Esta nueva versión de Jane Eyre es correcta. Pero casi todas las adaptaciones de obras clásicas de la literatura suelen presentar esa característica. Con cierta fidelidad al texto y un mínimo esfuerzo en su diseño de producción y de vestuario, esa corrección está casi asegurada. Y Jane Eyre, como digo, la tiene. Es una película que fluye con naturalidad y refleja bastante bien el conflicto de su protagonista. Sin embargo, falla en lo más necesario: la química. No la hay entre una fría Mia Wasikowska y un mucho más fascinante Michael Fassbender. También hay otra sorpresa en esta Jane Eyre, y es el deliberamente oscuro tono de sus imágenes. La iluminación es escasa y eso, a veces, se come incluso los rostros de los actores. En cualquier caso, la película se deja ver con facilidad y sin recordar constantemente al espectador lo duro que, a veces, puede ser el visionado de un título de época.
La primera escena de la película, arrancada cronológicamente del tercio final del relato de Jane Eyre, engaña bastante en algunas cosas. Es, quizá, la escena en la que Mia Wasikowska da más rienda suelta a sus emociones. Es, también, la peor rodada y montada, con un galimatías de planos y ubicaciones de cámara, que no parecen obedecer a un sentido concreto y que parecen más un catálogo que una secuencia (y de esto hay que culpar al director, Cary Fukunaga, a pesar de tener experiencia, precisamente, como operador de cámara). No engaña en la iluminación, muy escasa ya desde esta apertura. Aunque parezca un detalle trivial, lo cierto es que marca bastante el desarrollo de la película, puesto que le da una cualidad extraña, a veces acertada, a veces desacertada. Arriesgada, en todo caso. Este es el rasgo estilístico más diferenciador de Jane Eyre.
Volviendo a los personajes, que es en definitiva lo que marca el éxito o el fracaso de una adaptación literaria como ésta, hay que decir que Jane Eyre no tiene la presencia que requiere una historia tan dramática como la que pretende contar. Mia Wasikowska no aporta al personaje las dosis de tensión y tragedia que necesita. Al contrario, su drama no se refleja en su rostro, demasiado hierático en muchas escenas. Por eso engaña la primera escena, porque ahí sí es el personaje que tiene que ser y que no es en demasiado tramos de la película. No lo es, tampoco, rivalizando en intensidad con el Rochester de Michael Fassbender. Él sí es atractivo, él sí tiene la presencia que requiere el personaje, él devora a la que tiene que ser la protagonista de la película (así lo dice el título) cada vez que se cruzan en la pantalla, desde la primera a la última aparición. Siendo éste el duelo más notable, Wasikowska tampoco sale muy bien parada de sus escenas con Judi Dench o Jamie Bell.
Estos dos personajes marcan la película de una manera importante. Dench le da unas gotas de humor e ironía, que reactivan la película constantemente, es una presencia estimulante siempre. Bell, con muy poco tiempo en pantalla como para destacar, evidencia que (a excepción de una escena) Jane Eyre no consigue crear drama a partir de la existencia de un triángulo amoroso. Lo cierto es que esto último es una característica de la película, puesto que tampoco se genera el clima de celos o de rivalidad que merece la presencia de Lady Ingram (Sophie Ward). No se ve realmente el conflicto en Jane, sólo el paso del tiempo. Luego, ya con St. John Rivers en su vida, tampoco se aprecian los deseos contradictorios de la protagonista hasta que los verbaliza. El misterio de Rochester tampoco adquiere la presencia necesaria y queda enterrado durante muchos minutos. Lo mejor, en ese sentido, está en las pocas escenas que aparecen en la película sobre la educación de Jane en Lowood, muy bien rodadas e interpretadas.
Jane Eyre está cosechando muy buenas críticas. Entre sus méritos están la cuidada realización (a excepción, ya digo, de esa primera escena), un buen montaje (que alterna con brillantes tres líneas temporales diferentes) y algunas interpretaciones de mérito (Fassbender, después de triunfar con su Magneto de X-Men. Primera generación, se está afianzando como un actor a seguir). A mí, a diferencia de muchos de esos críticos, me cuesta ver un buen trabajo de Wasikowska (la Alicia de Tim Burton, por si alguien no la ha ubicado todavía), y eso me lastra demasiado la película. Porque sin química, parece que el drama de Jane Eyre es menor. Y, desde ese punto de vista, no falta ironía al recordar el diálogo en el que Rochester le pregunta a Jane directamente por eso, por la trágica historia vital de la tutora, demasiado esbozada como para que resulte del todo convincente. Buenas cosas, buena adaptación, pero no me ha parecido una película desbordante.
1 comentario:
Pues esta si que la veré sin esperar, vaya que la veré en el cine, estoy demasiado ansiosa, asi que, riesgo de llevarme la misma impresión que tú, iré :-)
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