Super 8 me daba miedo. Lo confieso. Mucho miedo. El cine de fantasía y ciencia ficción de los años 80 tiene un espacio muy grande en mi corazón cinéfilo. Muy grande, de verdad. No sólo es que haya crecido con esas películas, es que a día de hoy hay muchas que me siguen pareciendo tan espléndidas como entonces. Puede que fuera por la inocencia con la que las vi, pero es inocencia no tiene nada de malo. Al contrario. Es una sensación que el cine, en especial el cine norteamericano, había olvidado. Hoy todo es oscuro, triste, dramático, violento. Y ya no hay sitio para esa inocencia. Cuando se anuncia que J. J. Abrams, de la mano de la producción de Steven Spielberg, quiere recuperar esa sensación, sentí miedo. Miedo a que destrozaran esa inocencia, a que no supieran entenderla dos décadas después, a que pervirtieran ese recuerdo juvenil. Afortunadamente, mi miedo era injustificado. Super 8 es una emocionante maravilla que transporta a otro tiempo, a otro lugar, a otra sensación. Y qué gozada de viaje es éste.
No he sido un especial seguidor de J. J. Abrams en su aventura televisiva (Alias, Perdidos), pero sí en la cinematográfica. Y me gusta. Me encantó su Misión imposible, tercera entrega de la saga que sirvió para olvidar el malísimo sabor de boca que me dejó la segunda, de John Woo. Y aún más disfruté con su formidable revisión de Star Trek, de la que espero con muchas ganas una secuela. A Abrams le veo mucho clasicismo a la hora de entender el cine sin por ello alejarse de su propia época y de los códigos que tienen las películas contemporáneas. Sabe manejar con respeto los legados de ficción sin renunciar a que todo tenga su sello personal. Y si tengo tan buena opinión de Abrams, ¿por qué me asustaba esta película? Pues porque el referente claro de Super 8 está en E.T. El extraterrestre, y ésta siempre ha sido para mí (aunque no sea necesariamente una opinión popular o que pueda entender mucha gente) una de las películas más perfectas que jamás se han rodado.
De E.T. me gusta todo, pero sobre todo el inmenso carisma que desprendían todos los personajes, incluyendo y sobre todo a los niños. Siempre he pensado que semejante nivel de maestría es imposible de igualar. Super 8 no llega a tanto, pero se queda muy cerca durante buena parte del metraje. Es imposible no meterse de lleno en la filmación de esa película en super 8 que están haciendo los chavales. De no reírse con la afición a los petardos de uno de ellos. De no entender el miedo que tiene otro con los acontecimientos que se desatan. De no mirar con ojos enamoradizos a la chica del grupo. Es tan fácil entrar en la película. Tan fácil. Y es tan emocionante compartir los misterios que presenta, tan divertido sumarse a la aventura que propone, tan hermoso contemplar el curso de cine que imparte Abrams con una forma de rodar tan clásica como romántica. No me extraña que Spielberg haya querido poner su nombre en esta película como productor. Podría haberla rodado él mismo. Aunque, en realidad, ya lo hizo. La propia E.T. y Encuentros en la tercera fase tienen mucho que ofrecer a Super 8.
Pero la película de Abrams no es una copia, no es un remedo, no es un producto oportunista. En absoluto. Hay mucho de rompedor en estrenar una película así en el año 2011. El cine hace tiempo que se desmarcó del cine de fantasía y ciencia ficción de los años 80. Ya no se hacen películas como Super 8, el cine familiar serio está en franca decadencia, pero no tanto por falta de calidad o de ideas sino como resultado de una elección consciente. Hoy se prefieren hacer otras películas. Y seguro que los estudios de mercado, esos que se olvidan de que el cine es sentimiento por encima de cualquier otra cosa, dicen que los espectadores quieren ver ese cine mayoritario. Pero Super 8 viene a demostrar lo contrario. Se puede hacer un cine de calidad así, por este camino clásico y apto para todos los públicos. Sin que nadie salga del cine pensando que le han tomado el pelo o que no ha entendido nada.
La delicia de ver Super 8 pasa por no contar nada del argumento. ¿Para qué estropear las sorpresas y las sensaciones? Sólo hay que saber que vamos a ver una historia tan humana como de ciencia ficción ambientada en 1979, que los protagonistas son un grupo de chavales de un pequeño pueblo de Ohio y que hay una espectacular escena en la que un tren descarrila (en la que Abrams demuestra un dominio inaudito de todos los aspectos de la realización). Lo importante no es la criatura, que la hay. Lo importante son los personajes. Lo importante es enamorarse del personaje de la adorable y prodigiosa Elle Fanning (¡qué grande puede llegar a ser esta cría si la cuidan!; desde ya me convierto en su fiel seguido, porque mejora las interpretaciones que ha hecho hasta ahora su hermana Dakota). Es comprender el conflicto en que se ve envuelto el chico al que da vida Joel Courtney. Es deleitarse con el juego de cine dentro del cine que plantea Abrams o con los preciosos planos que crea en los que la profundidad de campo actúa casi como un personaje más.
Super 8 no es perfecta, pero casi. El principal mal que presenta es que no tiene un final redondo. Al contrario, es apresurado y algo torpe en algunos momentos, lo que es una pena teniendo en cuenta que llevábamos ya más de hora y media de cine descomunal a nuestras espaldas cuando alcanzamos ese desenlace. Y la culpa ahí es de Abrams como autor del guión, no como director, porque incluso ahí sigue rodando con una categoría increíble. Super 8 no es perfecta, decía, ni tampoco es E.T. Pero es, desde ya, un clásico instantáneo, una de esas películas que no me cansaré de volver a ver año tras año, una delicia impropia de su época y que, ojalá, sea capaz de trasladar a nuevas generaciones el amor por el cine que siente de una forma tan obvia Abrams. El mismo que se veía en el Spielberg de E.T., Encuentros, Tiburón o las películas de Indiana Jones. Y, como aquellas, Super 8 es una maravillosa joya.
Aquí, otra crítica más seria y menos apasionada.
3 comentarios:
La trama en plan "grupo de niños que juegan y se reunen para hacer algo que les llevará más lejos de lo que creen" me gusta, me recuerda el cine de los 80. A mi J.J también me ha gustado en las series, y en las pelis, debo decir que Monstruoso me sorprendió gratamente..
Un abrazo!!
Juan la pienso ver..la he dejado para el final pero por ahí la tengo en mi lista, sobretodo porque segui LOST, de JJ Abrams hasta el final (y el final mismo de dicha serie fue apresurado y torpe).
Vamos a ver si le perdono.
La pequeña Meg, es una trama fantástica y llena de nostalgia, desde luego. A mí Monstruoso no me convenció, pero es que no me gustan esas películas cámara en mano. Ya me dirás qué te ha parecido 'Super 8'.
Gallo, ésta es obligada, es la película del verano. Yo no he visto Lost, aunque si de verdad tuvo un final apresurado y torpe, como es verdad que ya he leído en ciertos sitios, Abrams tendrá que empezar a dejarse aconsejar para redondear mejor sus trabajos. Veremos qué nos ofrece de aquí en adelante.
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