No anda muy fino Hollywood a la hora de plantear revisiones de cuentos clásicos. Blancanieves ha tenido dos adaptaciones y las dos han sido fallidas. Esta segunda, Blancanieves y la leyenda del cazador, es bastante mejor que Blancanieves (Mirror, Mirror), pero está tan llena de inconsistencias e incoherencias que es bastante complicado terminar la película y creerse que se ha pasado por una experiencia gratificante. Es igualmente complejo entender el empeño en colocar un título de un cuento clásico a una historia que, en realidad, quiere distanciarse tanto del original (adaptar Blancanieves no es colocar una manzana, una reina, una princesa y siete enanitos a lo largo del relato, como parece que creen los autores de ambos filmes), por loable que sea el intento de ofrecer una versión tétrica y oscura de esa historia. Y es que da la sensación, y es una sensación que ofrecen docenas de adaptaciones contemporáneas de relatos clásicos, de que hay un guión que guarda ciertas similitudes con algo ya conocido y se le pone el título intentando que alguna ley del márketing que conocerán los entendidos atraiga al público a las salas de cine.
Blancanieves y la leyenda del cazador parte de un error conceptual en el que se ha venido insistiendo desde que se conoce el reparto de la película, desde que se vieron las primeras fotos, y que la película corrobora por completo: Charlize Theron es una mujer mucho más guapa, atractiva y carismática que Kristen Stewart. Ya le puede poner la protagonista de Crepúsculo todo el empeño que quiera, que su rival femenina gana por goleada a lo largo de toda la película. Se nota en cada fotograma en que aparecen las dos, juntas o por separado. Y eso, cuando el peso de la historia se pone precisamente en la belleza, es una cojera irresoluble para la película ya desde su planteamiento. En todo caso, es una cuestión más de carisma que de atractivo físico. Quizá por eso el márketing, de nuevo el márketing, ha hecho hincapié en las imágenes de una Blancanieves guerrera (que sólo aparece en los últimos veinte minutos) y no en la hermosa princesa que todos recordamos del cuento. Charlize Theron, de hecho, es lo más destacado del filme, lo más sincero, lo más concordante con los objetivos de fábula oscura que asume el director, el debutante Rupert Sanders.
No se puede negar que esa deseada atmósfera se consigue, al menos parcialmente y a pesar de escenas tan extrañas como la de ese bosque mágico tan difícil de encajar en la película. Y es de agradecer esa aproximación oscura a un cuento para niños, que en el fondo siempre esconde elementos aterradores. Pero se derrumba por la mencionada inconsistencia del filme. Hay tantas escenas, tantas situaciones y tantas soluciones que provocan perplejidad o que obligan a formular preguntas absurdas que, tomadas en serio, arruinan por completo el visionado del filme. Desde las ingentes habilidades de supervivencia (¡y combate!) que tiene una Blancanieves que se ha pasado años encerrada en una celda de mínmo espacio a los absolutamente inverosímiles sentimientos de amor que inundan la película, pasando por el papel intrascendente y anecdótico que juegan aquí los enanos, de nuevo ninguneados en la historia como ya pasó en Mirror, Mirror. Analizar escena por escena, insisto, destroza todo lo que plantea el filme, incluyendo el clímax de la película, y es una pena porque visualmente sí hay bastantes logros notables.
Blancanieves y la leyenda del cazador es una película de ritmo mucho más lento de lo que requería, a la que le sobran algunos minutos y que no termina de aprovechar los aciertos que tiene para nivelar la balanza a su favor. Quizá es que no termina de tener claro si quiere ser un relato épico, que no lo es tanto, o uno fantástico, que tampoco termina de serlo en algunos momentos. Y así transcurren dos horas que no es que sean abiertamente malas (sí lo eran en el caso de Mirror, Mirror) pero que incurren en numerosos errores y no saben aprovechar las bazas que podría haber jugado la película. Poco importa la Blancanieves de Kristen Stewart y casi menos el cazador de un Chris Hemsworth todavía muy encasillado en su papel de héroe extraído de Thor. No es una película romántica, no es un relato fantástico, no es un cuento épico. ¿Y entonces qué es? No termino de tenerlo claro. O al menos no termin de ver qué quiere ser. Pero uno ve a Charlize Theron y se le olvidan todos los problemas durante un instante... Sólo un instante, eso sí, porque lo que queda al final es otra adaptación fallida de un cuento clásico. ¿Será que sólo Disney sabe acometer esta tarea sin caer en problemas tan evidentes?
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lunes, junio 04, 2012
lunes, abril 02, 2012
'Blancanieves', comedia sin hadas
Quien espere ver en Blancanieves un cuento de hadas, se ha equivocado de película. Aquí ni hay hadas ni hay magia, casi no hay ni cuento, porque todavía no he sido capaz de encontrar qué quiere contar la película. Lo que hay es comedia. Pura y dura. Y, para ser francos, comedia más bien normalita tirando a triste. Tarsem Singh se embelesa él solo con el aspecto visual tan característico de sus películas y se olvida, una vez más, de cuidar una narración repleta de altibajos, de momentos perfectamente olvidables e incluso de cambios en la historia casi pensados para enfadar al más purista de los aficionados al cuento original o a su versión más popular, la de Walt Disney. Blancanieves, la primera de las versiones de esta historia que veremos este año, es un título totalmente prescindible, en el que nada nuevo hay que rascar y que es, desde ya y sin necesidad de comparar el resultado con la adaptación que veremos próximamente, una rareza difícil de explicar.
Viendo Blancanieves es complicado entender qué ha motivado a los prácticamente desconocidos Melissa Wallack y Jason Keller para crear un guión como el que escriben. Cogen Blancanieves, dispersan sus detalles más significativos a lo largo de sus páginas, pero lo hacen sin demasiado sentido, lo que demuestra que en el fondo les da igual ese cuento, porque lo mezclan sin rubor con La Bella Durmiente, Caperucita Roja o incluso con la leyenda de Robin Hood (porque, claro, ¿qué sería de Blancanieves si durante cinco minutos de película, sólo cinco minutos, no robara a los ricos para dárselo a los pobres?). Qué más da, el caso es hacer algo extraño y que llame la atención. Y a eso se suma el particular estilo visual de Tarsem Singh, que en este caso ni siquiera es tan personal como cabría parecer. La influencia de la olvidable Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton, cuyo éxito es seguramente el origen económico del lanzamiento de esta Blacanieves, es más que evidente. Ni historia ni diseño cumplen su función, así que esta película está ya tocada desde su origen.
Es una comedia. Eso es más que evidente. Y la comedia gana terreno a la historia en todo momento. Se busca más el gag que la narración coherente. Y lo peor es que tampoco se consigue hacer reír. Blancanieves es una comedia, pero no una película divertida. Puede que algún momento de esos enanitos tergiversados y rebautizados sí sea simpático, pero ya. De hecho, el personaje más gracioso de Blancanieves es la Reina que interpreta Julia Roberts, la única actriz de todo el reparto, puede que junto a un Nathan Lane que en el fondo suena muy repetitivo, haya entendido el tono que quería tener la película. Al mismo tiempo, eso supone que la malvada reina es de todo menos malvada. ¿Inspira terror? En absoluto. Entonces, ¿qué razón de ser tiene el personaje? Difícil de encontrar. Y más teniendo en cuenta la nula química que hay con su supuesta antagonista, una sosa Lilly Collins, que en ningún momento parece creerse el personaje de Blancanieves.
De alguna bizarra forma (y el también disparato final musical no hace más que acentuarlo), da la impresión de que esta Blacanieves quiere ser un Shrek de imagen real, una especie de variación cómica del cuento de hadas. Desde luego, le falta el cinismo del primer Shrek para cumplir ese objetivo, pero también un guión mucho más acertado, unos personajes más carismáticos y unas interpretaciones más sólidas. Blancanieves casi parece que, sabedora de que no consigue una entidad propia en ningún momento, va recortando detalles de otras historias, incluyendo un cameo final que inevitablemente recuerda demasiado al de Sean Connery en el Robin Hood. Príncipe de los ladrones de Kevin Costner. Quizá el único detalle atractivo y original de esta revisión del cuento clásico esté en lo que da título original a la película, Mirror, mirror, y es el juego dimensional de espejos que, por desgracia, tampoco está bien explicado o aprovechado en el montaje final. Un montaje en el que sobran tantas escenas que, de haberse recortado todas, tendríamos a lo mejor un digno cortometraje.
Blancanieves se me queda en un error a todos los niveles. Si no quiere ser un cuento de hadas, es absurdo coger la historia de Blancanieves. Para hacer una comedieta infantil en la que lo más gracioso sea ver a un príncipe comportándose como un cachorrito, a una doncella que lejos de estar en apuros pelea con espada y recibe cachetes en el trasero mientras aprende a hacerlo, o que los enanos lleven zancos no hacía falta buscar una historia tan conocida. Si a eso añadimos que el estilo visual de Tarsem Singh (Immortals está muy reciente; sus otras dos películas son La celda y El sueño de Alexandria) a mí nunca me ha llenado y aquí es mucho más dibujo animado que nunca, lo que queda es un disparatado despropósito difícil de entender. O igual es que para mí un cuento de hadas es otra cosa.
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