Cuando de una película se puede hablar más de lo que significa fuera de las pantallas que por los méritos de sus responsables, es evidente que algo falla. Con Aliados, por fuerza, va a suceder algo parecido. Que la película haya formado parte de los rumores en torno a la separación de Brad Pitt y Angelina Jolie no es algo que juegue a favor de la cinta, pero es que los esfuerzos de Robert Zemeckis tampoco ayudan a olvidar los ríos de tinta previos. Aliados tendría que haber sido una película romántica de carácter épico por su trasfondo bélico. Casablanca viene a ser un referente claro. Pero ni por asomo. Y no porque Zemeckis patine especialmente, pero no consigue casi en ningún momento transmitir las emociones que tendrían que haber formado parte de la historia. El casi es porque justo al final, cuando ya casi se han consumido las dos horas de su metraje, sí llega a lo que se necesitaba. Algo tarde, la verdad.
La película tiene dos problemas bastante importantes. El primero obedece a la estructura de la película. Zemeckis, un director ya tan polivalente que parece haber perdido algo de identidad, siguiendo un guion de Steve Knight, responsable de obras tan variopintas como Promesas del este o El séptimo hijo, sigue la historia de manera lineal, dividiéndolo en dos grandes actos y tres interludios centrales separados por elipsis muy grandes. Y no funciona, porque esta segunda, que no procede desvelar porque obedece a un cambio de escenario importante, es la historia que realmente parece interesar a Zemeckis, en la que realmente pone toda la carne en el asador. Y es que la gran pieza de acción, la que rompe la monotonía, está en la primera mitad del filme, aunque tampoco por ese lado consigue enganchar el director. La misión que une a los dos espías que interpretan Brad Pitt y Marion Cotillard nunca parece tan trascendente ni difícil como quiere aparentar la película.
Y así llegamos al otro gran problema. Se ha hablado tanto de Pitt y Cotillard que se ha dado por sentado que hay una química extraordinaria entre ellos. Y no es así. Hay momentos, hay atisbos, pero realmente no forman la memorable pareja que una gran historia de amor requiere. No son Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, como esto no es Casablanca. Es cierto que no desentonan, pero el amor frío que quieren mostrar a lo largo de buena parte de la película, el que surge de su trabajo como espías, es el que contagia todo lo que hay en el filme. Ni siquiera la escena de sexo, rodada de una forma imaginativa por el escenario, rompe esa tibieza que muestra Aliados y que, de nuevo hay que volver al mismo punto, sólo se rompe en las dos escenas finales. Pitt, por mucho que lo intenta, no se acerca al tipo de galán que habría sido Robert Redford, para quien esta película hubiera sido un caramelo hace algunas décadas, y el trabajo de Cotillard es algo irregular.
El caso es que Aliados es una película correcta, una aceptable historia de amor en un escenario bélico que invita a pensar en el Hollywood dorado pero que, al final, se queda en un simple intento de recuperar aquella gloria de celuloide. Nada asombra demasiado en la película, que no llega a provocar que ese amor de película traspase la pantalla. Se ve, se entiende, incluso se disfruta sin demasiado esfuerzo, pero no hay nada de legendario en la película cuando la misma historia del cine ha demostrado que con estos elementos se pueden hacer filmes extraordinarios. Aliados es demasiado fría como para acercarse a esos estratos, demasiado pequeña en sus ambiciones, incluso a la hora de mostrar el marco histórico. Correcta, académica si se quiere, pero sin la trascendencia que necesita. Ni Zemeckis, ni Pitt, ni Cotillard, porque la película no sale de ellos a pesar de tener algún que otro secundario interesante como Jared Harris, logran que Aliados despegue del todo.
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