momentos perfectamente olvidables e incluso de cambios en la historia casi pensados para enfadar al más purista de los aficionados al cuento original o a su versión más popular, la de Walt Disney. Blancanieves, la primera de las versiones de esta historia que veremos este año, es un título totalmente prescindible, en el que nada nuevo hay que rascar y que es, desde ya y sin necesidad de comparar el resultado con la adaptación que veremos próximamente, una rareza difícil de explicar.

Viendo Blancanieves es complicado entender qué ha motivado a los prácticamente desconocidos Melissa Wallack y Jason Keller para crear un guión como el que escriben. Cogen Blancanieves, dispersan sus detalles más significativos a lo largo de sus páginas, pero lo hacen sin demasiado sentido, lo que demuestra que en el fondo les da igual ese cuento, porque lo mezclan sin rubor con La Bella Durmiente, Caperucita Roja o incluso con la leyenda de Robin Hood (porque, claro, ¿qué sería de Blancanieves si durante cinco minutos de película, sólo cinco minutos, no robara a los ricos para dárselo a los pobres?). Qué más da, el caso es hacer algo extraño y que llame la atención. Y a eso se suma el particular estilo visual de Tarsem Singh, que en este caso ni siquiera es tan personal como cabría parecer. La influencia de la olvidable Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, cuyo éxito es seguramente el origen económico del lanzamiento de esta Blacanieves, es más que evidente. Ni historia ni diseño cumplen su función, así que esta película está ya tocada desde su origen.

Es una comedia. Eso es más que evidente. Y la comedia gana terreno a la historia en todo momento. Se busca más el gag que la narración coherente. Y lo peor es que tampoco se consigue hacer reír. Blancanieves es una comedia, pero no una película divertida. Puede que algún momento de esos enanitos tergiversados y rebautizados sí sea simpático, pero ya. De hecho, el personaje más gracioso de Blancanieves es la Reina que interpreta Julia Roberts, la única actriz de todo el reparto, puede que junto a un Nathan Lane que en el fondo suena muy repetitivo, haya entendido el tono que quería tener la película. Al mismo tiempo, eso supone que la malvada reina es de todo menos malvada. ¿Inspira terror? En absoluto. Entonces, ¿qué razón de ser tiene el personaje? Difícil de encontrar. Y más teniendo en cuenta la nula química que hay con su supuesta antagonista, una sosa Lilly Collins, que en ningún momento parece creerse el personaje de Blancanieves.

De alguna bizarra forma (y el también disparato final musical no hace más que acentuarlo), da la impresión de que esta Blacanieves quiere ser un Shrek de imagen real, una especie de variación cómica del cuento de hadas. Desde luego, le falta el cinismo del primer Shrek para cumplir ese objetivo, pero también un guión mucho más acertado, unos personajes más carismáticos y unas interpretaciones más sólidas. Blancanieves casi parece que, sabedora de que no consigue una entidad propia en ningún momento, va recortando detalles de otras historias, incluyendo un cameo final que inevitablemente recuerda demasiado al de Sean Connery en el Robin Hood. Príncipe de los ladrones de Kevin Costner. Quizá el único detalle atractivo y original de esta revisión del cuento clásico esté en lo que da título original a la película, Mirror, mirror, y es el juego dimensional de espejos que, por desgracia, tampoco está bien explicado o aprovechado en el montaje final. Un montaje en el que sobran tantas escenas que, de haberse recortado todas, tendríamos a lo mejor un digno cortometraje.

Blancanieves se me queda en un error a todos los niveles. Si no quiere ser un cuento de hadas, es absurdo coger la historia de Blancanieves. Para hacer una comedieta infantil en la que lo más gracioso sea ver a un príncipe comportándose como un cachorrito, a una doncella que lejos de estar en apuros pelea con espada y recibe cachetes en el trasero mientras aprende a hacerlo, o que los enanos lleven zancos no hacía falta buscar una historia tan conocida. Si a eso añadimos que el estilo visual de Tarsem Singh (Immortals está muy reciente; sus otras dos películas son La celda y El sueño de Alexandria) a mí nunca me ha llenado y aquí es mucho más dibujo animado que nunca, lo que queda es un disparatado despropósito difícil de entender. O igual es que para mí un cuento de hadas es otra cosa.

domingo, diciembre 18, 2011

'El cascanueces en 3D', un pequeño gran naufragio

Una historia más o menos popular, un mundo de fantasía, actores conocidos y reconocidos... y sin embargo El cascanueces en 3D es un pequeño gran naufragio. Falla como musical, porque las canciones añadidas al relato (aún peores con el doblaje) son extrañas. Falla como relato de fantasía porque no tiene excesiva imaginación y los efectos especiales son malos y poco disimulados. Falla incluso en sus actuaciones, que van desde las exageradamente ridículas como la de John Turturro a las incapaces de creerse lo que están haciendo como la de Elle Fanning. Muy poquito que salvar en una película decepcionante, que no convence a ningún nivel y que deja bien claro por qué ha tardado tanto en estrenarse en nuestro país (el filme está acabado desde comienzos de 2009, nada menos).

Teniendo en cuenta que estamos hablando de la adaptación cinematográfica de un ballet clásico, lo suyo sería que la música sostuviera el espectáculo. Pero no, es justo al contrario. Las canciones cuentan con letras inadecuadas, infantilonas y bastante aburridas. Con eso, la película ya pierde buena parte del encanto que podía tener. Pero no es el mayor de sus problemas. Andrey Konchalovskiy (director conocido por ¡¡¡Tango y Cash!!!) no sabe encontrar el tono ni el ritmo adecuados, y eso que afirma que es el proyecto que siempre quiso dirigir. El fallo es generalizado, con un guión soso, unos diálogos manidos y poco imaginativos, un reparto perdido y un aspecto visual bastante pobre, empezando por un 3D no sólo ya innecesario, sino que apenas se aprecia en ninguna escena, y eso que va incrustado en el mismo título de la película.

El mismo cascanueces es un personaje mal llevado. Como muñeco de madera, es un efecto especial de escasa calidad (como el resto de las imágenes digitales del filme, que a veces parecen propios de un producto amateur más que de una película comercial); como niño parece un personaje completamente diferente, algo a lo que contribuye que el juguete tenga una voz diferente. De hecho, ni siquiera es fácilmente aceptable que la niña protagonista adore con tanta facilidad al cascanueces, lo que dificulta notablemente la inmersión del espectador en la historia. Si el perfil del protagonista, aún siendo más cercano al tradicional, ya sorprende, la concepción de las ratas como un remedo de los nazis deja una absoluta sensación de sorpresa y perplejidad. Es un detalle que no aporta absolutamente nada a la historia, ni siquiera a nivel visual, dada la torpe organización de las tropas en pantalla.

Podrían salvar la película los actores, pero ni siquiera. John Turturro parece haber perdido el norte (del mismo modo que en Transformers, pero con un papel completamente diferente), histriónico y exagerado hasta decir basta y otra de las víctimas de los malos efectos especiales. Elle Fanning (que nadie se asuste de verla más pequeña que en Super 8, es que, repito, la película lleva dos años en una estantería) mantiene todo el grado de encanto natural que tiene, pero parece perdida actuando al lado de efectos digitales. Sólo Nathan Lane (haciendo de Albert Einstein; se le quiere colocar como narrador que habla directamente al espectador en alguna escena, pero ese es otro de los detalles que no tiene ningún sentido lógico ni intencionalidad aparente) o Richard E. Grant mantienen un poco el tipo, pero sus personajes tampoco cuenta con perfiles precisamente brillantes, por lo que tienen poco que hacer.

El cascanueces en 3D es una de esas películas que dejan una sensación bastante amarga al final, porque material hay de sobra para hacer una cinta mínimamente atractiva. Esta versión quiere ser una especie de cuento infantil que rememore lo que fue en los años 80 Dentro del laberinto, por aquello de que una chica real se adentre en un mundo de fantasía, pero los resultados distan de ser cercanos. Pretende ser una especie de cinta infantil navideña, pero tampoco está cerca de conseguirlo. Quizá no es más que la traslación a la pantalla grande de un viejo sueño de su director, pero estoy seguro de que él mismo, si tanto cariño le tiene a esta historia, habrá visto mejores versiones. Y así este título se queda sólo para aquellos completistas que quieran ver a alguno de sus actores favoritos (en mi caso, quería ver a Elle Fanning), aunque ninguno de ellos esté precisamente brillante. Una pena.