Cuando una película se prevé que sea un desastre, a veces lo es. Detrás de las paredes cumple a la perfección con esa premisa. Y es una pena, porque alguna que otra idea interesante sí hay en el asombrosamente endeble guión que decidió firmar, también asombrosamente, Jim Sheridan. Es una pena porque hay un reparto espléndido que, además, no ceja en su empeño de levantar el castillo de naipes que supone el filme y que hace lo indecible por aportar credibilidad a sus personajes. De hecho, son los únicos responsables de que la película sea pasable en algunos momentos y mueva al deseo de ser condescendiente con Detrás de las paredes. Pero es que en un segundo pensamiento todo se cae, absolutamente todo, en una película que no es exactamente un thriller ni tampoco una película de terror. No alcanza nada de lo que intenta ni ofrece algo demasiado novedoso. La primera reacción es que no es de extrañar que Jim Sheridan haya renegado de la película. Pero tiene su parte de culpa, porque hay cosas impresionantemente absurdas que seguro que ya estaban en el guión.
Estamos ante una de esas películas de las que conviene no contar absolutamente nada de lo que sucede para no destriparla. Irónicamente, eso es lo mejor que le puede pasar a Detrás de las paredes, porque entrar en profundidad en muchas de las acciones de sus personajes o incluso en bastantes de las premisas argumentales que ofrece supondría destrozar severamente al filme. Lo curioso es que, según dicen porque me niego por sistema a acudir a esa fuente de información, el trailer ya destroza buena parte de lo que tendrían que ser los secretos de la película. Pues vaya. El caso es que son tantos los agujeros que parece inconcebible que se haya rodado esta película de la forma en que se ha hecho. Ni siquiera pueden ser excusa, aunque en parte sí explicación, los constantes enfrentamientos durante el rodaje entre Sheridan y los productores, el rodaje de tomas adicionales por parte del realizador, y el posterior despido y remontaje de la película a cargo del productor. Que el guión sea obra de David Loucka (autor de grandes títulos, nótese la ironía, como Eddie o Una pandilla de lunáticos y que lleva cuatro películas en 22 años de carrera) quizá sea una explicación más convincente del lamentable panorama a presenciar.
Porque Detrás de las paredes falla en casi todo. La premisa en sí misma no es buena, aunque intente ser continuación de un gran éxito del cine moderno que no procede desvelar, porque su desarrollo tal y como está plasmado es absolutamente surrealista. Los personajes no funcionan porque no hay forma de entender muchas de las cosas que hacen. El final, en lugar de conmover como tendría que haber conmovido, es sencillamente tópico y absurdo. Es sorprendente que un director como Jim Sheridan, capaz de hacer películas tan duras y comprometidas como Mi pie izquierdo, En el nombre del padre o The Boxer, se lance al cine supuestamente de género (¿de cuál?) con un producto así, tan mal concebido, rodado con simple profesionalidad y nada más, con tiempos muy mal medidos y escenas muy mal hilvanadas. Nada tiene sentido en esta historia. En realidad, lo único salvable de la película es su reparto. A pesar del desbarajuste que supone Detrás de las paredes, Daniel Craig, Rachel Weisz y Naomi Watts se esfuerzan en mantener el tipo, y lo consiguen porque sus presencias son magnéticas, no por el material que tienen entre manos.
Craig es mejor actor de lo que parece. Es un espléndido James Bond, pero aterrizó ahí después de dar vida a un despiadado asesino en Munich, dando ya muestras de que podía hacer creíbles registros muy diferentes. Aquí lo vuelve a probar, encajando a la perfección como padre de familia con bastantes vulnerabilidades. Rachel Weisz está algo más descolocada porque su papel es, de largo, el peor dibujado, pero aún asíofrece esa misma credibilidad. No importa que sea imposible de creer, ella lo intenta hacer creíble. Y a veces lo consigue. Naomi Watts tiene un papel mucho más secundario de lo que habría aconsejado la película y su importancia en la historia, pero esta mujer tiene algo que hace que la cámara se enamore de ella al instante. Marton Csokas no saca nada de su papel, es mejor buscarle en otras películas (como, por ejemplo, La deuda, estrenada no hace tanto). Por separado y en conjunto (las dos crías, las hermanas en la vida real Taylor y Claire Geare, parecen desaprovechadas ante la naturalidad que transmiten, no demasiado frecuente en actrices de tan corta edad), el reparto, insisto, es lo mejor que tiene Detrás de las paredes.
Siendo sinceros, quizá sea lo único que tiene. Eso y que sea el filme en el que se conocieron para después casarse Daniel Craig y Rachel Weisz, lo cual quiere decir que la buena química que se ve en la pantalla tiene base real. Pero es que aparte de eso, no hay mucho más que ofrecer, aunque el filme daría para discutir y rebatir tantas cosas que igual conviene verla sólo por asombrarse de cada cosas que va sucediendo. Son noventa minutos de una pretendida historia sobrenatural que lo es menos de lo que parece por el cartel del filme, de un thriller que no apasiona prácticamente en ningún momento, de un misterio que está ya más que resuelto a los veinte minutos de película. Es un descalabro en toda regla, y me da rabia decirlo porque admiro bastante a sus responsables.
2 comentarios:
Magnífica autopsia la que le practicas a una película, según mi opinión, totalmente prescindible.
Un saludo
Mientrasleo, muchas gracias. Pues sí, desgraciadamente por el buen reparto que tiene, es prescindible.
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