Desde hace muchos años, Hollywood tiene en su conciencia popular que las películas de acción con mujeres como protagonistas no funcionan. Este saber se refiere a la taquilla, que no a los méritos artísticos, cinematográficos o espectaculares de estos productos, y sin embargo hay dos sagas que parecen resistirse a ese principio, las dos son de Sony y las dos han tenido una nueva entrega este mismo año: Underworld, con Kate Beckinsale, y Resident Evil, con Milla Jovovich. Las dos sagas han superado ya las cinco entregas, y en el caso de la segunda, la que nos ocupa, que es la sexta, lo ha hecho con la pretensión de poner, al menos, un punto y aparte. El capítulo final es el curioso aunque no del todo exacto título de una entrega que sí parece buscar el cierre de las tramas originadas ya hace nada menos que quince años, cuando Jovovich se convirtió por primera vez en la atlética Alice, una mujer dispuesta a luchar contra todos los zombis del mundo.
Porque, siendo francos, Milla Jovovich es todo lo que vamos a sacar en claro de este El capítulo final de Resident Evil. La saga, en realidad, nunca fue sobre zombis, que ya han quedado como una simple excusa para dar algo más de locura visual a alguna que otra escena. Todo esto va de ver a Milla Jovovich en acción. La pega es que Paul W. S. Anderson apuesta por un montaje atolondrado, en el que incontables planos que no llegan al segundo de duración se van juxtaponiendo para dar vida a unas escenas caóticas, imposibles de seguir, y que restan toda eficacia al trabajo de los coreógrafos en primer lugar y de los actores después. Es curioso que esta forma de entender la acción siga marcando tantos y tantos títulos, porque resulta tan mareante que no tiene demasiado sentido narrativo. Anderson, desde luego, se muestra como todo un maestro en este pretendido arte con el que busca cerrar el círculo que él mismo abrió con la primera Resident Evil.
El objetivo de la película es evidente. Es un divertimento para ya convencidos, por mucho que la cinta arranque con un completo resumen que busca que cualquiera pueda entrar en la película, incluso sin haber visto ninguna de las anteriores. Lo que resulta menos aceptable es la desidia con la que se crea la historia a partir de esa premisa. El guión quiere jugar con la idea de la identidad, pero se queda en algo completamente desaprovechado. Asusta ver que en cada escena hay por lo menos dos o tres situaciones absolutamente imposibles de explicar, salvo por el simplista argumento de que las cosas no pueden suceder de otra manera. Alice siempre tiene a mano algo que utilizar en sus combates. Los golpes no le causan heridas. Las muertes siempre se producen tal y como se espera que se produzcan. Todo es como en un videojuego de hace décadas, cuando solo había una manera de pasar de fase después de hacer que todo encajase. Pero esto es cine y eso no es suficiente.
Que nadie espere diálogos brillantes o soluciones narrativas bien pensadas, porque no las hay. De hecho, esta entrega de Resident Evil es, en general, bastante aburrida e incomprensible.Y sí, probablemente quienes hayan disfrutado de la serie hasta este punto también lo harán con esta quinta parte, porque aúna muchos guiños, sobre todo a la primera película, y cumple con bastante fidelidad con lo que sus responsables han querido ofrecer desde el principio. Pero eso no impide que estemos ante un producto más bien flojo que, pese a todo y aunque aún le quedan mercados por explotar como el español, ya ha alcanzado el taquilla el doble de dinero de lo que costó. Como Underworld, por cierto. ¿Será que para que una heroína triunfe en la pantalla hay que apostar por esta vía tan denostable desde la crítica? Porque, desde luego lo que cabe esperar es que este Capítulo final sea, efectivamente, el último.
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