Se diga lo que se diga, y por mucha normalidad que se aparente vivir, el cambio del capitán siempre provoca turbulencias. J. J. Abrams actualizó Star Trek de una manera valiente, starwarsizándola, y el experimento no salió nada mal. Cambiaba algo de la esencia, desde luego, pero ofreció dos películas tremendamente entretenidas y con historias que contar. En Más allá, tercera cinta del reboot de título indefinido por completo y en realidad sin mucho sentido, se da un paso atrás claro. De la mano de Justin Lin y con un guión escrito a toda prisa por Simon Pegg y Doug Jung, la imagen se ha comido a la historia, no hay contenido real, no pasa nada realmente trascendente en la película para ningún miembro de la tripulación del Enterprise, y aún con las solventes gotas de entretenimiento que sigue dejando la serie estamos sin duda ante la más floja de las tres entregas moderna, una en la que no hay tema de fondo, aunque parece que se intenta que lo haya, y donde hay poca emoción.
El primer gran problema que tiene Más allá es justo ese, que no se sabe muy bien qué se está contando, qué historia es la que quiere transmitir, más allá de un tópico enfrentamiento con un malo misterioso que está ya mil veces visto. Eso funciona bien, pero el orden de los factores en esta ocasión sí altera el producto. No funciona que la gran escena climática (por lo que implica para cualquier trekkie de pro) esté en el primer tercio del filme, desde luego no genera ni por asomo el mismo impacto emocional que cuando vimos algo parecido en las películas originales, y desde luego falla que la motivación del villano quede completamente oculta prácticamente hasta el final de la historia. La desconexión que hay por tanto entre héroes y villanos es total. Y las explicaciones que tendrían que tener muchísimos elementos de la película brillan por su ausencia de una manera clamorosa, dejando en mal lugar al guión.
Y el caso es que la incorporación de Simon Pegg a esas labores de escritura, sumado a lo que se había visto en los trailers, anunciaba una deriva aún más cómica de la serie. Ahí está la sorpresa de Más allá, que no arranca así, incluso prescinde de chistes en la primera hora de la cinta. No falla por donde se podía anticipar, sino por otras cuestiones. Y es que esos intentos de dar un poso, un peso y una profundidad al relato de Kirk, Spock y compañía palidecen porque no hay continuidad y porque no hay un malo a la altura. El añadido de Idris Elba bajo toneladas de maquillaje es más testimonial que otra cosa, como también el añadido de dos personajes femeninos que, hay que reconocerlo, están por estar y porque lucen bien en sus imaginativas revisiones para que encajen en Star Trek. De hecho, y aunque a Lin le obsesiona girar su cámara en un movimiento repetitivo y sin mucho sentido, lo visual funciona bien, si eliminamos secuencias un tanto absurdas como aquella en la que Chris Pine se pone a los mandos de una moto.
Pero, claro, hay un problema evidente y es esa mencionada falta de emoción. Esa sensación sólo se alcanza cuando hay referencias a la tripulación original del Enterprise, la que encabezaban William Shatner y Leonard Nimoy. Chris Pine, Zachary Quinto, el propio Pegg o Zoe Soldana (aquí, más florero y damisela en apuros que nunca por desgracia) han asumido muy bien sus roles, pero la película no les da mucho material con el que jugar. Carreras, saltos, teorías científicas delas que todos parecen saber sin tener en cuenta que Scotty es ingeniero y Uhura se dedica a las telecomunicaciones, porque todos parecen saber de todo, y mucha acción en gravedad cero, que al final parece la excusa que se ha dado el equipo para rodar Star Trek. Más allá. Y el caso es que entretiene, es una película simpática que saca sonridad de vez en cuando (la relación entre el Spock de Quinto y el Bones de Kalr Urban, lo mejor de largo), pero sabe a poco después de Star Trek y Star Trek. En la oscuridad.
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