Ha pasado mucho tiempo desde que Shane Black colocó su nombre, en el lejano 1987, en los créditos de Arma letal como su guionista. Y casi treinta años después, Black, ahora director y escritor, firma Dos buenos tipos, la que probablemente sea su película más auténtica, un divertidísimo thriller de misterio, una buddy movie extravagante, un potente regreso a los años 70 y una sobrada de película en todos sus aspectos (ojo a la secuencia onírica... ¡o a Nixon!) que se convierte en el compendio más exquisito de todo lo que ha venido haciendo Black a lo largo de su carrera. Tiene la violencia y la chispa de los diálogos de El último boy scout, la trama de investigación de la mencionada Arma letal, tintes de comedia como los de El último gran héroe aunque sin llegar a sus cotas de caricatura o el atrevimiento de Iron Man 3. Y con dos actores tan metidos en faena como el propio Shane Black para que la diversión sea total.
De alguna manera, viendo el escenario, la historia y el contexto, es inevitable pensar que todo lo que en Dos buenos tipos funciona francamente bien es lo que no terminaba de encajar en la mucho más pretenciosa Puro vicio, de Paul Thomas Anderson. Y es que Black no tarda más que unos pocos segundos en ganarse toda la atención del espectador, mezclando una actriz porno, una travesura erótica infantil y un espectacular y extravagante accidente. Luego es cuando entran en acción los dos buenos tipos del título, que precisamente son de todo menos buenos tipos. Un matón a sueldo que se dedica a patear a quienes se acercan a jovencitas y un detective privado venido a menos por su cara dura y por su afición al alcohol que además tiene una hija casi adolescente se convierten en la mezcla ideal para la fórmula de buddy movie que Black hizo arte en el guión de Arma letal. Parece mentira que tantos años después siga teniendo cogido el punto a esa dinámica.
Sobra decir que buena parte del éxito de esta fórmula en Dos buenos tipos radica en que Black ha escogido a Russell Crowe y Ryan Gosling, dos actores sensacionales, capaces además de meterse en la piel de personajes tan diversos que este guión es para ellos un caramelo que no podían desaprovechar. Y no lo hacen. En absoluto. Ni en la comedia ni en la acción, pero tampoco cuando la película se adentra en los terrenos del drama, cuando los personajes adquieren un contexto que Black escribe magníficamente bien. Lo que parece increíble es que Dos buenos tipos tenga tantas cosas, se mueva a un ritmo tan elevado, proporcione tantos momentos delirantes y al mismo tiempo sea tan inteligente en el misterio que investigan los dos protagonistas (más bien tres, que gusto da ver a una actriz adolescente como Angourie Rice moviéndose con tanta naturalidad ante dos monstruos como estos).
Da gusto ver que directores que se mueven dentro de la comercialidad más evidente de Hollywood (¿acaso hay que entender como un mensaje oculto que Dos buenos tipos arranca detrás del logo de la meca del cine cuando estaba tan dejado en los años 70?), saben ser al mismo tiempo muy atrevidos. Dos buenos tipos entronca en un cine que muchos intentan y no tantos dominan, ese en el que el humor es negro, la violencia casi cómica y el envoltorio es el de una producción en el que todo el mundo parece habérselo pasado fenomenal entre amigos. Pero Black sobresale porque, además, es un tipo avispado. Conoce la fórmula. Y la aplica como nadie. Pero no parece una fórmula hasta que uno se para a pensar en ella. Porque mientras se está viendo, la diversión es tan absoluta que el espectador ni se da cuenta de que le han embaucado de una manera magistral. Black es un embaucador, eso está claro. Pero es uno de los buenos, de los que divierte y entretiene sin complejos y sin guardarse absolutamente nada. Y así da gusto.
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