Trust empieza como una convencional película de amoríos adolescentes, con el marco de una familia feliz, estable y tradicional, con una pareja encantadora que se lleva de maravilla y tres hijos estupendos, estudiosos y responsables. Con un ritmo pausado, con una historia en apariencia convencional. Y poco a poco va derivando hacia la historia que en realidad quiere contar. Parece una al principio, pero acaba siendo otra totalmente diferente y realmente interesante. Esa es la esencia de la película, y eso hay que agradecérselo a tres pilares. Por un lado, el guión de Andy Bellin y Robert Festinger, delicado, bien medido y valiente, a pesar de desaprovechar a algún que otro personaje que podría haber dado mucho más juego. Por otro, a David Schwimmer, que rueda con sencillez, con delicadeza y con oficio. También con valentía, porque no es nada fácil la materia que ha escogido para este trabajo (valentía insospechada, después de ver su todavía corta carrera como director, que empezó precisamente con algunos episodios de Friends, y precisamente por eso mucho más merecedora de aplauso). Y, por último, es imprescindible para contar esta sensible historia el pilar interpretativo, notable en todos los casos.
Y a la hora de evaluar la fusión de esos tres pilares es, precisamente, donde uno se da cuenta de todo lo bueno que tiene la película. Trust significa confianza, y la genialidad que esconde el filme es que va cambiando el sentido de la palabra a lo largo de la película, gracias a la habilidad de todos los que trabajan en ella. No moraliza, no da respuestas únicas con la pretensión de sentar cátedra, simplemente deja fluir una historia que, como la vida misma, no puede acabar. El final, temible para una película de estas características por las tentaciones de ceder a los caminos más fáciles, aquí es el extraordinario colofón a una gran película, un título modesto pero sorprendente y sincero, que se enfrenta a la dificultad añadida de contar con una protagonista adolescente. Pero hasta eso se convierte en una ventaja. Liana Liberato (cuánto me ha recordado a la dulce inocencia de Madeline Carroll en Flipped; qué curioso, otra pequeña joya que no se llegó a estrenar) tiene aún una corta experiencia, pero nadie lo diría viendo la impresionante evolución que hace de su personaje, Annie, creíble cuando se muestra como una niña feliz sin más problemas que su relación con las compañeras del instituto y después cuando se ve obligada a enfrentarse al lado más oscuro de la vida.
Alrededor del personaje de la joven Annie pivotan todas las expresiones de la confianza a la que hace referencia el título. Todas ellas crean un mosaico espectacular, porque todas ellas serían merecedoras de la atención del título y tal es la riqueza de la película que cada espectador se quedará con la que quiera. Confianza con el hombre que conoce a través de Internet (un Chris Henry Coffey que genera todo el desasosiego que requiere su personaje sin caer en la caricatura), con su mejor amiga, con su propio padre (Clive Owen tiene la enorme virtud de, sin apenas cambiar en lo físico, adaptarse a papeles diametralmente opuestos; y es que resulta casi impensable que este personaje tenga el mismo rostro que el que interpretó, por ejemplo, en Closer), ante los ojos de una madre desesperada (qué gran actriz es Catherine Keener y qué bien le sientan estos papeles dramáticos, aunque el suyo es, precisamente, uno de los que está desaprovechado), con la psicóloga que atiende a la joven (Viola Davis, escaso papel para tanto talento que tiene la protagonista de Criadas y señoras). Schwimmer, de forma sutil, va trazando un universo de confianzas que, en la mayoría de los casos, se tornan desconfianzas.
Qué difícil es lidiar en el cine con los problemas de una adolescente, y mucho más si se hace desde la vertiente más turbia de los depredadores sexuales que utilizan Internet para buscar víctimas de tan corta edad. Y qué sensibilidad desprende esta película, un título ejemplar que demuestra que buen cine puede haber en todas partes. Jamás hubiera pensado que detrás de uno de los actores de Friends (serie que adoro, que no se me malinterprete) podía haber un director con las aptitudes necesarias para llevar a la pantalla una historia de este calado, y hacerlo sin caer en sensiblerías o excesos. Pocas veces confío en que un adolescente pueda llevar el peso de una película tan dramática como ésta, y Liana Liberato prueba que hay excepciones y me obliga a apuntar su nombre para el futuro. Y en muy pocas ocasiones encuentro una película que esté tan bien coronada por un final tan devastador, tan auténtico y tan acertado. No importa que Trust sea una de esas películas que llegará a poca gente por obra y gracia del extraño mercado de distribución. A mí me ha llegado como espectador, y eso es tremendamente valioso.
3 comentarios:
Me la apunto totalmente. Voy a ver si se puede conseguir por ahí, porque últimamente me gusta ver un tipo de películas en las que creo que esta puede encajar. Y me llama mucho eso que dices sobre el final. Una buena película está bien, pero una buena película con un buen final... tremendo.
Pues me pongo a ello, voy a localizarla, quiero darle una oportunidad, gracias!!
Un abrazo!!
Sonix, sí, la verdad es que por cosas que te he leído últimamente creo que esta película te puede gustar...
Cris, me alegro de que la hayas visto. A mí me pareció muy dura, pero emocionalmente, no tanto por lo que cuenta. El final me parece espléndido y muy triste. Y sólo con leere ya te digo que sería fantástico poder debatir contigo de lo que sea.
La Pequeña Meg, espero que le des esa oportunidad, sí, ya me contarás...
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